La primera mujer presidenta de México, Claudia Sheinbaum, toma posesión de su cargo

Claudia Sheinbaum tomó posesión este martes como la primera mujer y judía que dirige México en los más de 200 años de historia del país como nación independiente.

“Por primera vez, nosotras las mujeres hemos llegado a dirigir los destinos de nuestra hermosa nación”, dijo Sheinbaum durante la ceremonia de toma de posesión. “Y digo llegamos porque no llego sola. Llegamos todas”.

Miles de personas abarrotaron el Zócalo de la Ciudad de México el martes por la tarde para esperar a que Sheinbaum se dirigiera a sus simpatizantes.

Licet Reséndiz Oropeza, residente de Tijuana, viajó más de 50 horas en autobús para estar en la capital el día en que una mujer se convirtió, por primera vez, en presidenta del país.

“Es algo histórico”, dijo Reséndiz Oropeza. “Es una alegría que no puedo describir”.

Sheinbaum, ex alcaldesa de izquierda de la Ciudad de México, triunfó en las elecciones de junio con el mayor margen de victoria desde que México transitó a la democracia y un amplio mandato para cumplir su promesa de continuar las políticas sociales de su predecesor y mentor político, Andrés Manuel López Obrador.

Pero aunque Sheinbaum llega al cargo con un poder considerable en sus manos, también tendrá que enfrentarse a una multitud de fuerzas que pueden limitarla, según analistas.

Ella hereda un complejo conjunto de retos: el mayor déficit presupuestario en décadas, una crisis de seguridad cada vez más profunda, la mayor oleada migratoria de la historia reciente y un movimiento político disgregado que se ha movilizado para rediseñar profundamente el poder judicial, entre otras instituciones.

Sheinbaum es conocida como una ejecutiva capaz, pero no como un talento político trascendente como su predecesor. López Obrador construyó todo un movimiento en gran medida por la fuerza de su carisma, reforzando su enorme influencia con una conferencia de prensa matutina que utilizaba para mantener a raya a sus aliados y arrinconar a sus adversarios.

Ahora, el partido Morena que fundó tiene un control casi hegemónico del sistema político nacional, con una mayoría efectiva en el Congreso y el control de la gran mayoría de las legislaturas estatales y de los gobiernos.

Pero mientras se expande, el partido se ha convertido en un mezcolanza de facciones dispares que no siempre comparten los mismos objetivos o visiones. Algunos analistas se preguntan si Sheinbaum será capaz de acorralar a una coalición tan inquieta.

“Ella ya no tiene el control del partido como lo tenía López Obrador”, dijo Fernanda Caso, analista política y periodista, quien añadió que, más que unificar al partido, Sheinbaum sería capaz de disciplinarlo. “Ella va a vivir constantemente con luchas internas de poder dentro de su partido”.

También hay dudas sobre cuánta influencia ejercerá López Obrador sobre su protegida. Sus aliados han llenado su gabinete y su hijo, conocido como Andy, fue nombrado recientemente para uno de los puestos más poderosos del partido.

Sheinbaum ha sido cercana al presidente saliente durante décadas y ha insistido en que mantendrá las mismas prioridades y políticas que López Obrador, no porque sea su marioneta, sino porque realmente cree en él.

“Estar vinculada ideológicamente a López Obrador no significa que vaya a ser manipulada por López Obrador”, dijo Viri Ríos, analista política.

“Ella está ejerciendo un liderazgo que probablemente es más tranquilo de lo que estamos acostumbrados en la política machista mexicana”, dijo la Sra. Ríos, “pero ese liderazgo está ahí”.

Esto es lo que hay que saber sobre la nueva presidenta de México.

Científica de formación con un doctorado en ingeniería energética, Sheinbaum pasó años entre el ámbito académico y político, donde su carrera ha seguido de cerca el ascenso de López Obrador. Su primera incursión en el gobierno fue como ministra de Medio Ambiente de Ciudad de México, cuando López Obrador se convirtió en alcalde en 2000.

Años después, participó en un grupo de científicos de las Naciones Unidas especializado en el clima que recibió el Premio Nobel de la Paz. Cuando López Obrador llegó a la presidencia, ella ganó la alcaldía de Ciudad de México, una de las mayores metrópolis del hemisferio.

Sheinbaum, de 62 años, se describe a sí misma como “obsesiva” y “disciplinada”. Se le conoce como una jefa exigente con poca paciencia para la pereza, alguien capaz de exprimir hasta la última gota de su personal.

Descendiente de judíos asquenazíes y sefardíes que emigraron a México en el siglo XX, Sheinbaum es también la primera presidenta judía del país, un momento decisivo para algunos y un detalle trivial para otros, que rara vez la han visto hablar de su herencia.

Los analistas afirman que la administración de Sheinbaum intentará combinar su enfoque tecnocrático y pragmático del gobierno con la retórica populista de López Obrador.

En ocasiones, ella se apartó de sus políticas (de López Obrador). Durante la pandemia, hizo pruebas agresivas, mientras que él confiaba en los amuletos de la buena suerte; en la lucha contra la delincuencia, invirtió en inteligencia y en la policía, mientras que él confiaba en el ejército.

Pero durante la campaña, apoyó muchas de las políticas más polémicas de López Obrador, incluidos cambios constitucionales que, según los críticos, socavarían el equilibrio democrático. En consecuencia, ha luchado contra la percepción de algunos mexicanos de que podría ser un simple peón de su mentor

Sheinbaum se enfrentará a la presión de mostrar avances en la lucha contra los cada vez más poderosos cárteles de la droga, que mantienen su dominio sobre amplias zonas de México. Si bien los homicidios disminuyeron modestamente durante la administración de López Obrador, los informes de extorsión y desapariciones se han disparado desde 2018. Los asesinatos, incluidas las masacres, todavía están cerca de los niveles más altos registrados.

En las últimas semanas, la violencia entre facciones del Cártel de Sinaloa ha provocado un repunte de muertes y secuestros en el noroeste de México, paralizando la vida de la gente en ciudades como Culiacán.

Sheinbaum tendrá poco margen de maniobra financiera para cumplir sus promesas electorales. El déficit presupuestario de México se acerca al 6% del Producto Interno Bruto, el mayor déficit de los últimos 24 años. Pemex, el gigante petrolero controlado por el Estado, es ahora la empresa petrolera más endeudada del mundo, que necesita rescates multimillonarios.

A Sheinbaum también le tocará lidiar con las consecuencias de las enmiendas constitucionales que López Obrador impulsó en las últimas semanas de su gobierno. Los críticos advierten que una de ellas, según la cual miles de jueces serán elegidos por votación popular a partir del próximo año, podría erosionar la independencia judicial.

Además de continuar con los proyectos de infraestructura de López Obrador y mantener sus populares programas contra la pobreza, incluido un aumento anual del salario mínimo, Sheinbaum llega al cargo con sus propios planes.

Ha anunciado que todas las mujeres de entre 60 y 64 años recibirán un pago en efectivo; actualmente, las pensiones de vejez se conceden a los mayores de 65 años. Ha dicho que la mayoría de los niños recibirán una beca de permanencia en la escuela, que sería una ampliación de un programa social actual. Y a partir del año que viene, dijo, 20.000 médicos y enfermeras empezarán a visitar los hogares de los mexicanos mayores, en un esfuerzo por revertir la caída masiva del acceso a la salud pública que se ha visto en los últimos años.

Sheinbaum también quiere ampliar la infraestructura de energías renovables y aumentar la tecnología verde. Al mismo tiempo, se ha comprometido a rescatar a la empresa petrolera mexicana, enormemente endeudada, y a apoyar una costosa refinería de petróleo de 16.000 millones de dólares que dista mucho de estar plenamente en función.

Y luego está la seguridad. Sheinbaum ha señalado que permitirá que las fuerzas armadas conserven el poder que López Obrador les concedió durante su gobierno. Pero también planea crear una nueva agencia de inteligencia, con capacidad para investigar casos criminales, y replicar el enfoque de ley y orden que adoptó en Ciudad de México.

La verdadera prueba de fuego para el liderazgo de Sheinbaum podría llegar a finales de este año, una vez que se aclare el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Una victoria de la vicepresidenta Kamala Harris representaría probablemente una ampliación de la relación de la administración Biden con México, que se ha caracterizado por una cooperación tensa pero sostenida para reforzar la aplicación de las leyes de inmigración, luchar contra el narcotráfico y frenar el flujo de armas estadounidenses que alimentan el derramamiento de sangre al sur de la frontera. Y algunos funcionarios estadounidenses han dicho en privado que creen que la coordinación de seguridad podría mejorar con Sheinbaum.

Pero un segundo mandato del ex presidente Donald J. Trump podría aumentar las tensiones entre los dos países. El Sr. Trump ha amenazado con imponer aranceles si gana las elecciones. Y ha propuesto utilizar la fuerza militar estadounidense contra los cárteles de la droga en territorio mexicano, sin el consentimiento del gobierno de México.

Los planes corren el riesgo de romper la relación de Estados Unidos con la administración Sheinbaum y reducir otros tipos de cooperación. No obstante, Sheinbaum y miembros de su gobierno han declarado a The New York Times que ella está preparada para trabajar con cualquier candidato que gane las elecciones estadounidenses.

Aunque Sheinbaum ha señalado que su administración representa un verdadero cambio para las mujeres mexicanas, su trayectoria como alcaldesa de Ciudad de México ofrece una imagen más matizada.

Como alcaldesa, Sheinbaum apoyó la creación de una fiscalía especial para investigar los feminicidios. Sus programas ayudaron a reducir el número de muertes violentas de mujeres en un 34%.

Pero también calificó de “provocaciones” las manifestaciones por los derechos de las mujeres en la capital para protestar por la violación de una menor por agentes de policía. Las manifestantes fueron recibidas con un uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades bajo su mando, según un informe de Amnistía Internacional.