Geraldine Frank estaba deseando celebrar su cumpleaños 62 cuando su hijo notó que tenía los ojos amarillentos. No estaba muy preocupado, pero quería que la viera un médico. Resultó que los ojos de Frank mostraban signos de ictericia. Tenía cirrosis, una grave cicatrización del hígado que suele tardar años, o incluso décadas, en desarrollarse.
Según dijo su hijo David Frank, Geraldine Frank había tenido sobrepeso y había acudido a médicos por otras afecciones, pero nunca mencionó haber oído hablar de su hígado. “¿Cómo es posible que, con todos los avances médicos, nadie supiera que esto era un problema?”, dijo.
La cirrosis puede aparecer en las últimas fases de la enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés) que se produce cuando la grasa se acumula en el hígado y puede provocar inflamación y cicatrices. Se calcula que esta enfermedad, conocida hasta hace poco como hígado graso no alcohólico, afecta a casi 4 de cada 10 personas en todo el mundo. En Estados Unidos es el motivo por el que más rápidamente se requieren trasplantes de hígado.
Es posible detener su progresión o incluso revertir los daños, pero a menudo no se diagnostica a los pacientes hasta que es demasiado tarde.
“Es en gran medida asintomática, hasta que deja de serlo”, dijo Meena Bansal, jefa de la división de enfermedades hepáticas de la Facultad de Medicina Icahn de Mount Sinai de Nueva York. “Y normalmente, cuando es sintomática, está bastante avanzada”.
¿Qué es la enfermedad de hígado graso no alcohólica?
Las personas con MASLD tienen exceso de grasa en el hígado y uno o más factores de riesgo metabólico, que incluyen obesidad, hiperglucemia e hipertensión arterial.
Aproximadamente uno de cada cuatro pacientes padece una forma más avanzada denominada esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica o MASH. En esta enfermedad, la acumulación de grasa ha provocado inflamación, daño celular y, en algunos casos, cicatrices en el hígado. Según dijo Bansal, hasta una de cada cinco personas con MASH evoluciona a cirrosis, que puede provocar insuficiencia hepática y aumentar el riesgo de cáncer de hígado.
“Incluso con cirrosis, los pacientes pueden no sentirse mal durante años”, dijo Mary Rinella, directora de enfermedades metabólicas y del hígado graso de la Universidad de Medicina de Chicago. Sin embargo, cuando la función hepática empieza a declinar, los pacientes pueden acumular líquido en el abdomen, desarrollar ictericia o experimentar confusión causada por la acumulación de toxinas en el torrente sanguíneo.
¿Quién está en riesgo?
Según dijeron los hepatólogos, los pacientes con diabetes de tipo 2 u obesidad, sobre todo los que tienen exceso de grasa abdominal, son los que corren mayor riesgo. En estos pacientes, la resistencia a la insulina y el consumo excesivo de calorías, sobre todo de grasas saturadas y carbohidratos, pueden provocar una acumulación de grasa en el hígado que lo haga susceptible de sufrir lesiones. Además, la propia grasa libera sustancias químicas que causan inflamación y dañan las células hepáticas.
Las personas latinas corren un mayor riesgo porque son más propensas que la población general a tener problemas metabólicos y a ser portadoras de una variante genética que puede provocar la acumulación de grasa en el hígado, dijo Arun Sanyal, director del Instituto Stravitz-Sanyal de Enfermedades Hepáticas y Salud Metabólica de la Facultad de Medicina de la Universidad Virginia Commonwealth.
El hígado intenta curar el daño produciendo colágeno, que cicatriza sobre el tejido lesionado.
Sin embargo, si la grasa y la inflamación siguen dañando el hígado, “poco a poco se irán acumulando más y más cicatrices”, explicó Bansal. Esto se denomina fibrosis, que los médicos clasifican en una escala de cero a cuatro, siendo el estadio cuatro la cirrosis. (La cirrosis también puede deberse al consumo excesivo de alcohol a lo largo del tiempo).
Los médicos pueden identificar a los pacientes con riesgo de enfermedad avanzada mediante la puntuación FIB-4, que se calcula con pruebas de laboratorio rutinarias. Sin embargo, Sanyal dijo que, dado que este tipo de pruebas no está muy extendido, a menudo no se diagnostica a los pacientes hasta que sufren complicaciones de la cirrosis. “Esta persona no se despertó con cirrosis”, dijo Sanyal. “Tarda más de 20 años en desarrollarse”.
Cuando Frank fue diagnosticada, la enfermedad ya no tenía tratamiento. Murió cinco semanas después.
¿Cómo se puede revertir?
La MASLD en fase inicial puede revertirse mediante la pérdida de peso y cambios en la dieta. Si la acumulación de grasa y la inflamación dejan de dañar el hígado, el órgano puede volver a la normalidad.
Los médicos recomiendan la dieta mediterránea, junto con al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico y entrenamiento de resistencia.
Se ha demostrado que la cirugía bariátrica revierte la fibrosis, y muchos médicos tienen la esperanza de que fármacos para adelgazar como Ozempic también puedan ayudar a detener la progresión de la enfermedad hepática. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha aprobado recientemente un fármaco, el resmetirom, que puede tratar la fibrosis en estadio 2 o 3 al detener la inflamación y reducir la cicatrización del hígado.
Los cambios en el estilo de vida ayudaron a Shawanna James-Coles, administradora de un distrito escolar de Pensilvania, a controlar su enfermedad. Tras ser diagnosticada de hígado graso no alcohólico y fibrosis en estadio 2-3 en 2021, empezó a trabajar con un médico y un nutricionista para hacer pequeños cambios, como hacer yoga en silla antes del trabajo y dar paseos diarios. Controló su ingesta de carbohidratos y azúcares y sustituyó la avena instantánea que tanto le gustaba desayunar por una tortilla.
James-Coles perdió 22 kilos y su fibrosis está ahora en estadio 0-1. “Lo fundamental va a ser el mantenimiento”, dijo.
©The New York Times 2024