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Kristofferson, fallecido el sábado a los 88 años, se convirtió en una especie de conciencia comunitaria de la música country, al tiempo que ayudaba a entablar relaciones con el resto de la música popular.
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Kris Kristofferson era un hombre que, con facilidad, era relacionado con el mito.
¿Una vez tomó el control de un helicóptero de la Guardia Nacional para aterrizar en casa de Johnny Cash y mostrarle algunas canciones para que se planteara grabarlas? (claro que lo hizo, aunque Johnny no estaba en casa). ¿No sabía que Janis Joplin, con la que había estado saliendo, había grabado su canción "Me and Bobby McGee" pocos días antes de su muerte? (no lo sabía; el tema, lanzado póstumamente, se convirtió en su único número 1). ¿Se enfrentó una vez aToby Keith, el patriotero en jefe de la música country, por su fanfarronería interpretativa y le preguntó: "¿Alguna vez le has quitado la vida a otro hombre y luego has cobrado el cheque que te dio tu país por hacerlo? No, no lo has hecho" (parece que algo de eso sucedió, pero depende de a quién le creas).
A partir de mediados de la década de 1960, cuando llegó a Nashville como aspirante a compositor, Kristofferson, fallecido el sábado a los 88 años, se convirtió en una especie de conciencia comunitaria de la ciudad y del negocio de la música country, al tiempo que ayudaba a entablar relaciones con el resto de la música popular.
Era conocido sobre todo como compositor, con canciones que combinaban el folk mundano con un toque literario. Cuando las cantaban algunas de las mayores estrellas del country de esa época --como Cash, Ray Price, Roger Miller, Ray Stevens, Bobby Bare--, alejaban inexorablemente al género de los cantantes pulidos y aplomados con abrigos deportivos y lo acercaban a un territorio más espinoso, más próximo al renacimiento del folk de la década de 1960.
Los protagonistas de las mejores canciones de Kristofferson eran víctimas oprimidas de sus propias malas decisiones: "Sunday Mornin' Comin' Down", cuya versión más conocida fue cantada por Cash, muestra al cantante luchando por encontrar "mi camisa sucia más limpia" a la mañana siguiente de una juerga de sábado por la noche. "Once More With Feeling", escrita con Shel Silverstein y cantada por Jerry Lee Lewis, cuenta la historia de una relación que se ha quedado sin gasolina a través de las súplicas de un hombre desesperado por ser engañado, aunque solo sea por un momento: "Cariño, haz como si me estuvieras haciendo creer/ Cada palabra que dices".
"Me and Bobby McGee" --grabada inicialmente por Miller, pero convertida en un éxito por Joplin-- era la historia de dos vagabundos que se alejan uno del otro, anclados en el proverbio secular tantas veces repetido: "La libertad solo es otra palabra para decir que no hay nada que perder".
Toda el aura de Kristofferson podía ocultar el hecho de que, como artista discográfico, era popular, pero no era una superestrella. Sus únicos álbumes en solitario que alcanzaron el Top 10 en la lista de country fueron los primeros, de principios de la década de 1970. Tuvo exactamente un éxito country número 1 en solitario: "Why Me", que filtraba su característica desesperación en clave gospel.
La mayor parte de la última parte de su carrera se caracterizó más por la actuación que por la música. Kristofferson, delgado y apuesto, con la seguridad de un exatleta, llegó rápidamente al estrellato cinematográfico. Tanto en la pantalla como en el escenario, tenía el aire de alguien que sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a contar, lo que le convertía en un actor natural a la hora de interpretar a rompecorazones con problemas (Ha nacido una estrella) y a mentores canosos (Blade).
Sin embargo, conservó cierto poder e influencia en la música country, donde su condición de veterano sabio perduró hasta bien entrada la década de 1980. Fue miembro de los Highwaymen, junto a Cash, Willie Nelson y Waylon Jennings (de los cuatro, Kristofferson había sido con diferencia el que menos éxito había tenido como artista discográfico). En un giro interesante, los antiguos forajidos se habían convertido en iconos institucionales, al tiempo que conservaban su encanto andrajoso. Sus dos primeros álbumes, en especial, fueron cartas de amor generacionales que unían astutamente a los rebeldes con los veteranos, subrayando lo borrosas que habían sido siempre esas líneas.
Que Kristofferson sería una de las voces encargadas de esa historia nunca fue una garantía. Sus primeros encuentros con la vieja guardia de Nashville no fueron muy alentadores. Esa tensión se personificó en los premios de la Asociación de Música Country de 1970, donde ganó el premio a la canción del año por "Sunday Mornin' Comin' Down".
En una sala llena de la sonriente vieja guardia de Nashville, Kristofferson, con una chaqueta de gamuza negra y el pelo hasta los hombros bailándole alrededor de la cara, bajó por el pasillo en parte a trompicones. Recibió el premio de manos de Roy Clark, presentador de "Hee Haw" y conocedor por excelencia de Nashville, quien empujó a un reticente Kristofferson hacia el micrófono para que pronunciara su discurso.
¿Miró a la cámara? (no lo hizo) ¿Estaba colocado? (muchos sospecharon que sí, pero luego dijo que solo estaba nervioso) ¿Regresó a estar en el público como si huyera de los focos? (desde luego que sí).
Jon Caramanica es crítico de música pop para el Times y presentador del pódcast Popcast. También escribe la columna para hombres Critical Shopper para la sección Styles. Anteriormente trabajó para la revista Vibe y escribió para Village Voice, Spin, XXL y más. Más de Jon Caramanica