Hassan Nasrallah, líder de Hizbulá, es asesinado a los 64 años

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Hassan Nasrallah, líder de la organización militante Hizbulá en Líbano durante más de tres décadas y quien la convirtió en una fuerza política nacional y en una potencia militar regional con misiles balísticos que podían amenazar a Tel Aviv, fue asesinado el viernes en intensos ataques aéreos israelíes cerca de Beirut. Tenía 64 años.

Tanto Hizbulá como Israel anunciaron su muerte el sábado. Funcionarios israelíes habían dicho que Nasrallah era el objetivo del ataque, que sacudió la zona conocida como Dahiya, una densa área urbana al sur de Beirut, con una fuerza tan violenta que los residentes huyeron despavoridos mientras una gigantesca nube en forma de hongo se elevaba sobre la ciudad.

Durante casi dos décadas, desde que Hizbulá libró una guerra de un mes contra Israel en 2006, Nasrallah había evitado en gran medida las apariciones públicas y el uso del teléfono por temor a ser asesinado.

En las últimas semanas, Israel había llevado a cabo repetidos ataques aéreos en la misma zona para matar a otros altos mandos de Hizbulá, entre ellos algunos miembros fundadores que llevaban en la organización desde su creación a principios de la década de 1980 para luchar contra la ocupación israelí del sur de Líbano.

Nasrallah se hizo cargo del grupo en 1992, a los 32 años, después de que un cohete israelí matara a su predecesor. Con el paso de los años, su barba negra se volvió blanca bajo el turbante negro que lo identificaba como un venerado clérigo musulmán chií y un sayyid, un hombre cuya ascendencia se remonta al profeta Mahoma.A lo largo de su carrera, se aferró a su mensaje central: que Israel era una presencia extranjera y amenazadora en la región que había que eliminar, y que era tarea de todo musulmán contribuir a la lucha.

En Líbano, Nasrallah desarrolló una fuerza de miles de combatientes de base --maestros de escuela, carniceros y camioneros-- y utilizó la religión para inspirarlos a luchar hasta la muerte, según los analistas, diciéndoles que tendrían un lugar garantizado en el cielo.

Como jefe de la milicia más poderosa que Irán ayudó a construir en la región --y una de las fuerzas no estatales más fuertemente armadas del mundo--, Nasrallah extendió el alcance del grupo mucho más allá del Líbano. Los combatientes de Hizbulá contribuyeron decisivamente a apuntalar el gobierno de otro aliado, el presidente Bashar al Asad, en Siria, cuando se vio amenazado por un levantamiento popular que comenzó en 2011. Designada organización terrorista por Estados Unidos, Hizbulá ha ayudado a entrenar a combatientes de Hamás, así como a milicias en Irak y Yemen.

En Líbano, Nasrallah gozaba de una enorme devoción por parte de la base musulmana chií de Hizbulá, que veía en él a un carismático líder religioso y político, y a un estratega militar que había dedicado su vida a la "resistencia", es decir, a la lucha contra Israel y la influencia estadounidense en Medio Oriente.

Para los israelíes, sin embargo, era un terrorista odiado que representaba una amenaza perpetua en su frontera del norte y, a lo largo de los años, hizo gala de una implacable persecución de sus objetivos.

En sus discursos, especialmente en los años anteriores a la disminución de sus apariciones públicas, a menudo se hacía eco de la feroz retórica antiisraelí y antiestadounidense que se había convertido en una marca registrada de la revolución islámica de Irán. "Es una presencia cancerígena", dijo de Israel durante un mitin en 2013 con motivo del Día de Jerusalén, una festividad de inspiración iraní dedicada a pedir la liberación de Jerusalén, algo que, de todos modos, hacía todo el tiempo. "Todos sabemos que la naturaleza del cáncer es extenderse por el cuerpo y matar. Y la única solución para el cáncer es arrancarlo de raíz, no rendirse ante él y no darle ninguna oportunidad".

A menudo se refería a Israel como "la entidad sionista" y sostenía que los judíos llegados de otros países durante décadas debían regresar a sus naciones de origen, y dijo que Israel debía ser sustituido por el Estado de Palestina, con igualdad para todos los residentes.

"Israel representa un enorme y permanente problema para todos los Estados y los pueblos de esta región y sus capacidades, decisiones, seguridad, dignidad, estabilidad y soberanía", dijo en el mismo discurso de 2013.

Las autoridades de Israel y otros solían seguir de cerca sus discursos en busca de indicaciones sobre sus futuros planes.

Era conocido, según la tradición árabe, como Abu Hadi o padre de Hadi. Su hijo mayor, Hadi, tenía 18 años cuando murió en septiembre de 1997 en un tiroteo con los israelíes. El apodo recordaba la credibilidad personal de Nasrallah y su compromiso con la lucha. Se cree que le sobreviven su esposa y otros cuatro hijos, entre ellos una hija.

"Es una especie de encarnación física de esta causa. Sacrificó a su hijo, su vida entera", dijo Amal Saad, experto en Hizbulá y profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad de Cardiff. "La gente lo ve como una figura heroica, casi mítica, que encarna todos los atributos de la justicia y la liberación".

Yoel Guzansky, quien sirvió en el Consejo de Seguridad Nacional de Israel y ahora es miembro sénior del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, describió a Nasrallah tanto como "un asesino horrible" como "muy inteligente".

"Es un estratega", dijo Guzansky antes de que se anunciara la muerte de Nasrallah, y añadió que tenía un profundo conocimiento de la política israelí, la cual utilizaba para tratar de influir en la opinión pública israelí para que presionara a su gobierno. "Es un maestro en lo que hace".

En 1983, los atentados suicidas contra la embajada de EE.UU. en Beirut, primero, y contra los cuarteles de las fuerzas de paz estadounidenses y francesas, después, mataron al menos a 360 personas, entre ellas 241 integrantes del ejército estadounidense. Los atentados fueron reivindicados por la Organización de la Yihad Islámica, considerada precursora de Hizbulá, y algunos de los sospechosos de planearlos se convirtieron más tarde en altos mandos bajo las órdenes de Nasrallah.

En la jerarquía del clero musulmán chiita, Nasrallah era un hoyatoleslam bastante ordinario, un escalón por debajo de un ayatolá, y muy por debajo de un mujtahid, o "fuente de emulación", a seguir como guía. Se cree que vivía modestamente y que rara vez se relacionaba fuera de los círculos dirigentes de Hizbulá.

Nasrallah era uno de los oradores más característicos del mundo árabe, con un sólido dominio del árabe clásico que aderezaba con frases comunes libanesas. A sus discursos añadía referencias a la recuperación de la virilidad árabe perdida, un mensaje que hallaba eco en toda una región que sufría una sensación de impotencia frente a Israel y sus poderosos patrocinadores occidentales.

Daba la impresión de ser menos adusto que la mayoría de los clérigos chiitas, en parte por su figura regordeta, su ligero ceceo y su propensión a bromear. Nunca impulsó normas islámicas de línea dura, como el velo para las mujeres en los barrios controlados por Hizbulá. Los analistas lo atribuyen a que en su juventud estuvo en contacto con muchas de las 17 sectas religiosas del Líbano y a su deseo de no aislar a los libaneses fuera de la base religiosa chiíta de Hizbulá.

Podía ser afable y amenazador a la vez.

Walid Jumblatt, jefe de la secta drusa y en ocasiones crítico declarado de Nasrallah, dijo en una ocasión que la combinación le resultaba inquietante. "A veces los ojos de la gente le traicionan", dijo. "Cuando está tranquilo, se ríe. Es muy simpático. Pero cuando está un poco tenso, te mira a los ojos ferozmente con ojos de fuego".

El Estado dentro del Estado que Nasrallah ayudó a construir con financiación iraní y de expatriados mientras Líbano luchaba por salir de una larga guerra civil que terminó en 1990 incluía hospitales, escuelas y otros servicios sociales. En un país en el que el gobierno luchaba por mantener el servicio eléctrico y recoger la basura, la capacidad de organización de Hizbulá representó gran parte de su eficacia y contribuyó a aumentar su popularidad.

En 2000, se ganó un nuevo respeto en Líbano y más allá después de que años de guerra de guerrillas obligaron al ejército israelí a retirarse de una franja del sur de Líbano que controlaba desde que invadió el país en 1982.

En 2005, el primer ministro Rafik Hariri fue asesinado por un enorme camión bomba suicida en el centro de Beirut. Un tribunal internacional imputó posteriormente a cuatro integrantes de Hizbulá, aunque finalmente solo uno fue condenado en ausencia. Se cree que el asesinato fue organizado por el gobierno sirio, decidido a frustrar los intentos de Hariri de aflojar el control de las fuerzas de seguridad sirias sobre el país. Nasrallah advirtió a los libaneses que no cooperaran con el tribunal.

La guerra de 2006, que Hizbulá desencadenó al capturar a dos soldados israelíes durante una incursión transfronteriza, se prolongó durante 34 días y causó una destrucción generalizada y más de 1100 muertos en Líbano y 150 en Israel, pero acabó reforzando la posición de Hizbulá en la región.

La guerra terminó con la declaración de victoria de ambos bandos, y Hizbulá fue elogiado en todo el mundo árabe por luchar frontalmente contra Israel y no perder. Tras la guerra, admiradores de El Cairo, Damasco y otras capitales árabes exhibieron públicamente su fotografía, y Nasrallah se disculpó ante los libaneses diciendo que habría evitado la guerra de haber sabido lo destructiva que sería. Fue un inusual acto de contrición por parte de un líder árabe.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución que exigía el desarme de Hizbulá y que solo una fuerza de las Naciones Unidas y el ejército libanés se desplegaran en el sur del Líbano. Hizbulá rechazó ambas exigencias, argumentando que sus armas eran necesarias para defender a Líbano de Israel. Los críticos calificaron esta postura de pretexto para que Hizbulá mantuviera las armas que habían dado al grupo un papel preponderante en la política libanesa.

En 2008, el gobierno libanés desmanteló la red privada de comunicaciones de Hizbulá, una medida que Nasrallah calificó de declaración de guerra al grupo. Los combatientes del grupo irrumpieron en el occidente de Beirut, desalojando a los combatientes que apoyaban al gobierno en mortíferas batallas en las calles. Los detractores de Hizbulá consideraron una traición que el grupo dirigiera sus armas contra otros libaneses y una prueba de que su objetivo no era únicamente luchar contra Israel.

Al enviar combatientes para defender a Asad, aliado de Irán, Nasrallah enmarcó el conflicto como parte de la lucha contra Israel, y llegó a afirmar que "el camino a Jerusalén" pasaba por Alepo, una ciudad siria a 290 kilómetros en sentido contrario. Los críticos árabes fustigaron a Hizbulá por combatir e imponer dolorosos asedios a compatriotas musulmanes mientras mantenía en calma la frontera de Líbano con Israel.

Nasrallah inicialmente trató de mantenerse al margen de la desordenada política interna del Líbano, pero eso resultó imposible a medida que los miembros de su partido aceptaban puestos en el gabinete y ganaban más y más escaños en el Parlamento. Su prestigio recibió otro golpe en Líbano en 2019, cuando manifestantes salieron a las calles para denunciar a la clase dirigente notoriamente corrupta del país en medio de un doloroso colapso económico. Algunos manifestantes colgaron efigies de Nasrallah junto a las de otras figuras políticas, considerándolo parte del grupo cuyas políticas egoístas habían arruinado al país.

Después de que una gran reserva de nitrato de amonio almacenada en un hangar del puerto de Beirut explotó en agosto de 2020, matando a más de 120 personas y dañando los barrios cercanos, Nasrallah trabajó junto a políticos libaneses para paralizar la investigación oficial, ya que ésta se centraba en algunos aliados políticos de Hizbulá. La investigación nunca se completó.

Nacido en 1960 en Beirut, Nasrallah creció en un barrio mixto de armenios cristianos empobrecidos, drusos, palestinos y chiitas, donde su padre tenía un puesto de verduras. El estallido de la guerra civil en 1975 obligó a la familia a huir a su pueblo natal en el sur.

El mayor de nueve hermanos, profundamente devoto desde muy joven, se marchó a la hawza o seminario chiita más famoso de Nayaf, Irak. Huyó en 1978 un paso por delante de la policía secreta de Sadam Husein y regresó a Líbano para unirse a Amal, en ese momento una nueva milicia chiita. A sus 20 años, se convirtió en su comandante en el valle de Bekaa.

Estudió brevemente en un seminario de Ghom, Irán, en 1989, y consideraba que la Revolución Islámica iraní liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini en 1979 era el mejor modelo para que los chiitas pusieran fin a su histórica condición como grupo de segunda clase en el mundo musulmán.

La seguridad en torno a Nasrallah había sido extraordinaria desde hace tiempo. Cuando concedió una inusual entrevista a The New York Times en 2002, el reportero y el fotógrafo tuvieron los ojos vendados y fueron conducidos por los suburbios del sur de Beirut durante un breve espacio de tiempo antes de la reunión. A continuación, su equipo de seguridad inspeccionó absolutamente todo lo que iba a ingresar en la sala, incluso desenroscando los bolígrafos para asegurarse de que solo contenían tinta.

Hizbulá empezó a disparar contra Israel el 8 de octubre del año pasado, un día después de que comenzara la guerra en Gaza, y desde entonces ambas partes han mantenido intercambios ofensivos. A pesar de la amenaza constante de una guerra a gran escala, Nasrallah parecía reacio a desatar todo el arsenal de Hizbulá, estimado en decenas de miles de misiles, dado que muchos libaneses, cansados de los agobiantes problemas económicos y el caos general, podrían haber penalizado al partido por arrastrarles a una guerra no deseada. También parecía que Irán tenía la esperanza de evitar gastar un arsenal concebido como su línea de defensa avanzada contra cualquier ataque israelí.

El 19 de septiembre, en sus últimas declaraciones televisadas, culpó a Israel de las explosiones de bípers y walkie-talkies que mataron a decenas de sus soldados de infantería e hirieron a varios miles más en los días anteriores. "El castigo llegará", dijo. "Su forma, tamaño, cómo y dónde son cosas que sin duda guardaremos para nosotros, en los círculos más estrechos incluso entre nosotros".

Neil MacFarquhar es reportero del Times desde 1995, y ha escrito sobre una amplia gama de temas, desde la guerra a la política, pasando por las artes, tanto a escala internacional como en Estados Unidos. Más de Neil MacFarquhar

Ben Hubbard es el jefe de la oficina de Estambul, que cubre Turquía y la región circundante. Más de Ben Hubbard

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