'Hoy sostengo que soy un violador': Dominique Pelicot declara ante un tribunal francés

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Acusado de invitar a extraños a violar a su esposa mientras ella estaba drogada, Pelicot subió al estrado por primera vez en el juicio que ha conmocionado Francia.

Dominique Pelicot declaró el martes por primera vez en un juicio que ha conmocionado y horrorizado a Francia, y dijo que no tenía "nada más que amor" por su esposa, pero que una adicción al sexo lo controlaba, y que no pudo evitar drogarla y violarla, y llevar a otros hombres a su casa para violarla junto con él mientras ella estaba inconsciente.

Pelicot, de 71 años, añadió que su enfermedad se originó por episodios traumáticos de su infancia, en particular una agresión sexual que dijo haber sufrido a los 9 años, cuando ingresó en el hospital con una herida en la cabeza y una enfermera lo agredió sexualmente. Su mujer, dijo, lo había salvado de ese horror durante mucho tiempo.

"Ella no se merecía esto, lo reconozco", dijo entre lágrimas sentado en el estrado, con la voz tan débil que el tribunal tenía dificultades para oírlo.

"Me arrepiento de lo que hice y pido perdón, aunque sea imperdonable", dijo después, dirigiéndose a su exmujer, Gisèle Pelicot, que estaba de pie en medio del tribunal y lo miraba directamente mientras testificaba.

Incluido Pelicot, unos 51 hombres están siendo juzgados juntos, la mayoría acusados de violación con agravantes a Pelicot. Uno de ellos se ha declarado culpable de drogar a su propia esposa para violarla y de invitar a Pelicot a su casa para hacer lo mismo mientras estaba drogada.

La comparecencia de Pelicot el martes fue una sorpresa. Apenas una semana después de iniciarse el juicio, cayó tan enfermo que faltó cuatro días a la audiencia, hasta que el juez titular finalmente la aplazó. A Pelicot le diagnosticaron cálculos renales, una infección de riñón y problemas de próstata.

Tras enviar expertos médicos para evaluarlo el lunes, el juez principal del tribunal de Aviñón, Roger Arata, dictaminó que Pelicot estaba en condiciones de asistir, sentado en una silla cómoda y con pausas regulares para descansar.

Los acusados llenan los bancos del tribunal. Dieciocho de ellos se sientan en dos palcos de cristal, uno construido especialmente para el juicio. El resto llega a diario, ocultando sus rostros tras mascarillas médicas y gorras de béisbol colocadas hasta abajo, caminando junto a una creciente fila de periodistas y espectadores.

Son una muestra representativa de la clase trabajadora y media de la Francia rural, con edades comprendidas entre los 26 y los 74 años; entre ellos hay camioneros, militares, un enfermero, un informático y un periodista. La mayoría están acusados de ir a la casa de la pareja de jubilados en la localidad de Mazan y violar a Pelicot una vez. Unos cuantos están acusados de volver y violarla repetidamente.

Más de una decena han admitido su culpabilidad, entre ellos Pelicot. Pero los abogados de muchos otros han alegado que sus clientes no tenían intención de violar a Pelicot. Los abogados de varios han dicho que los engañaron haciéndoles creer que se estaban uniendo a un trío sexual entre adultos con consentimiento y que ella solo fingía dormir.

Durante las dos últimas semanas, muchos de los más de 40 abogados presentes en el juzgado han descrito a Pelicot como un maestro de la manipulación, que supervisaba la escena del dormitorio como un director de cine, engatusando a los hombres, mintiéndoles e incitándolos a seguir adelante.

"Sin la intención de cometerla, no hay violación", dijo en una entrevista Guillaume De Palma, abogado que representa a seis de los acusados. Sus clientes, dijo, habían ido a casa de los Pelicot una sola vez, creyendo que Pelicot estaba de acuerdo. Ninguno de ellos sabía que había sido drogada, dijo.

"Los estaban filmando. Así que no había razón para pensar que se trataba de una violación", dijo, añadiendo que la idea de aceptar ser filmados mientras cometían una violación era "surrealista".

Con voz cada vez más fuerte a medida que avanzaba la mañana, Pelicot se dirigió a sus compañeros acusados.

"Hoy sostengo que soy un violador, como los que están en esta sala", dijo, vestido con una chaqueta gris cerrada hasta arriba. "Todos ellos conocían su estado antes de venir, lo sabían todo. No pueden decir lo contrario".

Más tarde, sus palabras provocaron asombro en el juzgado entre abogados y acusados: "Venían a buscarme. Me preguntaban y dije que sí. Aceptaron, vinieron. No esposé a nadie para que viniera a mi casa".

Hasta el impacto que supuso la detención de Pelicot, la familia se consideraba muy unida, a menudo se visitaban y pasaban las vacaciones juntos. Según sus descripciones, nadie sospechaba nada. Pelicot convino en que era "una familia ideal", y añadió: "Solo yo no lo era".

Negó rotundamente las acusaciones hechas anteriormente, por su hija y la exmujer de su hijo menor, de que alguna vez hubiera tocado indebidamente --o intentado tocar-- a su hija o a sus nietos.

"Cuando uno ha sufrido de niño lo que yo sufrí, no se siente en absoluto tentado por ese tipo de cosas", dijo. "Nunca he tocado a un niño. Nunca tocaría a uno".

De adolescente, también se vio obligado a presenciar una violación en grupo cuando trabajaba como aprendiz de electricista en una obra, dijo. "No busco excusas, pero estos son los hechos", dijo.

Los fiscales reconstruyeron el caso después de que Pelicot fue detenido en septiembre de 2020 por filmar bajo las faldas de las mujeres que compraban en una tienda de comestibles. La policía incautó sus dispositivos electrónicos y una laptop en su domicilio, descubriendo un primer lote de videos y fotos, que condujeron a su detención en noviembre por delitos más amplios.

Finalmente, la policía descubrió más de 20.000 videos y fotos en las computadoras y discos duros de Pelicot, muchos de ellos fechados y etiquetados, en una carpeta titulada "abusos". Se espera que algunos de los videos se muestren durante el juicio como prueba.

Al explicar por qué había captado los videos, los había editado en una gigantesca biblioteca digital y los había titulado todos, Pelicot dijo: "En parte por placer, pero también por seguridad. Gracias a eso, pudimos encontrar a todos los que participaron".

Gisèle Pelicot, quien se ha divorciado de Pelicot y ha renunciado a su antiguo apellido pero lo utiliza en el juicio, tenía derecho, según la legislación francesa, a permanecer en el anonimato y a que el caso se juzgara en privado. En lugar de ello, tomó la decisión, relativamente poco frecuente, de pedir que se hiciera público.

Según dijeron sus abogados, quería trasladar la vergüenza a los acusados, y declaró que esperaba que su historia ayudara a otras víctimas de abusos bajo sumisión química.

Durante su desgarrador testimonio, Pelicot describió a su exmarido como el amor de su vida. Se conocieron a los 19 años y pronto construyeron una vida juntos, teniendo tres hijos y luego siete nietos, que la visitaban a menudo. Dijo que no tenía ni idea de que había sido drogada o maltratada.

El martes se sentó ante el tribunal y escuchó, poniéndose a menudo los lentes de sol para ocultar sus emociones. Cuando se le preguntó si quería responder al testimonio de su exmarido, volvió a subir al estrado y dijo al tribunal que le resultaba difícil escuchar todo aquello. Llevaban 50 años juntos, dijo, y "nunca podría haber imaginado ni por un solo segundo que pudiera cometer estos actos de violación".

"Confiaba plenamente en este hombre", añadió.

Sin embargo, durante muchos años había sufrido síntomas inquietantes que le hicieron temer que tuviera un tumor cerebral o que estuviera desarrollando alzhéimer: pérdida de cabello y de peso, y grandes lagunas en su memoria, con días y noches enteras en blanco.

A raíz de su decisión de testificar públicamente, se ha convertido en un icono feminista y en una heroína de las sobrevivientes de agresiones sexuales en Francia. Miles de mujeres la apoyaron durante el fin de semana en actos celebrados en todo el país. Se han colocado carteles y pintas callejeras en su honor, no solo en Aviñón, sino también en otros puntos en Francia.

Cada día llegan tantas personas al tribunal para presenciar el juicio que a menudo se forma una fila ante la puerta de una segunda sala, donde se proyectan los debates en una gran pantalla de televisión. El martes, formaron una línea en el camino entre el juzgado y la salida durante el almuerzo para aplaudir y vitorear a Pelicot a su paso.

A principios de esta semana, Pelicot se detuvo brevemente para agradecer el apoyo.

"Gracias a todos ustedes, tengo la fuerza para librar esta batalla hasta el final", dijo a una batería de cámaras y micrófonos extendidos hacia ella. Ofreció un mensaje a las víctimas de violencia sexual de todo el mundo.

"Miren a su alrededor", dijo. "No están solas".

Catherine Porter es reportera internacional del Times y cubre Francia. Está afincada en París. Más de Catherine Porter