Lo que un kínder para cachorros reveló sobre criar a perros excepcionales

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(A Conversation With)

La mayoría de los estudiantes del Edificio de Ciencias Biológicas de la Universidad Duke intentan dominar las sutilezas de la biología celular, la genética o la evolución.

En una clase, sin embargo, los alumnos aprenden lecciones totalmente distintas, como a sentarse educadamente y caminar tranquilamente con correa. Estos alumnos peludos están matriculados en el Duke Puppy Kindergarten, un proyecto de investigación que estudia cómo los perros se convierten en lo que son.

Cada semestre llega una nueva clase de cachorros de Canine Companions, una organización sin ánimo de lucro que entrena perros de servicio. A lo largo de 12 semanas, los perros participan en juegos diseñados para evaluar su temperamento y sus capacidades cognitivas. El objetivo es aprender a criar e identificar perros que puedan realizar tareas como ayudar a niños con discapacidades o a veteranos con trastorno de estrés postraumático.

El proyecto está dirigido en parte por Brian Hare, antropólogo evolutivo y científico cognitivo que dirige el Centro de Cognición Canina de Duke.

Hare y su mujer, Vanessa Woods, investigadora científica del centro, describen el estudio en su nuevo libro, "Puppy Kindergarten". Hablaron con The New York Times en una videollamada mientras un labrador retriever de 10 meses llamado Neutron descansaba a sus pies. Esta conversación ha sido resumida y editada para mayor claridad.

P: Llevan mucho tiempo estudiando a los perros. ¿Qué les llevó a enfocarse en los cachorros en particular?

BRIAN HARE: Existe un gran problema en el mundo de los perros de trabajo, ya que el enfoque actual consiste en criar montones y montones de perros y no saber realmente si van a ser capaces de realizar esos trabajos sino hasta que tienen 2 años. ¿Y si pudiéramos predecir, antes de que los perros empiecen su adiestramiento, qué perro tiene más probabilidades de lograrlo?

P: ¿Y criaron a estos perros de dos maneras diferentes?

VANESSA WOODS: Tuvimos 101 cachorros. La mitad de ellos se criaron con normalidad: se iban a casa con una familia y venían cada dos semanas para las pruebas. El segundo grupo se crio en condiciones de "supersocialización". Sabemos que privar a los cachorros de socialización tiene todo tipo de consecuencias negativas. ¿Y si los supersocializamos? Entonces empezamos el kínder para cachorros.

Cada cachorro de la guardería tiene tres o cuatro "padres", alumnos con los que se van a casa. Van rotando por la residencia. Luego los dejan por la mañana, como en la escuela, y tenemos una rotación de unos 100 voluntarios. Salieron a la comunidad de Duke con los cachorros. Fueron a la biblioteca. Visitaron a las enfermeras de pediatría del hospital. Fueron al comedor. Y luego comparamos los dos grupos.

HARE: Para nuestras medidas cognitivas, las dos formas diferentes en que los criamos no tuvieron absolutamente ningún impacto. Yo no habría predicho eso.

P: ¿Cómo se explica eso?

HARE: Hay un umbral. Nuestra conclusión no es que "no importa cómo críes a tu perro". Pero cuando superas un umbral de socialización responsable --que es "voy a sacar a mi perro a pasear, y conocerá a gente nueva y perros nuevos"--, exagerar eso no tiene realmente ningún beneficio añadido medible.

WOODS: Son buenas noticias. Eres lo suficiente para criar a tu cachorro. No necesitas a 100 estudiantes universitarios.

P: Dirigir un kínder de cachorros parece un trabajo de ensueño. ¿Lo era?

WOODS: Vienen todos los cachorros y es genial. Hacia el final del semestre, piensas: "Ah, Dios mío, estoy tan cansada". Nadie cría cachorros de esta manera por una razón. Su autocontrol no llega hasta que tienen entre 10 y 12 semanas. Entonces comienzan la dentición, y luego tienen un repunte de energía. Y es una locura.

HARE: Los crías; por fin duermen; pueden ir al baño afuera. Y luego se gradúan, y lo hacemos todo de nuevo. Fue un trabajo de ensueño, pero es un sueño agotador.

WOODS: El objetivo del proyecto era ver el impacto que tendríamos en los perros. Lo que no esperábamos es lo que iba a suponer para la comunidad universitaria. La gente adoraba a estos cachorros. Tenemos datos de encuestas de antes y después. Los cachorros son la clave de la felicidad.

HARE: El 10 por ciento del alumnado se ofreció como voluntario. Acabó reuniendo a gente de todo el campus, personas que nunca se habrían conocido pero que tenían interés común por los perros.

P: Descubrieron que distintas capacidades cognitivas se desarrollan en momentos diferentes. ¿Pueden darme algunos ejemplos?

HARE: Cuando los cachorros tienen entre 8 y 9 semanas, se ponen en marcha aspectos como el seguimiento de gestos humanos, la memoria básica y las capacidades perceptivas. Entre las 10 y las 12 semanas, los cachorros empiezan a tener su primer éxito con una tarea sencilla de autocontrol. También empiezan a establecer mucho contacto visual con las personas.

Después, a las 13 o 14 semanas, ocurren dos cosas más complicadas. Dominan una tarea de autocontrol realmente difícil. Y empiezan a dominar una tarea de razonamiento causal, en la que tienen que entender que los objetos sólidos no pasan unos a través de otros.

Luego está la cuestión de cuándo alcanzan lo que sería un rendimiento de nivel adulto. Su capacidad para entender gestos, por ejemplo, alcanza el nivel adulto en una semana. Es asombroso. El autocontrol toma muchas semanas.

P: ¿Cuáles son las conclusiones para los dueños de mascotas?

WOODS: Una de las cosas que aprendí fue que jugar con cachorros es muy interesante. Incluso sometimos a experimentos a nuestro viejo perro, Tassie, porque necesitábamos un sujeto piloto. Tassie tenía una memoria terrible.

HARE: Pero era muy empático. Y creo que esa es una de las cosas realmente importantes: ama a tu perro por lo que es. Todos van a ser diferentes. Pero son maravillosos.

Brian Hare, antropólogo evolutivo y científico cognitivo que dirige el Centro de Cognición Canina de Duke, y Vanessa Woods, investigadora científica del centro, con varios cachorros en Durham, Carolina del Norte, el 30 de agosto de 2024. (Cornell Watson/The New York Times).

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