De bibliotecaria escolar a activista: 'El nivel del odio y la virulencia son impresionantes'

The New York Times: Edición Español

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Un domingo por la mañana de hace dos años, Amanda Jones, bibliotecaria de una escuela secundaria de Watson, Luisiana, se despertó y vio un correo electrónico en su teléfono que la dejó temblando y sin aliento.

El mensaje, repleto de improperios, provenía de un desconocido que la acusaba de ser pedófila y seducir niños, y concluía con una amenaza: "No puedes esconderte. Sabemos dónde trabajas y vives. Tienes una GRAN diana en la espalda", decía. "Clic... Clic... ¡hasta pronto!".

Era parte de una avalancha de amenazas y acoso en línea a los que Jones se ha enfrentado desde el verano de 2022, cuando fue una de las casi 30 personas que se manifestaron en contra de la prohibición de libros durante una reunión celebrada en julio en su biblioteca pública local.

Se produjo una pelea sobre si la biblioteca debía retirar libros con contenidos que algunos consideraban inapropiados para los niños. Como muchos bibliotecarios de todo el país, Jones se vio inmersa en una feroz batalla sobre qué libros deben estar en las bibliotecas, un debate que ha dividido a comunidades y consejos escolares a medida que ha ido aumentando la prohibición de libros en Estados Unidos.

Pero los ataques contra Jones son especialmente intensos e implacables por su respuesta: se defendió.

Después de que varios comentaristas en las redes sociales la acusaran de querer sexualizar a los niños, Jones presentó una demanda por difamación contra dos hombres y la organización Ciudadanos por una Nueva Luisiana, que ha presionado para que se retiren de la sección infantil de las bibliotecas los libros que considera eróticos o sexuales. Es cofundadora de Ciudadanos de Luisiana contra la Censura, que ejerce presión contra la legislación que impondría nuevas restricciones a las bibliotecas. Y está poniendo de relieve la amenaza de la censura y la presión a la que se enfrentan los bibliotecarios en sus memorias, "That Librarian", que Bloomsbury publicó el mes pasado.

"Antes de todo esto, yo solo era una bibliotecaria escolar, pero querían silenciarme, así que pensé en hacer exactamente lo contrario y convertirme en activista", dijo Jones durante una entrevista telefónica. "Lo que estamos viendo ahora son ataques a gran escala contra la personalidad de las personas si defienden los libros. El nivel del odio y la virulencia son impresionantes".

Las bibliotecas se han convertido en un nuevo campo de batalla en una encarnizada guerra cultural, a medida que se busca quitar libros sobre cuestiones LGBTQ+, salud sexual y raza y racismo. En más de una docena de estados se han aprobado leyes que imponen restricciones al contenido de las bibliotecas. Los bibliotecarios --formados para armar colecciones que reflejen una amplia gama de opiniones y temas políticos -- han abandonado sus puestos de trabajo tras sufrir acoso por oponerse a la prohibición de libros o han sido despedidos por negarse a retirarlos. Algunos han sido denunciados a la policía por miembros de la comunidad que los acusan de fomentar la pornografía.

"Hay un aumento en los ataques contra bibliotecarios y bibliotecas, que van desde la difamación y el uso de las redes sociales para provocar e intimidar, hasta las amenazas de bomba", declaró Deborah Caldwell-Stone, directora de la Oficina para la Libertad Intelectual de la Asociación Estadounidense de Bibliotecas.

Residente de toda la vida en Watson, una pequeña localidad cercana a Baton Rouge, Luisiana, Jones, de 46 años, creció en un hogar bautista del sur políticamente conservador, hija de un mecánico y una maestra de guardería y de catecismo. Conoció a su marido, también natural de Watson, cuando estaban en primer curso. Es profesora y bibliotecaria en Watson desde hace 23 años, y trabaja en la misma escuela a la que asistía de niña.

Nunca se ha planteado vivir en otro lugar.

Hace dos años, la vida de Jones dio un vuelco de la noche a la mañana. Empezó cuando vio que la biblioteca pública de su localidad había incluido en el orden del día de su reunión "contenido de libros".

En la reunión, un miembro de la junta dijo que le preocupaban los libros para niños y jóvenes adultos de contenido "inapropiado", pero no mencionó títulos concretos en sus comentarios públicos.

Cuando se invitó a los ciudadanos a hacer comentarios, Jones habló primero y sostuvo que las bibliotecas deben reflejar una amplia gama de ideas. "Solo porque uno no quiera leerlo o verlo no le da derecho a negárselo a otros ni a exigir su reubicación", dijo. "Si retiramos o reubicamos libros con contenido LGBTQ o de salud sexual, ¿qué mensaje estamos enviando a los miembros de nuestra comunidad?".

La reacción fue despiadada. El grupo Ciudadanos por una Nueva Luisiana --que, según su sitio web, quiere "eliminar la pornografía, el erotismo y la propaganda sobre la disforia de género financiados por los contribuyentes de la sección infantil de las bibliotecas"-- publicó una foto de Jones en su página de Facebook. En el pie de foto se preguntaba: "¿Por qué lucha tanto por mantener materiales sexualmente eróticos y pornográficos en la sección infantil?".

Otro mensaje en Facebook, publicado por un residente, acusaba a Jones de "promover la enseñanza de sexo anal a niños de 11 años".

Jones se quedó atónita. No había mencionado ningún libro en particular en sus comentarios públicos y estaba segura de que no había material pornográfico en la biblioteca.

Las publicaciones en Facebook provocaron una avalancha de comentarios que la tachaban de pervertida, cerda enferma y basura. Los comentaristas dijeron que debería ser despedida. Recibió amenazas de muerte. Reconoció los nombres de algunos residentes que habían compartido comentarios negativos sobre ella: gente que conocía desde la guardería, padres de sus exalumnos, miembros de su iglesia, personas a las que consideraba amigos.

Como los ataques continuaban, Jones empezó a tener ataques de pánico. Durante las semanas y meses siguientes, cayó en una depresión y se estresó tanto que empezó a perder el pelo. Tenía poco apetito y perdía peso. Finalmente, pidió una licencia en su trabajo.

Jones, que tiene una hija adolescente, se preocupó por la seguridad de su familia. Empezó a llevar pistolas paralizantes, gas lacrimógeno y una pistola, y mandó instalar cámaras de seguridad en su casa y en su auto. Tenía miedo de ir a restaurantes, temerosa de que alguien escupiera en su comida. Cuando iba a los conciertos de la banda de su hija, los padres que la rodeaban cuchicheaban y la miraban.

Dos años después, sigue sintiéndose marginada. Ahora le llevan la compra a domicilio. Dejó de ir a la iglesia y ahora estudia la Biblia por internet en casa.

"Ahora soy la paria del pueblo", relató Jones. "Me llaman una pervertida. No puedo hacer las compras o ir a la tienda sin que me insulten".

Jones sabía que presentar una demanda la expondría a más críticas, pero decidió que tenía que defenderse. En otoño de 2022, presentó una demanda por difamación contra Michael Lunsford, director ejecutivo de Citizens for New Louisiana, y contra el hombre que publicó un meme con su foto y sugirió que ella apoyaba que se enseñara sexo anal a niños de 11 años.

La demanda fue desestimada menos de un mes después, cuando un juez dictaminó que los demandados estaban expresando sus opiniones en internet y no difamando a Jones. Después de que un tribunal superior se negara a escuchar su apelación, Jones pidió recientemente a la Corte Suprema de Luisiana que revisara la decisión y sigue intentando llevar su caso a juicio.

"Lo descabellado de este caso es que en la demanda enarbolan la bandera de la libertad de expresión, pero lo que inició todo esto es que quieren prohibir los libros", comentó la abogada de Jones, Alysson Mills, que reside en Nueva Orleans y tiene experiencia en derecho de la Primera Enmienda. "Lo que hemos estado argumentando desde entonces es que no hace falta estar de acuerdo con Amanda para ver la injusticia de su situación".

Jones ha pagado sus gastos legales, que hasta ahora ascienden a más de 60.000 dólares, con la ayuda de una campaña de GoFundMe.

Lunsford --que ha seguido publicando comentarios y videos negativos sobre Jones-- negó que él o su grupo la hubieran difamado.

"Informamos de lo que ella dijo en la reunión; eso no es difamación", sostuvo.

Añadió que su organización seguía centrándose en Jones porque ella había promovido medidas que obligarían a las bibliotecas a retirar el material de contenido sexual de las secciones infantil y juvenil. Entre los títulos a los que se opone su grupo figuran "Dating and Sex: A Guide for the 21st Century Teen Boy" y "Let's Talk About It", una guía de educación sexual para adolescentes, que está dirigida a lectores en edad de cursar secundaria y contiene ilustraciones gráficas de personas manteniendo relaciones sexuales y masturbándose.

"Jones participa activamente en esta batalla", afirmó.

Con la publicidad que rodea a su libro, Jones dijo que los ataques en línea se habían intensificado de nuevo.

Sin embargo, también ha habido momentos esperanzadores para Jones. Antiguos alumnos le han enviado mensajes de apoyo. Autores cuyos libros han sido prohibidos han elogiado sus memorias, como Nikki Grimes, Jodi Picoult y Ellen Oh.

Y Jones ha tenido noticias de otros bibliotecarios de todo el país. Algunos agradecen que haya adoptado una postura. Otros comparten historias angustiosas sobre el acoso al que se han enfrentado por oponerse a la prohibición de libros.

"Es desgarrador", confesó Jones. "Es muy duro, porque no puedo decirles que va a mejorar, porque no hay ninguna garantía de que así será".

Amanda Jones, residente de toda la vida en Watson, Luisiana, que ha sido maestra y bibliotecaria allí durante 23 años, el 22 de agosto de 2024. (Lily Brooks/The New York Times)

Amanda Jones, residente de toda la vida en Watson, Luisiana, que ha sido maestra y bibliotecaria allí durante 23 años, el 22 de agosto de 2024. (Lily Brooks/The New York Times)

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