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En la oscuridad de un sótano en la ciudad de Toretsk, en el este de Ucrania, los soldados no sabían qué tan cerca caían las bombas planeadoras rusas. Sin embargo, el cambio repentino en la presión del aire que acompañaba a los estruendos que hacían retumbar los huesos era señal de la fuerza destructiva de las bombas que arremetían contra los edificios cercanos.
Al amanecer, durante una pausa en los ataques, varios soldados ucranianos salieron corriendo y vieron que el fuego provocado por una de las bombas seguía vivo en los escombros de un edificio situado a unos 135 metros: el margen pequeño entre la vida y la muerte.
Hay muchas formas de matar y morir en la guerra de Rusia contra Ucrania, pero los soldados ucranianos dicen que las bombas planeadoras tal vez sean la forma más aterradora. Se trata de bombas de caída libre, muchas de ellas heredadas de la época soviética, pero ahora equipadas con alas desplegables que, por medio de navegación satelital, se convierten en armas guiadas.
Conocidas como "KAB" o "FAB", pesan entre 225 y 2700 kilos y están cargadas con cientos de kilos de explosivos. Una sola explosión puede reducir un edificio departamentos a escombros y destruir incluso fortificaciones de concreto.
"Da miedo, es muy rápido", dijo Stanislav, un sargento de 28 años de la Brigada Mecanizada 32 de Ucrania, mientras los aviones de combate rusos lanzaban poderosas bombas guiadas en dirección a su unidad. "Solo rezo cada vez".
En los últimos meses, Rusia ha utilizado las bombas con un efecto devastador, lo que ha inclinado la balanza de los combates en el este de Ucrania a favor de Moscú y permitido a Rusia seguir cosechando avances constantes en la región de Donetsk. Las bombas también han permitido a las fuerzas rusas arrasar ciudades y pueblos enteros con una rapidez cada vez mayor.
Entre los combates de mediados de verano en el área de Toretsk, se permitió a periodistas de The New York Times visitar la ciudad por una noche para que atestiguaran los desafíos que enfrentan las fuerzas ucranianas al intentar mantener sus posiciones bajo bombardeos devastadores.
"Todos los días es lo mismo", dijo Jackson, un sargento subalterno de 29 años que comanda un pelotón de drones de la Brigada 32. "Llegamos a una posición, lanzan KAB, nos escondemos, nos tapamos los oídos y abrimos la boca para no sufrir una conmoción cerebral", dijo.
Al igual que Stanislav y otros entrevistados, solo dio su nombre de pila, siguiendo el protocolo militar.
Ahora, cuando las fuerzas ucranianas han sido casi completamente expulsadas de la pequeña ciudad de Niu York, unos kilómetros al sur, la batalla por Toretsk, una antigua ciudad minera, está en marcha.
Además del avance ruso en dirección a Pokrovsk, un importante centro logístico ucraniano a unos 65 kilómetros al sureste, la ofensiva del enemigo hacia Toretsk amenaza con socavar la defensa de la región de Donetsk.
Los soldados ucranianos que combaten en las zonas más conflictivas del frente dicen que están superados tanto en armamento como en personal. Y, según dijeron, la capacidad de Rusia para lanzar bombardeos aéreos incesantes sigue siendo un factor crucial que los obliga a abandonar incluso algunas de sus posiciones más fortificadas.
Encontrar una manera de contrarrestar la amenaza sigue siendo una de las principales prioridades militares y diplomáticas, incluso mientras Kyiv se embarca en una audaz táctica para cambiar el rumbo de la guerra con una incursión transfronteriza en la región de Kursk, en Rusia.
Kiev espera que la ofensiva obligue a Moscú a desplegar más fuerzas para defender esa región, y de ese modo aliviar la presión en el frente oriental atrayendo a algunas de las mejores fuerzas de combate rusas.
Sin embargo, hasta ahora el Kremlin parece decidido a mantener sus operaciones ofensivas en el este de Ucrania, y sigue atacando ciudades como Toretsk de manera tan implacable como siempre.
Se trata de una estrategia de golpe y contragolpe para ambos ejércitos; los dos maltrechos luego de años de combates brutales, en los que cada bando espera que su oponente se vea rebasado y nuevamente vulnerable.
Ucrania ha desarrollado sus propias capacidades de ataque de largo alcance y utiliza cada vez más misiles y drones de fabricación nacional para atacar los aeródromos rusos desde donde los aviones de combate despegan para realizar sus bombardeos.
Aun así, en una sola semana de agosto, aviones de combate rusos lograron lanzar alrededor de 750 bombas planeadoras, dijo Zelenski.
Incluso los soldados ucranianos que están acostumbrados a años de bombardeos de artillería se estremecen ante el poder destructivo de estas armas.
Un proyectil de artillería de 152 milímetros --de los que Rusia dispara por miles cada día-- contiene alrededor de 6 kilos de material explosivo. Una de las bombas planeadoras más utilizadas, la FAB-1500, lleva alrededor de 600 kilos de explosivos.
Como estas bombas no utilizan ningún método de propulsión ni emiten una señal térmica detectable, son difíciles de advertir. Pueden ser lanzadas desde aviones rusos ubicados decenas de kilómetros detrás de las líneas del frente, relativamente a salvo de las defensas aéreas ucranianas.
Cuando los aviones rusos vuelan más cerca del frente, explicaron los soldados, están protegidos por drones rusos de vigilancia y ataque que saturan los cielos en busca de soldados ucranianos armados con sistemas portátiles de misiles antiaéreos.
"Para derribar un avión, hay que mantenerlo en la mira durante ocho segundos, y solo entonces soltar el misil", dijo Petro, de 38 años, sargento mayor del segundo batallón de la Brigada Mecanizada 32. Petro combatió en los alrededores de Toretsk y ahora defiende el bastión de Chasiv Yar, cerca de ahí.
Y ocho segundos en campo abierto, continuó, son una eternidad. Un defensor ucraniano puede ver el avión ruso surcando el cielo, dijo, sin poder hacer nada para detenerlo debido a la amenaza que suponen los drones.
De acuerdo con los oficiales ucranianos, la mejor manera de desacelerar los ataques es atacar a los aviones que se usan para transportar las armas, ya sea en tierra o en el aire.
El sargento Jackson recuerda la primera vez que una bomba planeadora explotó cerca de su posición.
"Tuve una sensación en el cuerpo como si el viento me arrastrara a gran velocidad, como si atravesara todos mis órganos", dijo. "La sensación es increíblemente aterradora".
Se sentó en un catre maltrecho en un búnker subterráneo, bajo el tenue resplandor de los monitores de video, a menos de un kilómetro y medio de los rusos.
En el exterior, los esqueletos metálicos carbonizados y retorcidos de al menos cuatro vehículos yacían al borde de la carretera que sale de la ciudad, como recordatorios de que cualquier movimiento puede ser mortal. Antes de ser destruidos, habían sido utilizados por voluntarios para ayudar a los civiles a huir; ahora la situación es demasiado peligrosa para hacer evacuaciones organizadas, dijeron funcionarios de la ciudad.
No está claro cuántos civiles quedan en Toretsk, pero a finales de julio se creía que había menos de 3500, dijo Vasyl Chynchyk, jefe de la administración militar de Toretsk, en una entrevista. Más de 60.000 personas se han visto obligadas a huir de la zona, y casi todos los que permanecen ahí viven bajo tierra.
"No hay un solo edificio que no haya sido dañado o destruido", dijo Chynchyk.
El departamento de policía, el edificio del gobierno local y la estación de bomberos han quedado destruidos. El ejército ucraniano trabaja en los escombros.
Aunque la lista de lugares arrasados por las fuerzas rusas sigue creciendo, experimentar la aniquilación de una ciudad en tiempo real sigue generando profunda conmoción, incluso para los soldados que han sido testigos de innumerables escenas de desolación y destrucción.
"Cuando entras en una ciudad en ruinas, es como si no hubiera esperanza", dijo Stanislav. "Esta ciudad está llorando".
Pocas horas después de decir esto, el búnker subterráneo de su unidad fue destruido por la artillería rusa. Por fortuna, dijeron los soldados, todos escaparon solo con heridas leves y se instalaron en otro lugar para continuar con la batalla.
Evelina Riabenko colaboró con reportería desde el este de Ucrania.
Marc Santora ha estado reportando desde Ucrania desde el comienzo de la guerra con Rusia. Antes trabajó en Londres como editor de noticias internacionales enfocado en noticias de último momento y antes fue jefe de la corresponsalía de Europa Central y del Este, con sede en Varsovia. También ha reportado ampliamente desde Irak y África. Más de Marc Santora
Tyler Hicks es un fotógrafo sénior del Times. En 2014, ganó el Premio Pulitzer de fotografía para noticias de último momento por su cobertura de la masacre de Westgate Mall en Nairobi, Kenia. Más de Tyler Hicks
Evelina Riabenko colaboró con reportería desde el este de Ucrania.
Mientras Rusia avanza con paso firme en la región de Donetsk, las fuerzas ucranianas se enfrentan a un intenso bombardeo en la antigua ciudad minera de Toretsk. (Tyler Hicks/The New York Times)
En un búnker subterráneo de la ciudad sitiada de Toretsk, soldados ucranianos planeaban su defensa. Horas después, el lugar fue destruido por la artillería. Los soldados escaparon con heridas leves. (Tyler Hicks/The New York Times)