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Shola, quien colaboró en operaciones de búsqueda y rescate en el Reino Unido, ha pasado a su segundo acto de heroísmo canino: salvar de la ceguera a otros pastores ingleses.
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Todos los perros, hay que decirlo, nacen siendo grandes. La mayoría alcanzan la grandeza a su manera. Pero a algunos, como Shola --una pastora inglesa de 9 años-- la grandeza les viene impuesta.
En su primer acto como heroína canina, Shola enfrentó terrenos montañosos y climas peligrosos para buscar a personas desaparecidas en el Distrito de los Picos (Inglaterra central) y otras zonas rurales.
Su segundo acto comenzó en 2019, cuando, a los 4 años, le diagnosticaron una forma de ceguera hereditaria e incurable. Sus dueños se pusieron en contacto con un oftalmólogo para saber más sobre su enfermedad y, finalmente, una muestra de su ADN tomada de un frotis de la mejilla llegó al Centro de Genética Canina de la Universidad de Cambridge.
Utilizando el ADN de Shola y muestras recogidas de otros pastores ingleses, los investigadores identificaron la mutación que había causado su ceguera y desarrollaron una prueba para identificarla en otros perros. Los resultados se publicaron el mes pasado en la revista científica Genes.
Aunque el descubrimiento llegó demasiado tarde para salvar la vista de Shola, su ADN ya ha ayudado a proteger a futuras generaciones de su raza. "Ya no tendremos más cachorros ciegos", dijo Jackie Graves, de 62 años, quien estuvo a cargo de la camada de Shola y cuya camada actual proviene de dos perros que dieron negativo en la prueba de la mutación.
El descubrimiento forma parte de un campo en expansión de la investigación genética canina que ayuda a los criadores a identificar posibles mutaciones. Los dueños que sientan curiosidad también pueden desentrañar el linaje de su cachorro mediante pruebas de ADN para mascotas disponibles en el mercado.
Shola padece atrofia progresiva de retina, un grupo de enfermedades que afecta a más de 100 razas caninas y que implica el deterioro gradual de las células sensibles a la luz de la parte posterior del ojo. (También hay pruebas para detectar distintas mutaciones que afectan a otras razas.) Los ojos de Shola se volvieron lechosos y ciegos.
La mutación es recesiva y provoca una forma de "inicio tardío" de la enfermedad: suele aparecer después de que los perros hayan tenido cachorros. (Shola se retiró de las operaciones de búsqueda y rescate a los 5 años, después de haber tenido una camada).
Una vez que los perros desarrollan la enfermedad, "no hay nada que hacer", dijo Katherine Stanbury, investigadora del departamento de medicina veterinaria de Cambridge y autora principal del estudio. Dado que muchas razas caninas son muy consanguíneas, muchos perros están emparentados, lo que aumenta la posibilidad de que estén afectados por una enfermedad recesiva.
Las paredes de la consulta de Stanbury están decoradas con fotos de perros, entre ellos Shola, cuyos ADN está analizando para averiguar las causas de la ceguera. Stanbury lleva años estudiando las enfermedades oculares hereditarias como parte de un equipo dedicado a aprender más sobre genética canina.
La nueva prueba, que puede adquirirse por 48 libras esterlinas (62 dólares), consiste en enviar un frotis de la mejilla al laboratorio de Cambridge para su análisis. Según Stanbury, permite a los criadores de pastores ingleses identificar a los perros portadores de la mutación. "Pueden tomar decisiones informadas sobre la cría y, con el tiempo, eliminar esta variante", dijo.
Los pastores ingleses, mucho más comunes en Estados Unidos y estrechamente emparentados con los border collies, son conocidos por ser ágiles, leales y fáciles de adiestrar. Inicialmente se criaban para ayudar a los granjeros a rastrear y pastorear el ganado, cazar plagas y proteger a la familia.
Shola fue criada por John Coombs, de 72 años, quien se unió a la organización inglesa de rescate en montaña como voluntario alrededor de los 30 años y ha rescatado a varias personas con sus perros.
Desde los 2 años, Shola lo acompañó en operaciones de búsqueda por todo Reino Unido. "El vínculo que se crea es único", dijo.
Los adiestradores y los perros pasan juntos años de duro entrenamiento. A veces, enfrentan juntos la tragedia: no todos son encontrados con vida.
Shola partía con una simple orden: "busca y encuentra". Salía disparada, zigzagueando en busca de un rastro. Si localizaba a una persona o una prenda de ropa, guiaba a Coombs hasta el hallazgo.
Shola dejó de trabajar cuando su vista empezó a fallar. Primero, la familia Coombs se dio cuenta de que parecía preferir las bolas amarillas brillantes. Luego, en una búsqueda nocturna, se cayó en una zanja.
"Era evidente que algo iba mal", recordó Coombs.
Hoy, la nariz y las orejas de Shola se han convertido en sus guías.
Si escucha una pelota rebotar, corre alegremente tras ella. (Chocó contra una periodista del New York Times, pero se recuperó rápidamente).
También es una olfateadora especialmente entusiasta. En sus paseos por Newton, un pueblo de Derbyshire, Shola no pierde de vista los pasos de sus amos. Los sigue de cerca, pisando donde pisa la persona, casi como si la siguiera por la nieve. Sus dueños le ordenan "cuidado" para advertirle de los obstáculos.
"Huele las golosinas a 40 pasos", dijo riendo Lindsey Coombs, quien ha sustituido a su padre como la persona a cargo de Shola.
Una tarde de verano de finales de julio, Shola bailaba alrededor de John Coombs en el campo. Su hija Dotty, que trabaja como perra de búsqueda y rescate, brincaba a su lado.
"¡Busca y encuentra!", dijo él, tras esconder un bolso. Dotty zigzagueó para rastrear su olor hasta un arbusto.
Cuando Dotty lo encontró, Shola también ladró.
Amelia Nierenberg es reportera de noticias de última hora para el Times en Londres, donde cubre la actualidad internacional. Más de Amelia Nierenberg
Cuando la vista de Shola se debilitó, los científicos del Centro de Genética Canina de la Universidad de Cambridge estudiaron su ADN. Le diagnosticaron atrofia progresiva de retina. (Andrew Testa/The New York Times)
John Coombs, voluntario del servicio de rescate de montaña de Inglaterra desde hace décadas, con Shola, que es ciega, a la derecha, y su hija Dotty, a la izquierda. (Andrew Testa/The New York Times)