(Swindled Savings)
Durante casi tres meses, Barry Heitin, abogado retirado de 76 años, creyó que formaba parte de una investigación del gobierno cuya trama parecía salida de una película. En realidad, estaba ayudando a un grupo de delincuentes a robar cientos de miles de dólares de su propio dinero.
El otoño pasado, casi todos los días de la semana se dedicó a hacer preparativos y retiros de sus cuentas bancarias; todo formaba parte de una estafa muy rebuscada: lo convencieron de que estaba colaborando con empleados federales para proteger su dinero y capturar a los ladrones que querían quitárselo.
"Siempre repetían que era un caso importante y que iban a detener a toda una banda", explicó Heitin. "Me enredaron. Me envolvieron en la trama con ellos".
Le costó casi todos los ahorros que tenía para su jubilación: alrededor de 740.000 dólares.
Los estadounidenses invierten mucha energía en ahorrar para su jubilación y les preocupa mucho llegar a perder dinero por alguna mala pasada del mercado bursátil. Pero en la actualidad, un conjunto de delincuentes sofisticados (que acechan en sitios de citas, redes sociales, aplicaciones de mensajes o con el uso de software maligno) representan un creciente riesgo para las personas y sus ahorros.
Debido a la naturaleza de estos esquemas, es prácticamente imposible recuperar el dinero, por lo que las víctimas no tienen muchas opciones. Los fondos robados por lo regular se transfieren muy rápido a cuentas en el extranjero o se lavan a través de billeteras de criptomonedas, que se vacían en un santiamén.
Heitin fue solo una de las personas entrevistadas por The New York Times que fueron víctimas de estafas tan complicadas que parecían creadas en una sala de guionistas dedicados a poner a prueba distintos giros para la trama de una historia. Los estafadores se hacen pasar por funcionarios de gobierno, empleados de soporte técnico o intereses amorosos. Les enseñan a las víctimas a evadir las medidas de prevención del fraude implementadas por las instituciones financieras y emplean tácticas de manipulación psicológica para prolongar la estafa, como mantener a sus víctimas aisladas, crearles una sensación de urgencia o aprovecharse de su necesidad de confiar en alguien o establecer conexiones.
"El delito no termina hasta que te quitan todo tu dinero", señaló Erin West, fiscal de la oficina del fiscal de distrito de Santa Clara, California, quien encabeza un equipo dedicado a combatir los ciberdelitos. "El ataque a cada víctima es exactamente igual hasta que pierden todo lo que tienen, no importa si son 5000 dólares, 50.000 dólares o 15 millones de dólares".
Otro factor que puede agravar la situación es que incluso es posible que deban pagar una cantidad considerable de impuestos tras vaciar sus cuentas de ahorro para el retiro.
Las pérdidas posiblemente debidas a ciberdelitos superaron los 12.500 millones de dólares en 2023, un salto del 22 por ciento con respecto a 2022 y más del triple de los niveles registrados en 2019, según el Centro de Quejas de Crímenes por Internet del FBI. Por desgracia, estas cifras no reflejan las dimensiones reales del problema, pues muchas víctimas no reportan sus pérdidas.
Las personas mayores de 60 años, que en general están en la mira de los ciberdelincuentes porque consideran que son quienes tienen más ahorros, experimentaron las mayores pérdidas de entre los distintos grupos de edad en 2023: más de 3400 millones de dólares, según el FBI.
Enredado en una investigación falsa
En el caso de Heitin, la estafa inició en septiembre, cuando no pudo ingresar a su cuenta de retiro 401(k). Cuando lo intentó de nuevo unos días después, logró ingresar, pero la pantalla cambió rápidamente y aparecieron instrucciones de que se comunicara con el departamento de fraudes del prestador de servicios 401(k). Marcó el número mostrado en la pantalla, que tenía el logotipo de la empresa.
Le contestó un hombre que se identificó como Charles Hunt y le dijo que era un investigador de fraudes de la empresa (Heitin y su abogado prefirieron no nombrar a las instituciones porque se encuentran en pláticas en relación con una posible compensación).
Hunt le informó a Heitin que alguien estaba intentando obtener acceso a su cuenta.
Luego, habló de un banco grande en el que Heitin tenía una cuenta individual de retiro, así como cuentas de cheques y ahorros. Según le informó, ese dinero también estaba en una situación vulnerable. A continuación, Hunt lo comunicó con un hombre que dijo llamarse Hayden Smith, e indicó que trabajaba para el banco en el que Heitin tenía su cuenta de cheques.
Smith le informó que había identificado dos transacciones de 10.000 dólares por compras de imágenes de abuso sexual a menores a través de un sitio en China. Acribilló a Heitin con preguntas: "¿Alguna vez has ido a China? ¿Conoces a alguien en China? ¿Has comprado algo en China?".
No había hecho nada de eso. A continuación, le dijeron a Heitin que las instituciones financieras muchas veces colaboran con el gobierno federal en este tipo de casos y le preguntaron si estaría dispuesto a hablar con ellos.
Entonces se conectó a la línea un tercer hombre, que se identificó como Finn Whitrock y le aseguró que trabajaba con el Servicio de Rentas Internas (IRS, por su sigla en inglés). Le dio un número de placa y le dijo a Heitin que sus otras cuentas estaban en riesgo, pero que el gobierno podía proteger su dinero y para ello era necesario transferirlo a un casillero federal.
Whitrock le explicó que, si estaba dispuesto a cooperar con su investigación, Heitin podría no solo asegurarse de no perder los 20.000 dólares que los bandidos habían intentado robarle, sino desempeñar un papel vital para evitar que una banda de delincuentes se aprovechara de otros. Pero debían actuar con rapidez.
"Está bien", Heitin relató que les respondió. "Entonces les di acceso a mi computadora y empezaron a dirigirme en una serie de retiros de mis cuentas bancarias".
En un principio, retiró el dinero para su jubilación y otros ahorros y transfirió ese dinero a un lugar que creía seguro, casi todo mediante bitcoines, cajeros automáticos y transferencias electrónicas a otras cuentas.
Heitin vive solo y le dieron instrucciones de no hablar con nadie del asunto, ni siquiera con sus tres hijos adultos.
Vaciaron su retiro
Luego de que Heitin sacó en total 113.000 dólares de sus cuentas de cheques y ahorros, le dieron instrucciones de enviar el dinero de su retiro a cuentas en las que pudiera realizar transacciones con más facilidad.
Esas transferencias iban a ser más difíciles: tenía más de 830.000 dólares en su cuenta individual de retiro y de corretaje, y su asesor de más de 20 años sin duda tendría preguntas.
Pero los estafadores ya tenían lista la excusa perfecta. Heitin debía explicarle que planeaba comprar un inmueble en Canadá e incluso le dieron instrucciones de tener listo el anuncio de algún inmueble para mostrarle al banco. "Era una sorpresa para mis hijos", le indicaron que debía decir.
Su asesor no le creyó. El banco hizo algunas llamadas y le informó que el inmueble no se había vendido y ni siquiera había alguien que hubiera expresado interés en comprarlo.
Entonces, como le sugirió Smith, Heitin dijo que necesitaba el dinero para comprar oro. En respuesta, el banco le pidió que fuera a la sucursal.
Antes de que fuera, los hombres encargados de adiestrarlo comenzaron a sembrarle dudas que hicieron pensar a Heitin que quizá su información personal se había filtrado a través de la sucursal. Whitrock, el hombre que dijo ser del IRS, le dio una lista de cinco nombres y le preguntó si conocía alguno.
Heitin conocía el último: era su asesor. Según le dijo Whitrock, todavía no lo acusaban de nada, pero estaba en una lista de personas bajo vigilancia.
"Eso me puso a la defensiva", recordó Heitin.
En el banco, presionó a su asesor, al gerente de la sucursal y a una persona del departamento de cumplimiento para que le dieran su dinero, pero se fue con las manos vacías.
A Smith se le ocurrió otra idea: pasar la cuenta individual de retiro IRA a otra institución. Eso funcionó.
Así que ahora Heitin tenía 834.000 dólares en la cuenta individual nueva, que vació en menos de dos semanas sin ninguna pregunta del nuevo proveedor, y trasladó el dinero a cuentas bancarias.
"Este tipo de actividad es una señal clásica de posibles acciones de lavado de dinero y debería haber hecho sonar alarmas", explicó Robert Rabinowitz, abogado de Heitin, quien está intentando ayudarle a recuperar parte de los fondos.
Las firmas de inversión están obligadas a "hacer lo posible, dentro de lo razonable", para obtener un contacto de confianza cuando se abren o actualizan cuentas, alguien a quien se le pueda avisar si las instituciones tienen motivos para creer que alguien está explotando a un cliente. Estas empresas también tienen permitido (sin ninguna obligación) congelar temporalmente transacciones o pagos.
En el caso de Heitin, la institución que sospechó que había algo raro no tenía datos de contacto en el expediente, y cuando intentó conseguirlos, Heitin ya estaba enredado muy a fondo en la estafa.
En cuanto obtuvo acceso fácil al dinero, Heitin se concentró en la misión de resguardarlo.
Por último, Heitin realizó tres compras de lingotes y monedas de oro por un total aproximado de 416.000 dólares.
Horas después de cada compra, ya estaban fuera de sus manos. Con Smith en la línea, esperaba la llegada de un auto a su edificio de apartamentos y depositaba el oro, en una bolsa de papel café, en el asiento trasero.
"Era muy al estilo de James Bond", recordó. "Lo que yo quería era llegar a la meta final".
Se descubre el esquema
Esa meta llegó a finales de noviembre, cuando recibió una llamada de una detective de Nueva Jersey que había encontrado dentro de un auto su nombre y dirección en un recibo de papel por oro.
"Estoy casi segura de que ha sido víctima de una estafa", recuerda que le dijo la detective. "Mi sensación fue casi de alivio, de que podía soltar todo", relató. "Me sentí bien y mal al mismo tiempo. Es difícil explicarlo".
Al final, se reunió con dos agentes del FBI en casa de su hija, y más adelante se enteró de que fue parte de un grupo en el que había por lo menos otras siete víctimas que sucumbió a un esquema puesto en marcha en la India.
"Mi papá tenía todo listo para disfrutar un retiro muy cómodo y ahora ya no es así", comentó Liana Loewus, la hija de Heitin. "Una de las cosas más difíciles tras sufrir una estafa como esta es que sientes que a nadie le importa".
Recibos conservados por Barry Heitin, abogado retirado de 76 años de edad que fue víctima de una estafa en línea, en su edificio de apartamentos en Arlington, Virginia, el 18 de julio de 2024. (Hailey Sadler/The New York Times)
Barry Heitin, abogado retirado de 76 años de edad que fue víctima de una estafa en línea muy sofisticada, en su edificio de apartamentos en Arlington, Virginia. (Hailey Sadler/The New York Times)