La experiencia olímpica que recuerdas está de vuelta

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Tara Davis-Woodhall, atleta de salto de longitud de oficio y animadora de corazón, miró hacia las gradas en el estadio olímpico de Tokio con capacidad para 68.000 asistentes y decidió que necesitaba algo de ruido. En un intento quijotesco por inyectar aunque sea una mínima dosis de espíritu a unos Juegos Olímpicos de Verano marcados por una pandemia, comenzó a dar palmadas de forma teatral.

Unas cuantas decenas de personas aplaudieron de vuelta.

"Fue horrible", dijo Davis-Woodhall el mes pasado con respecto al vacío obligatorio de los Juegos Olímpicos de hace tres veranos. "Fueron mis primeras Olimpiadas y pensaba: '¡Esto es rarísimo!'. Me alegra que haya terminado y me alegra ir a París a experimentar realmente unos Juegos Olímpicos".

Muchísimos atletas como Davis-Woodhall --es decir, los que han competido en unos Juegos Olímpicos pero en realidad no los han experimentado-- han llegado a París este mes en busca de lo mismo: unos Juegos normales.

Porque la normalidad, en unos Juegos Olímpicos, es la grandeza. Es el cóctel característico de sonido y color producido por el encuentro de más de 200 selecciones nacionales y millones de aficionados. Es ver a atletas trepar las gradas para celebrar con familiares y amigos, o ser consolados por ellos. Son multitudes vitoreando deportes que por lo general no siguen.

Todo estuvo estuvo ausente en los Juegos de Verano de Tokio en 2021, pospuestos por la pandemia del coronavirus, y en los Juegos de Invierno en Pekín, un año después. Ambos fueron secuestrados de la sociedad y casi completamente despojados de vida y fervor.

El Comité Olímpico Internacional y sus países miembro comprendieron profundamente todo lo que se había perdido. Han detectado una oportunidad en París, una las ciudades más glamorosas del mundo, de restaurar ese sentimiento olímpico, de restablecer la forma en que los Juegos deben verse y sentirse y de darle la bienvenida de nuevo a socios comerciales y aficionados.

"El tono es completamente distinto", dijo Sarah Hirshland, directora ejecutiva del Comité Olímpico y Paralámpico de Estados Unidos. "Ahora tenemos permiso para divertirnos".

El jolgorio tuvo un comienzo temprano el miércoles, dos días antes de la ceremonia inaugural, con la preinauguración de los Juegos: una pequeña serie de partidos de fútbol y rugby en todo el país.

Fue apenas un aperitivo, pero en una sola tarde bañada en sol en el Stade de France, al norte de la capital, los Juegos de París se convirtieron en todo los que las Olimpiadas de Tokio no fueron.

Las gradas estaban repletas y cargadas de energía, en particular cuando la selección nacional francesa se las arregló para empatar con Estados Unidos en un partido de rugby 7. Se ondearon banderas. Se entonaron frases: "Allez les Bleus!".

Stephen Tomasin, de 29 años, integrante de la delegación de Estados Unidos, fue uno de los muchos atletas que el miércoles quedaron impactados por el ambiente en el estadio, que alberga más de 80.000 espectadores.

"Esto es con lo que sueñas: un estadio lleno en un partido inaugural olímpico", dijo. "Nada es mejor que esto".

Ha pasado casi una década desde que este tipo de fastuosidad se veía en los Juegos de Verano. Las Olimpiadas de Tokio fueron una sombra del espectáculo que normalmente se ve, con recintos inquietantemente silenciosos y celebraciones enmudecidas. Los Juegos de Invierno en Pekín algunos meses después se desarrollaron en su mayoría detrás de alambradas, en lo que los organizadores chinos denominaron un "circuito cerrado" y un atleta calificó como "prisión deportiva". El evento deportivo más grande del mundo jamás se había sentido tan pequeño.

Pero los competidores en esos Juegos pandémicos estuvieron igual de atribulados por perderse los elementos sutiles, como la camaradería espontánea de la villa de los atletas o la presencia de la familia para celebrar o llorar en algunos de los momentos más emotivos de las carreras de los atletas.

"La cafetería en Tokio era enorme", contó Luis Grijalva, de 25 años, corredor de larga distancia guatemalteco que competirá en París. "Al sentarte allí, cuando estaba vacío, era como comer en un galpón".

La atleta de alterofilia estadounidense, Jourdan Delacruz, de 26 años, describió los Juegos de Tokio en una sola palabra: aislados. Recordó no haber podido cumplir con las expectativas en la competición y no haber podido encontrar a nadie para buscar apoyo. Su recuerdo favorito de ese verano, afirmó, fue el encontrarse con familiares y amigos en el aeropuerto tras un vuelo solitario de vuelta a Estados Unidos.

"Pude tener una buena experiencia olímpica", dijo sobre el rencuentro. "Solo que no en los Juegos Olímpicos".

Por supuesto, Delacruz quiere tener un mejor rendimiento en París, pero también quiere vivir las Olimpiadas como deben ser vividas. Quiere saludar a los aficionados que gritan en la ceremonia de inauguración y de clausura. Quiere ir a otros eventos y hacer amistades con atletas de otros deportes y naciones de todas partes del mundo. Quiere quedarse y explorar la ciudad, y no sola.

"Muchos amigos y familiares vienen a París", dijo. "Pero en serio, muchos".

Los organizadores de los Juegos de París anunciaron este mes que se habían vendido 8,6 millones de boletos, rompiendo así el récord de 8,3 millones establecido en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996. Esperan que esa cifra se incremente antes de la clausura de los Juegos, el 11 de agosto.

Tras el aislamiento de dos Juegos pandémicos, las Olimpiadas de París estarán entrelazadas en el propio tejido de la ciudad, con una ambiciosa ceremonia de inauguración que serpenteará por el río Sena el viernes y varios eventos en lugares icónicos como la Torre Eiffel, el Grand Palais y el Palacio de Versalles.

"París 2024 es un reinicio para la marca olímpica", dijo Terrence Burns, un veterano consultor de mercadeo olímpico.

Incluso antes de la pandemia, afirmó Burns, la imagen de los Juegos se había deteriorado, plagada por tensiones políticas, escándalos de dopajes y lugares poco inspiradores.

Los ratings televisivos de los Juegos se han desplomado en Estados Unidos desde las Olimpiadas de 2016 en Río de Janeiro. Burns dijo que había que mirar atrás, hasta Londres en 2012, para encontrar "los últimos Juegos de Verano verdaderamente exitosos a nivel mundial en una ciudad de destino".

París podría ser la siguiente en tener éxito, y los líderes olímpicos no quieren desperdiciar la oportunidad.

Hirshland, la directora ejecutiva del Comité Olímpico y Paralámpico de Estados Unidos, dijo que este verano había serias implicaciones para todos los comités olímpicos nacionales, pero particularmente para el suyo: los próximos Juegos de Verano serán en Los Ángeles en 2028. Afirmó que retomar un ciclo olímpico normal se traduciría directamente en los ingresos.

"El interés y la participación del consumidor impulsan cada dólar que ganamos de alguna manera, ya sea un patrocinador comercial, un acuerdo de derechos de transmisión o incluso un donante filantrópico", explicó. "Y como resultado, lo que está en juego es mayor para nosotros".

Sin embargo, Hirshland estaba igual de enfocada en revivir la experiencia para los aficionados y los atletas.

Entre las más entusiasmadas estará Davis-Woodhall, la atleta de salto de longitud de 25 años, quien dijo que los Juegos de París habían estado en su "tablero de sueños" desde su miserable experiencia en Tokio.

Cuando de palmadas en la pista violeta este verano en el Stade de France, espera que decenas de miles de personas entre la multitud le devuelvan las palmadas. Cuando salte, quiere darles una razón para que griten. Y después, se pondrá sus emblemáticas botas de vaquero, se pavoneará por la pista y, si todo sale bien, se deleitará con el amor de los aficionados.

"Ahora podré vivir mi momento", dijo.

(Gabriela Bhaskar/The New York Times)

Turistas en el río Sena. "Ahora tenemos permiso para divertirnos", dijo Sarah Hirshland, directora ejecutiva del Comité Olímpico y Paralámpico de Estados Unidos. (Daniel Berehulak/The New York Times)

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