EAGLE PASS, Texas -- El otoño de 2021 supuso un impacto para el estado de Texas. Más de 9000 inmigrantes cruzaron la frontera un día de septiembre y llegaron a la ciudad de Del Río, donde se apiñaron en un campamento de tiendas de campaña bajo un puente. Miles más llegaron esa misma semana desde países de todo el mundo, poniendo a prueba la capacidad de la ciudad para recibirlos.
La primavera siguiente, Texas abrió una nueva frontera. El 13 de abril, un autobús llegó a la Union Station de Washington D. C., con 24 inmigrantes a los que se había ofrecido un viaje sin costo desde Del Rio, Texas, fletado por la División de Gestión de Emergencias del estado. En los días siguientes llegaron más autobuses a la capital.
La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, sugirió que el gobernador de Texas, Greg Abbott, había "engañado" a muchos de los migrantes para que viajaran en los autobuses. La Casa Blanca lo calificó de "maniobra política".
En los dos años transcurridos desde que Abbott envió los primeros autobuses desde Texas, el programa de transporte en autobús se ha convertido en una parte importante de la infraestructura de transporte de migrantes del país.
Un análisis del New York Times de los registros estatales, los datos sobre inmigración recopilados por la Universidad de Siracusa y los registros de las ciudades de destino, así como entrevistas con decenas de migrantes, funcionarios municipales y dirigentes de organizaciones de inmigración, muestran que el programa de Texas sigue ampliando su alcance --entre las nuevas ciudades de destino figuran Boston, Detroit y Albuquerque, en Nuevo México-- y contribuyendo a transformar la migración en todo Estados Unidos.
Por cada cinco inmigrantes que en los últimos dos años tenían programadas audiencias en los tribunales de inmigración de Nueva York, Chicago o Denver --una pista de dónde planeaban vivir--, un inmigrante viajó a esas ciudades en un autobús financiado por el Estado desde Texas.
Aunque Abbott no creó la crisis migratoria que alcanzó su punto álgido a finales del año pasado, el análisis demostró que la extendió y concentró. Tomó lo que de otro modo podría haber sido la lenta difusión de migrantes desde la frontera a ciudades y pueblos de todo Estados Unidos y la dirigió a unos cuantos lugares.
"Les llevé la frontera", dijo Abbott a una multitud eufórica en la Convención Nacional Republicana, donde frenar de manera drástica la migración, una pieza central de la campaña del expresidente Donald Trump, ha sido un tema frecuente. "Esos autobuses seguirán rodando hasta que por fin aseguremos nuestra frontera".
Al hacerlo, parece haber tenido éxito en su objetivo declarado: cambiar la conversación en torno a la inmigración en Estados Unidos, obligando a los demócratas a exigir una mejor seguridad fronteriza y al presidente Joe Biden a dar marcha atrás en muchas de sus promesas de una política migratoria más complaciente.
"Si uno de sus objetivos era llamar la atención sobre lo que ocurre en la frontera y que muchas ciudades del interior que no viven el problema en el día a día, puedan saber cómo es, entonces sí, ha tenido éxito", afirmó Camille Joseph Varlack, jefa de gabinete del alcalde de Nueva York, Eric Adams.
Hasta ahora, Nueva York ha gastado 4300 millones de dólares para hacer frente a la reciente ola de inmigrantes que han llegado al estado --no todos en autobuses de Texas, por supuesto-- y se esperaba que la cifra aumente hasta los 10.000 millones de dólares en junio de 2025.
En comparación, el programa ha costado a Texas más de 230 millones de dólares. En total, hasta mediados de junio, el estado ha transportado a casi 120.000 migrantes en más de 2600 autobuses a seis ciudades, según muestran los registros estatales. En al menos nueve ocasiones, el estado también envió a migrantes en avión.
La mayoría procedían de un solo país: Venezuela. Si no hubiera habido transporte gratuito, muchos venezolanos se habrían unido a las grandes comunidades existentes de sus compatriotas en lugares como Florida y Texas.
En Nueva York, las cifras de los migrantes que han llegado en autobús son sorprendentes. Desde el inicio del programa de Texas hasta marzo, casi 26.000 inmigrantes venezolanos tenían programadas sus audiencias iniciales en los tribunales migratorios de la zona de Nueva York. Durante ese mismo periodo, casi 24.000 venezolanos viajaron a Nueva York en un autobús de Texas.
"Hace dos años, los principales destinos eran Houston y Dallas", señaló Valeria Wheeler, directora ejecutiva de un centro de acogida en la ciudad fronteriza texana de Eagle Pass, al describir cómo han cambiado los planes de viaje de los solicitantes de asilo recién llegados.
Sin embargo, el panorama es aún más complicado de lo que parece: la llegada de un gran número de migrantes satura los servicios en las ciudades, que se ven obligadas a desarrollar pautas migratorias secundarias . Algunos de los migrantes transportados en autobús desde Texas a esas ciudades se trasladaron luego a otro lugar.
Nueva York ha pagado a más de 35.000 emigrantes para que se marchen, con Illinois, Florida y, en efecto, Texas, entre los principales destinos. Denver ha adquirido boletos para que 22.000 migrantes vayan a lugares como California, Utah y Florida. Cerca de 1400 de ellos también regresaron a Texas. El estado de Illinois ayudó a financiar más de 7000 viajes desde Chicago.
La rápida llegada de tantos migrantes, sobre todo solicitantes de asilo que no pueden obtener permisos de trabajo durante seis meses, resultó ser demasiado para que una sola ciudad pudiera gestionarla.
"Estamos dispuestos a proporcionar esa ayuda", declaró el alcalde de Denver, Mike Johnston. "Pero no podemos proporcionársela a todos".
Impacto repentino
Las medidas que Texas tomó para reducir el caos que se desató en las ciudades a las que llegaron sus autobuses han sido insuficientes.
Los funcionarios de las ciudades de destino dijeron que los organizadores del programa en Texas a menudo se negaban a colaborar o incluso a avisarles de la llegada de nuevos autobuses. Los autobuses llegaban a horas intempestivas, a veces lejos de los centros de transporte o de las organizaciones sin fines de lucro que podían ayudar a asentar a los nuevos inmigrantes. En mayo de 2023, por ejemplo, dos autobuses dejaron a un total de casi 80 migrantes frente a la residencia de la vicepresidenta Kamala Harris en Washington.
Los defensores de los migrantes, algunos de los cuales habían trabajado con el estado de Texas para llenar los autobuses, consideraron que la estrategia del estado era una provocación.
Tiffany Burrow, dirigente de operaciones de una organización sin ánimo de lucro en Del Río, dijo que las autoridades estatales dificultaron a propósito que su grupo se coordinara con las ciudades de destino y ayudara a facilitar la llegada de los migrantes.
En septiembre, afirmó, su grupo decidió dejar de trabajar con el programa estatal de autobuses.
"No lo hacen por razones humanitarias", señaló.
Abbott, que rechazó ser entrevistado, ha defendido el programa de autobuses, con el argumento de que se llevó a cabo para aliviar la presión de tantos migrantes que llegan a las comunidades fronterizas de Texas.
Sus asistentes afirmaron que el objetivo era ayudar a las ciudades fronterizas mediante la creación de un programa de transporte duradero, y dejar ver desde la perspectiva política que la inmigración no autorizada a gran escala está provocando un caos en el país.
"Lo que está ocurriendo en Nueva York es tranquilo y organizado en comparación con el verdadero caos de lo que vemos en la frontera", explicó Abbott durante una charla en Nueva York en 2023.
Añadió que el programa era voluntario --"nunca se sube a nadie a un autobús contra su voluntad"-- y solo representaba una fracción de las llegadas de migrantes a las principales ciudades. "El principal importador de inmigrantes no es Texas. Es Joe Biden".
De autobús en autobús
Algunas ciudades que en un principio habían recibido los autobuses procedentes de Texas, con la esperanza de que aportaran una nueva fuente de mano de obra y crecimiento económico, se encontraron más tarde con que debían retirar la bienvenida.
Una de ellas fue Denver.
De todas las ciudades a las que Texas mandó autobuses y que acogieron a un gran número de inmigrantes en los dos últimos años, según el análisis del Times, Denver parecía ser la que más inmigrantes recibía de los autobuses de Abbott.
(En el extremo inferior se encontraba Los Ángeles, donde muy pocos nuevos inmigrantes llegaron en un autobús que fletó Texas).
Al principio, Denver ofreció varias semanas de alojamiento gratuito a los inmigrantes recién llegados. Sin embargo, después de que el número de personas en los albergues aumentara hasta diez veces su nivel promedio antes de la ola migratoria, llegando a casi 5000 en enero, según las autoridades, la ciudad empezó a ofrecer solo 72 horas de alojamiento gratuito. Los funcionarios municipales empezaron a aconsejar a los migrantes que llegaban que siguieran su camino hacia otro lugar.
"No hay refugio en Denver", dicen ahora los carteles en español en el interior del principal centro de acogida de inmigrantes de la ciudad.
No obstante, los autobuses siguen llegando.
A las 11:48 p. m. de una noche entre semana de junio, un autobús blanco con matrícula de Texas se detuvo en un hotel de Denver que ha servido de estación de paso para los inmigrantes recién llegados.
Jhogelvis Salazar, inmigrante de Venezuela, descendió junto con otras 30 personas. Nunca había oído hablar de Denver antes de aceptar el viaje gratuito en autobús desde El Paso, Texas.
A la mañana siguiente, en el centro de acogida, le dijeron que Denver se había quedado sin dinero para el refugio de inmigrantes, que los puestos de trabajo escaseaban y que él y los demás estarían mejor en otro lugar.
Se quedó varios minutos mirando un mapa de Estados Unidos. Un voluntario le sugirió que el noroeste del Pacífico podría ser un buen destino, y decidió tomar un autobús a Portland, Oregón. Le dijeron que la ciudad de Denver pagaría el boleto.
Angreylis Bolívar, solicitante de asilo de 27 años de Maracaibo, Venezuela, que llegó a Denver en un autobús de Texas el pasado otoño, optó por quedarse en la capital de Colorado. Pero no ha sido fácil.
Vive en un pequeño departamento al este del centro de la ciudad, en un complejo que alberga a más de cien inmigrantes recién llegados, la mayoría de ellos venezolanos. Su marido encontró trabajo en la construcción, aseguró, pero ha sido difícil pagar la renta de 1300 dólares. "Hay mucha competencia", afirmó, dado que hay tantos inmigrantes. Agregó que muchos de los recién llegados se han marchado.
Las autoridades municipales lo confirman: cerca de la mitad de los 42.000 inmigrantes que han pasado por el sistema de acogida de la ciudad se han marchado.
En un momento dado, el gasto previsto en servicios para inmigrantes alcanzó los 180 millones de dólares para 2024, alrededor del diez por ciento del presupuesto. Las autoridades municipales advirtieron que habría recortes en los servicios municipales. Desde entonces, la reducción del tiempo ofrecido para acoger a los inmigrantes ha reducido el costo previsto.
"Creo que ha cambiado la ciudad", declaró el alcalde de Denver, Johnston, quien afirmó que había obligado a los funcionarios a reflexionar sobre la inmigración como no lo habían hecho antes.
Ahora Denver cuenta con un programa de clases, capacitación y asistencia destinado a ayudar a los solicitantes de asilo a prepararse para el momento --normalmente varios meses después de su llegada-- en que se les conceda el permiso de trabajo. Para quienes no tienen esperanzas de obtener un permiso de trabajo en breve, señaló, la ciudad amplió su oferta de vivienda pagada a seis meses.
Dijo que esperaba que la iniciativa de Denver sirviera de modelo a otras ciudades para ayudar más a los migrantes. Pero reconoció que un nuevo aumento de las llegadas quizá desbordaría el nuevo sistema.
Johnston comentó que ha intentado hablar con Abbott sobre los autobuses. Pero el gobernador no contesta sus llamadas.
Migrantes asisten a una clase que forma parte de un programa para solicitantes de asilo en un colegio comunitario de Denver, 13 de junio de 2024. (Rachel Woolf/The New York Times).
Un autobús procedente de Texas con migrantes llega a un refugio en Denver el 4 de junio de 2024. (Rachel Woolf/The New York Times).