¿Y si los entusiastas de la inteligencia artificial se equivocan?

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A pesar de la aparición de las computadoras personales, el internet y otras innovaciones de alta tecnología, una buena parte del mundo industrializado está estancado en un bache de crecimiento económico: se espera que los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico crezcan en total tan solo un 1,7 por ciento este año. Los economistas a veces llaman a este fenómeno la paradoja de la productividad.

La nueva gran esperanza es que la inteligencia artificial acabe con esta racha de mediocridad… pero están surgiendo dudas. Y un artículo especialmente escéptico de Daron Acemoglu, economista laboral del Instituto Tecnológico de Massachusetts, ha desencadenado un debate acalorado.

Acemoglu llegó a la conclusión de que la inteligencia artificial contribuiría tan solo de forma "modesta" a mejorar la productividad de los trabajadores y que no sumaría más de uno por ciento a la producción económica de Estados Unidos en la próxima década. Esta cifra palidece en comparación con los estimados de economistas de Goldman Sachs, quienes el año pasado predijeron que la inteligencia artificial generativa podría aumentar un siete por ciento el producto interno bruto mundial durante el mismo periodo.

Los alcistas tienen grandes esperanzas para la inteligencia artificial. Sam Altman, de OpenAI, el creador de ChatGPT, cree que la inteligencia artificial acabará con la pobreza. Jensen Huang, director ejecutivo de Nvidia, el principal fabricante de los chips utilizados para impulsar la inteligencia artificial, afirmó que la tecnología ha dado lugar a "la próxima revolución industrial".

No obstante, si los entusiastas se equivocan, podría ser un problema para el mundo desarrollado, el cual necesita desesperadamente un avance en la productividad, pues su mano de obra envejece y decae.

La inteligencia artificial no revertirá el estancamiento, le comentó Acemoglu a The New York Times. Una razón: Acemoglu encontró que la tecnología tan solo puede automatizar el cinco por ciento de las tareas de un oficinista. "La inteligencia artificial tiene mucho más que ofrecer para ayudar con el problema de la productividad. Pero no lo logrará en el camino que lleva; por eso me preocupa tanto bombo y platillo", afirmó.

Acemoglu considera que la inteligencia artificial es una herramienta que puede automatizar tareas rutinarias: por ejemplo, acelerar la redacción de correos electrónicos, presentaciones de venta o código informático básico. Esto podría liberar a los trabajadores para que se dediquen a tareas de mayor complejidad intelectual, como desarrollar una estrategia comercial para el lanzamiento de un nuevo producto. Sin embargo, Acemoglu cuestionó la capacidad de la tecnología para ayudar por sí sola a los trabajadores a "ser mejores en la resolución de problemas o hacerse cargo de tareas más complejas". Si lo logran, las empresas percibirán un aumento en la productividad de los trabajadores, agregó.

La visión pesimista de Acemoglu tal vez no sea sorprendente. Durante décadas, ha escrito sobre los efectos buenos y malos de la influencia de la tecnología en el mercado laboral y la economía, y ha advertido que la carrera armamentística de las grandes empresas tecnológicas por dominar la inteligencia artificial podría tener un efecto desestabilizador en la sociedad.

Y no es el único que cuestiona el bombo y platillo en torno a la inteligencia artificial. David Cahn, un socio del gigante del capital de riesgo Sequoia, y analistas de Barclays y Goldman Sachs hace poco advirtieron que los miles de millones de dólares que las empresas están invirtiendo en inteligencia artificial podrían crear una burbuja especulativa. (Dicho esto, Sequoia acaba de liderar una ronda de financiamiento para la empresa emergente Fireworks AI).

Los detractores dicen que Acemoglu minimiza el potencial de la inteligencia artificial para estimular los avances científicos y su efecto en el mundo empresarial. "Muchos de los beneficios de la inteligencia artificial se originarán tras la eliminación de las empresas menos productivas", argumentó Tyler Cowen, un economista que señaló que el modelo en el que se basa el estudio de Acemoglu es erróneo.

Lynda Gratton, una profesora de prácticas de gestión de la Escuela de Negocios de Londres que asesora a empresas sobre la adopción de la inteligencia artificial, es optimista. No obstante, cree que es demasiado pronto para determinar si la tecnología será una aplicación estrella que impulse la productividad, algo que solo se sabrá hasta que se pruebe en el lugar de trabajo en los próximos años.

Gratton afirmó que las empresas ya están realizando experimentos dinámicos con la inteligencia artificial. Para algunas empresas, la inteligencia artificial será "como una herramienta para eliminar costos e ineficiencias", comentó. "Pero, si la empresa quiere construir para crecer, necesitará herramientas para innovar".

Acemoglu también hace notar la importancia de estimular la innovación para apuntalar la eficiencia en el lugar de trabajo y, a su vez, lograr que los países que están envejeciendo sean más competitivos. ¿La inteligencia artificial es la herramienta para lograrlo? Acemoglu respondió esa pregunta con una cifra: 40 por ciento. Si las herramientas de inteligencia artificial pudieran automatizar más o menos ese porcentaje de la carga de tareas de un trabajador promedio, entonces reconsideraría su postura sobre la tecnología. "No soy totalmente pesimista", agregó.

Daron Acemoglu, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts, posa para un retrato en Cambridge, Massachusetts, el 21 de diciembre de 2021. (Cody O'Loughlin/The New York Times)

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