(The Global Profile)
SEÚL, Corea del Sur -- Lee Saedol era el mejor jugador de Go de su generación cuando sufrió una derrota decisiva: perdió, no ante un adversario humano, sino ante la inteligencia artificial.
Lee fue derrotado por AlphaGo, un programa de computadora con IA desarrollado por la unidad DeepMind de Google. Este increíble desaire, ocurrido en 2016, llegó a los titulares de todo el mundo y se tomó como una señal clara de que la inteligencia artificial estaba entrando a una nueva era profundamente perturbadora.
Con la victoria sobre Lee, dieciocho veces campeón del mundo, respetado por su estilo intuitivo y creativo de jugar, AlphaGo resolvió uno de los desafíos más grandes para la ciencia informática: enseñarse a sí misma la estrategia abstracta necesaria para ganar en Go, ampliamente considerado uno de los juegos de mesa más complejos del mundo.
"Estoy muy sorprendido porque nunca pensé que perdería", dijo Lee en aquel entonces en una conferencia de prensa posterior al partido. "No sabía que AlphaGo jugaría un encuentro tan perfecto de Go".
Pero las implicaciones de su derrota iban mucho más allá del propio juego, en el que dos jugadores compiten para ganar territorio colocando piedras negras y blancas sobre un tablero cuadriculado compuesto por 19 líneas por 19 líneas. La victoria de AlphaGo demostró el potencial desmesurado de la IA para lograr un dominio superhumano de habilidades otrora consideradas demasiado complicadas para las máquinas.
Lee, ahora de 41 años, se retiró tres años después de aquella partida, convencido de que los humanos ya no podían competir con las computadoras en Go. Afirmó que la inteligencia artificial había cambiado la propia naturaleza de un juego que se originó en China hace más de 2500 años.
"De cierto modo, perder ante la IA hizo que todo mi mundo se colapsara", reconoció en una entrevista reciente con The New York Times.
Ahora que la sociedad intenta comprender lo que podría significar la IA para el futuro de la humanidad, Lee insta a otros a no permitir que los tome por sorpresa, como le sucedió a él, y a familiarizase con la tecnología desde ahora. Da conferencias sobre inteligencia artificial, en un intento por brindarles a otros el aviso anticipado que él desearía haber recibido antes de aquel enfrentamiento.
"Yo me enfrenté a los problemas de la IA antes, pero les sucederá lo mismo a otros", afirmó Lee hace poco ante una multitud de estudiantes y padres de familia en una feria de educación comunitaria en Seúl. "Quizá no sea un final feliz".
Desde su derrota, Lee se ha obsesionado un poco con la IA, pues observa con una atención cautivada, aunque consternada, cómo la inteligencia artificial conquista un avance tras otro.
Lee no es ningún fatalista. Desde su perspectiva, la IA tal vez remplace algunos empleos, pero quizá también genere otros nuevos. Cuando analizó cómo la IA logró comprender Go tan bien, Lee comentó que es importante recordar que los humanos no solo crearon el juego, sino que también diseñaron el sistema de inteligencia artificial que lo dominó.
Lo que le preocupa es que la IA pueda cambiar lo que valoran los humanos.
"Antes, a la gente le fascinaban la creatividad, la originalidad y la innovación", señaló. "Pero desde la llegada de la IA, mucho de eso ha desaparecido".
Lee empezó a jugar Go a los 5 años bajo la tutela de su padre, un profesor de escuela y entusiasta del juego. Su familia vivía en Bigeumdo, una isla en la costa suroeste de la península de Corea con una población de alrededor de 3600 habitantes.
El talento inmenso de Lee fue evidente desde el inicio. Pronto se convirtió en el mejor jugador de su edad, no solo a nivel local, sino en toda Corea del Sur, Japón y China. Empezó a jugar profesionalmente a los 12 años.
Para cuando cumplió 20 años, Lee ya había alcanzado la graduación de 9 dan, el máximo nivel de destreza en Go. Al poco tiempo, ya se encontraba entre los mejores jugadores del mundo, descrito por algunos como el Roger Federer del juego de mesa.
"Era un ídolo, una estrella", recordó Lee Hajin, exjugador profesional de Go. "Todo el mundo lo admiraba".
Conforme crecía la reputación de Lee Saedol, Go comenzó a despertar el interés de una audiencia nueva: los expertos informáticos.
Go suponía un reto tentador para los investigadores de la inteligencia artificial. La complejidad de este juego es exponencialmente mayor que la del ajedrez, pues a menudo se dice que hay más posiciones posibles en un tablero de Go (10 seguido de más de 100 ceros, según muchos cálculos matemáticos) que átomos en el universo.
El descubrimiento en este ámbito provino de DeepMind, que desarrolló AlphaGo por medio de las llamadas redes neuronales: sistemas matemáticos capaces de aprender habilidades mediante el análisis de enormes cantidades de datos. Empezó con la introducción de 30 millones de movimientos a la red, cortesía de los jugadores de más alto nivel. Luego, el programa jugó un partido tras otro contra sí mismo hasta que aprendió qué movimientos resultaban exitosos y desarrolló nuevas estrategias.
Para finales de 2015, AlphaGo había derrotado a un tricampeón europeo de Go en cinco ocasiones consecutivas en un partido a puerta cerrada.
Entonces, Lee Hajin, quien trabajaba en la Federación Internacional de Go, se comunicó con Lee para proponerle participar en un partido público, con un premio de 1 millón de dólares si vencía a AlphaGo.
Lee Saedol relató que aceptó la oferta sin pensarlo demasiado, pues le pareció que sería "divertido".
"Pero pensé que sería divertido porque asumía que yo iba a ganar", narró Lee. "Jamás se me ocurrió que podía perder".
El partido, al mejor de cinco juegos, celebrado en Seúl, fue todo un espectáculo. En Corea del Sur, donde millones de personas juegan Go y Lee es una celebridad, el enfrentamiento fue lo más visto en las transmisiones nocturnas de televisión. Más de 200 millones de personas lo sintonizaron, además de enormes audiencias en China y Japón.
Durante los juegos, un ingeniero de DeepMind estaba sentado frente a Lee y colocaba las piedras según le indicaba AlphaGo. Lee comentó que no tener a un adversario humano real le desconcertó. AlphaGo jugó con un estilo que él nunca había visto, y fue extraño no tratar de descifrar lo que su contrincante estaba pensando y sintiendo. El mundo vio con asombro cómo AlphaGo acorraló a Lee con movimientos que nunca se le ocurrirían a un jugador humano.
"No pude acostumbrarme", admitió. "Sí creía que la IA vencería a los humanos algún día. Pero no pensé que estuviera ya en ese nivel".
AlphaGo ganó 4 de 5 juegos. Lee Sang Hoon, hermano mayor de Lee y jugador profesional de Go, recuerda que pensó: "Esto no puede ser cierto".
"Fue impactante", dijo su hermano, quien sigue jugando a nivel profesional. Al igual que otros expertos en el juego, ahora entrena con sistemas de IA, que siguen aprendiendo y mejorando.
"Los jugadores profesionales estudian el funcionamiento de estos algoritmos e intentan cerrar esa brecha", comentó su hermano. "Pero aún nos falta mucho".
La victoria de AlphaGo "fue un punto de inflexión en la historia de la inteligencia artificial", afirmó Demis Hassabis, director ejecutivo de DeepMind, en una declaración por escrito. Demostró que las computadoras que aprenden por sí solas a partir de datos "son capaces en realidad", sostuvo.
Para Lee fue muy difícil aceptar la derrota. La eficiencia despiadada de un algoritmo arrasó con una habilidad que antes veía como un arte, una extensión de la propia personalidad y estilo de un jugador.
"Ya no podía disfrutar el juego", se lamentó. "Así que me retiré".
Lee Saedol, exjugador profesional de Go, dentro de una de sus academias del juego en Hanam, Corea del Sur, el 27 de mayo de 2024. (Jean Chung/The New York Times)
Una instructora trabaja con estudiantes jóvenes en una de las academias de Go de Lee Saedol en Hanam, Corea del Sur, el 27 de mayo de 2024. (Jean Chung/The New York Times)