Ante el desgaste profesional, ofrecen acompañamiento

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(Making It Work)

Cuando Karen Schiro, agente inmobiliaria de Fairfax Station, Virginia, se dio cuenta el año pasado de que sufría el síndrome de desgaste profesional, se puso en contacto con Ellyn Schinke, una coach especialista en el tema de Tacoma, Washington. "Sabía que sufría el síndrome de desgaste profesional y no sabía cómo solucionarlo", aseguró.

Durante seis meses de videoconferencias semanales, Schiro, de 45 años, aprendió a reducir sus listas sobrecargadas de tareas pendientes. Hacer cambios como añadir una línea a la firma de su correo electrónico que dijera que no responde a los mensajes enviados después de las seis de la tarde parecían "nimiedades", aseguró, pero requirió la perspectiva de alguien de fuera para identificar estos ajustes.

"Cuando sufres desgaste profesional, es difícil pensar en esas cosas y ponerlas en práctica", afirmó Schiro.

Incluso antes de que la pandemia de COVID-19 alterara cómo y dónde trabajan las personas, la Organización Mundial de la Salud reconoció el síndrome de desgaste profesional. En 2019, definió las características de este tipo de estrés laboral crónico como agotamiento, cinismo e ineficacia, atributos que dificultan que las personas se recuperen por sí mismas, según Michael P. Leiter, profesor emérito de la Universidad de Acadia en Nueva Escocia que estudia el síndrome.

"En ese momento, es difícil salir adelante de manera independiente", explicó. "Es muy útil tener un punto de vista secundario o algún apoyo emocional".

Aquí entra en juego el coach de desgaste profesional.

Un "coach de desgaste profesional", que opera en una zona gris entre la psicoterapia y el coaching profesional, y sin credenciales formales ni supervisión, puede ser una profesión de moda fácil de publicitar. Básicamente, cualquiera puede colgar un anuncio.

Como resultado, en los últimos años ha aumentado el número de personas que se anuncian como coaches en el tema, afirmó Chris Bittinger, profesor clínico adjunto de liderazgo y gestión de proyectos de la Universidad Purdue que estudia el desgaste profesional. "No hay barrera de entrada", aclaró.

Generar ganancias es otra cuestión. Cuando Rhia Batchelder, residente en Denver, empezó a trabajar como coach en 2021, al principio vivía de sus ahorros y complementaba sus ingresos con trabajos jurídicos independientes y como paseadora de perros mientras perfeccionaba sus habilidades de ventas y mercadotecnia.

"El coaching en general es un sector muy poco regulado", dijo. "Quizá pasé cientos de horas investigando el tema".

Esta falta de supervisión dificulta saber cuántos coaches hay, pero los investigadores que estudian el desgaste profesional, como Leiter, afirman que la cultura corporativa de alta presión, la escasez de recursos para la salud mental y el trastorno de la pandemia han creado una masa crítica de trabajadores con desgaste que buscan formas de sobrellevarlo.

Kim Hires, coach de Atlanta, afirmó que poca gente sabía lo que ella hacía cuando puso en marcha su negocio hace una década. "Ahora no tengo que explicarlo", comentó.

Pero los coaches de desgaste profesional se enfrentan a la falta de credenciales. Algunos obtienen certificaciones a través de organizaciones como la Federación Internacional de Coaching, una gran asociación de coaching sin ánimo de lucro. Pero a diferencia de un coach de vida, un coach ejecutivo o un coach de bienestar, un coach de desgaste profesional no tiene una certificación específica.

Dicen que deben reunir varias certificaciones y formación continua en temas como la gestión del estrés y la salud del sueño, algo que incluso sus defensores reconocen que puede hacer que la práctica parezca una farsa.

Sin embargo, las instituciones educativas están respondiendo al interés creciente.

Terrence E. Maltbia, director del Programa de Certificación en Coaching de la Universidad de Columbia, dijo que la universidad iba a añadir el tema del desgaste a su plan de estudios de educación continua, después de que su encuesta bienal de exalumnos y ejecutivos del programa de coaching reveló que el interés en el desgaste profesional se disparó entre 2018 y 2022, un aumento que caracterizó como sin precedentes.

"El mercado lo está impulsando porque la gente necesita trabajar, y el trabajo es más estresante", señaló.

La última encuesta anual de la Asociación Estadounidense de Psicología encontró que el 77 por ciento de los trabajadores experimentaron estrés relacionado con el trabajo en el último mes. A menudo, es difícil encontrar ayuda para gestionar ese estrés: según la Administración de Recursos y Servicios de Salud, más de la mitad de la población estadounidense vive en una zona con acceso inadecuado a servicios de salud mental.

Brett Linzer, internista y pediatra de Oconomowoc, Wisconsin, afirma que algunas personas prefieren hablar con un coach de desgaste profesional porque la salud mental sigue estando estigmatizada.

"Existe una narrativa cultural según la cual los médicos tienen que resolver las cosas por sí mismos y no pueden depender de otras personas", aseguró Linzer. Hablar con un coach de desgaste profesional lo hizo más empático y mejoró su forma de comunicarse, dijo, además de que lo ayudó a sobrellevar la muerte de dos amigos y colegas.

La experiencia personal también se menciona en los discursos de venta de muchos coaches de desgaste profesional. Batchelder, la coach de Denver, dejó una carrera en litigios corporativos que la dejó desvinculada y agotada.

"Empecé a investigar sobre el síndrome de desgaste profesional para ayudarme a mí misma", explicó Batchelder, de 33 años. Aprender sobre herramientas de gestión del estrés, como ejercicios de respiración, establecimiento de límites y rutinas, le permitió ayudar a sus clientes.

Estos coaches afirman que no sustituyen a los terapeutas, sino que proporcionan un tipo diferente de apoyo. Algunos clientes dijeron que apreciaban cómo un coach de desgaste profesional podía identificarse con sus retos laborales.

"Comprendía por lo que estaba pasando", afirmó Tara Howell, directora de comunicación de una organización sin ánimo de lucro de Baltimore, que empezó a trabajar con Batchelder mientras también acudía a terapia.

"Mis sesiones con Rhia eran mucho más prácticas", afirmó Howell, de 28 años. "Había pensado en trabajar con orientadores profesionales, pero no me parecía adecuado para lo que yo quería".

Aunque algunas empresas pueden pagar las sesiones con un coach de desgaste profesional bajo la división del desarrollo profesional, la mayoría de los coaches y clientes afirman que la gente paga de su bolsillo el coaching, que puede costar 250 dólares o más por una sesión individual de 45 o 60 minutos, con paquetes de sesiones que alcanzan los miles de dólares.

El interés por los coaches de desgaste profesional surge en medio de un cambio de perspectiva sobre el bienestar en el lugar de trabajo. William Fleming, investigador del Wellbeing Research Center de la Universidad de Oxford, descubrió que muchos servicios de bienestar ofrecidos por empresas, como las aplicaciones para dormir y los seminarios de atención plena, no cumplen en gran medida sus promesas de mejorar la salud mental.

"Estas intervenciones no solo no funcionan, sino que son contraproducentes", afirmó Kandi Wiens, codirectora del máster en educación médica de la Universidad de Pensilvania e investigadora del síndrome de desgaste profesional.

Fleming dijo que estas iniciativas eran ineficaces porque se centran en el individuo y no en cuestiones como el exceso de trabajo o la falta de recursos que conducen al agotamiento. "Se intenta mitigar los síntomas del problema sin llegar a las raíces causales", añadió.

Los coaches de desgaste profesional reconocen que no son la panacea. "Definitivamente hay un límite en lo que el coaching puede hacer", dijo Batchelder. "Hay muchos factores estresantes institucionales".

Kim Hires, una coach de Atlanta especializada en desgaste profesional. El campo está creciendo a medida que más estadounidenses buscan apoyo para el estrés crónico. (Audra Melton/The New York Times).

Cuando el desgaste profesional se cierne sobre ellos, los trabajadores pueden recurrir a un coach como Rhia Batchelder, que abandonó una poderosa carrera jurídica para convertirse en coach de síndrome de desgaste profesional. (Joanna Kulesza/The New York Times).

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