El arte de transformar aves y criaturas míticas en piñatas

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La piñata, como se hace de humilde papel y está diseñada para ser destruida, no siempre se considera arte. El artista Roberto Benavidez, radicado en Los Ángeles, ha trabajado para cambiar eso.

"Para muchos no es más que un inofensivo juego de fiesta infantil", dijo Benavidez. "La piñata es mucho más".

Benavidez ha transformado la piñata tradicional en algo mucho más elaborado, emulando aves y criaturas míticas sacadas directamente de obras de arte y textos medievales. En su estudio vive una colección de creaciones: una jirafa plateada vigila a media decena de pájaros de colores exuberantes que cuelgan del techo. En su mesa, el artista estaba trabajando en una nueva incorporación a la bandada: un martín pescador azul.

Todas las piñatas empiezan igual: Benavidez envuelve dos globos pequeños con tiras de papel de impresora, uno para el cuerpo y otro para la cabeza. Después los cubre suavemente con tiras de papel empapadas en pegamento, y las deja reposar para que se sequen. Más tarde, los globos se pegan sobre cartulina Bristol, un tipo de cartón que sirve de esqueleto, antes de que otra capa de papel maché forme un cuerpo aerodinámico. Las alas, la cola y el pico se hacen con la cartulina sobrante y se pegan al cuerpo. Benavidez utiliza alambre floral para sujetar el pico antes de repetir todo el proceso de papel maché. Es un trabajo minucioso.

Han pasado 15 años desde que Benavidez cambió el bronce por el papel. A los 28 años, se mudó a Los Ángeles y aceptó un trabajo en una empresa ejecutiva, pero también persiguió su pasión por la escultura, tomando clases nocturnas en las que se especializó en la fundición de bronce. Seguir con el bronce era demasiado caro, mientras buscaba alternativas encontró un sitio web de "haz tu propia piñata". Desde entonces ha hecho cientos de piñatas, muchas inspiradas en pájaros e interpretaciones de animales fantásticos que le encantaban de niño mientras crecía en Beeville, Texas.

"La piñata puede ser tan escultural como quieras", dijo. "También fue liberador porque era de papel, así que supe que mi arte nunca sería demasiado costoso. Solía decir que la razón por la que empecé con la piñata fue para encontrar un medio más accesible, pero la razón por la que me he quedado es porque descubrí la riqueza de su historia".

Antes de convertirse en un elemento básico de las tiendas de artículos para fiestas, las piñatas empezaron siendo vasijas de barro, y existieron de diversas formas en varias culturas durante cientos de años. Es posible que las piñatas se hayan originado en la antigua China como una tradición de Año Nuevo, y también se utilizaban para conmemorar la Cuaresma en Italia, dijo en una entrevista María Camba, una estudiante de doctorado que ha investigado las piñatas. Los misioneros españoles las utilizaron en México, donde su similitud con una práctica mesoamericana ya existente fue útil en la conversión cristiana. Usaban una piñata con una estrella de siete puntas para representar los pecados capitales, con una venda en los ojos que representaba la fe y las golosinas escondidas en el interior simbolizaban la recompensa por esa fe.

"La piñata de hoy es una especie de mezcla de esas culturas", dijo Benavidez. "Siento una conexión, al ser una mezcla de ascendencia mexicana y europea. Además, como persona gay que fue criada como católica, el aspecto religioso de su historia, esta idea del pecado, también me atrae".

Le sorprende que las piñatas se hayan convertido en su oficio, porque de pequeño no pasaba mucho tiempo jugando con ellas. A menudo, su familia no podía comprarlas y le producían ansiedad. "Tenía miedo de que me pegaran, miedo de no poder coger las golosinas, miedo de que me pisotearan", explicó.

En sus obras, Benavidez hace referencia a la identidad, la sexualidad y la religión. Un loro de Pesquet, con manchas de plumaje rojo, es un ejemplo: hizo de este pájaro un ginandromorfo, un organismo que genéticamente es tanto macho como hembra.

Sus piñatas poseen una complejidad que el artista le atribuye a los "flecos" de papel. "Aquí es donde se produce la magia", afirma.

Para el loro de Pesquet, Benavidez superpuso trozos de papel crepé rojo metalizado y mate y cortó bordes dentados. Luego los pegó sobre el cuerpo de papel maché.

Como una muestra de la imaginación y la paciencia de Benavidez, en el techo de su estudio colgaba una criatura con cola que se comía un trozo de golosinas. Los flecos, con tonos azules y naranjas y motas de plata, creaban textura y profundidad. La pieza forma parte de una serie inspirada en el Salterio de Luttrell, un manuscrito ilustrado que describe la vida en la Inglaterra rural del siglo XIV y presenta animales híbridos en los márgenes.

En septiembre, Benavidez presentará su primera exposición internacional en Venecia, un momento significativo porque gran parte del mundo del arte ha tardado en reconocer su obra y apreciar a las piñatas. "Creo que una característica, especialmente en Estados Unidos, es cierta actitud en torno a la cultura mexicana diciendo que es barata, es de papel, así que no es arte", dijo.

Pero ha notado un cambio gradual. Aunque vende la mayor parte de su obra a coleccionistas privados, museos de Colorado y Nuevo México también han comprado sus piezas.

A medida que Benavidez creaba sus piñatas, quedaba una duda: ¿hay algo adentro de ellas? El artista confirmó que, en cada una de ellas, había algo.

Pero no quiso revelar qué es lo que contienen. Ese es otro elemento de la piñata que ha llegado a amar. "¿Qué otra forma de arte hace que te preguntes qué hay adentro?", dijo.

(Sasha Arutyunova/The New York Times)

(Sasha Arutyunova/The New York Times)

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