Los comedores competitivos son como nosotros, excepto por todos esos hot dogs que comen

The New York Times: Edición Español

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Día a día, Julie Goldberg come de una manera que podría describirse como "sumamente normal". Se termina la ensalada. No se come la orilla de la pizza. Ni te imaginas que Goldberg, de 38 años, es una competidora que se está entrenando para comer, si bien no el mayor número de hot dogs de la historia, sí el mayor número de hot dogs que ha comido en su vida.

Esos titanes del consumo calórico están entre nosotros: obreros y responsables de distritos escolares, granjeros y contadores. La diferencia es que, cada 4 de julio, los mejores acuden en tropel al Concurso Internacional de Comer Hot Dogs de Nathan's Famous, en Coney Island.

Este año, el campo está inesperadamente abierto. El mes pasado, Joey Chestnut, dieciséis veces campeón del concurso, fue excluido del concurso tras firmar un contrato de patrocinio con Impossible Foods. Inmediatamente después de conocerse la noticia, se anunció que se enfrentaría a su rival de toda la vida, Takeru Kobayashi, en un especial de Netflix --"Chestnut vs. Kobayashi: Unfinished Beef"-- que se emitirá en vivo el 2 de septiembre (a Kobayashi, quien ostenta el récord mundial de devorar salchichas sin pan, no se le ha permitido competir en el concurso desde 2010, debido a una disputa contractual con la Major League Eating, el órgano rector del evento de Nathan's Famous).

La gran mayoría de los tragones de élite no firman contratos de patrocinio ni hacen especiales para Netflix. Pero forman la columna vertebral de lo que no es solo un deporte, sino una tradición estadounidense.

Incluso en la cima de los concursos de comida, el rango de habilidad es amplio: Chestnut tiene el récord con 76 salchichas (con pan) en diez minutos, siete menos de lo que los científicos han determinado como la capacidad máxima de un ser humano, en teoría. Geoffrey Esper, segundo en la competencia de Nathan's Famous durante tres años consecutivos, logró ingerir 49,5 hot dogs en su ronda clasificatoria de este año. Miki Sudo, nueve veces ganadora en la categoría femenina, ostenta el récord de la división con 48,5. Otros favoritos, como James Webb, Nick Wehry y Patrick Bertoletti, también rondan esa última cifra.

Sin embargo, la mayoría de los competidores no alcanzan esos números.

Cherish Brown, de 35 años, madre y ama de casa con dos trabajos de medio tiempo en Edon, Ohio, se describe como "amateur", aunque técnicamente se volvió profesional el año pasado. Su mejor marca en competencia son diez hot dogs.

En un mundo de Joey Chestnuts, es fácil perder de vista cuántos hot dogs son diez hot dogs. Para que no haya confusión: diez hot dogs en diez minutos son muchos hot dogs. Hasta para 6,75 hot dogs --la última marca de Goldberg-- se requiere un entrenamiento específico.

"Los concursos de comida son muy difíciles", comentó Goldberg mientras saboreaba una pizza al horno de leña cerca de su casa de Astoria, Queens. No es lo mismo que la glotonería. Comer en exceso es fácil, pero comer en competencia requiere habilidad.

Goldberg empezó a competir del mismo modo que mucha gente: conoces a alguien que lo hace, te pones a hablar y te sugiere que lo intentes.

Poco después de mudarse a Nueva York para cursar su posgrado --estudia un doctorado en Ciencias Políticas--, conoció por casualidad en un bar del East Village a Crazy Legs Conti, uno de los "grandes de los concursos de comida". Empezaron a practicar juntos.

Él le enseñó a mojar el pan en Tang, para que el dulzor artificial de los cítricos contrarrestara el poder de la sal. Le presentó el Método Salomón (este proceso, llamado así por el rey Salomón, quien, según la leyenda, amenazó con partir en dos a un bebé, consiste en partir el hot dog por la mitad y comerse los dos trozos a la vez).

George Chiger, de 45 años, conoció a Larell Marie Mele, de 60, en una fila en una oficina de una empresa de cable en Pocono Summit, Pensilvania.

"Delante de mí había una mujer pequeña, con pantalones de yoga y cabello morado, muy emocionada porque iba a volver a Coney Island, y dijo que se había comido quince hot dogs", relató. "Como que me reí, y me dijo: 'Puedo comer más que tú, grandulón'".

Los dos se volvieron compañeros de entrenamiento. Se reunían en el gimnasio de ella --en ese entonces era entrenadora personal-- y colocaban parrillas de la marca George Foreman en la cancha de baloncesto para practicar; si el objetivo de ella eran quince hot dogs, él le decía que se iba a comer dieciséis, como motivación.

"Hicimos eso durante años", aseguró Chiger, hasta que, en 2015, Mele por fin lo convenció para competir en un clasificatorio de Nathan's Famous en la pista Pocono Raceway. "La descarga de adrenalina fue una locura", afirmó. "Me cambió la vida".

Cuando conoció a Mele, Chiger, quien mide 1,98 metros, pesaba "más de 180" kilos y una compañía de seguros de vida le acababa de decir que no era asegurable. Hoy pesa poco menos de 136 kilos, un cambio que atribuye con orgullo al comer de forma competitiva.

"Me enseñó al mismo tiempo que puedo comer grandes cantidades de comida y cuidar mi salud los otros seis días de la semana", señaló. "Los médicos están contentos. Yo la llamo la dieta del hot dog". (Esto no es estrictamente cierto: también ha competido recientemente con donas, 37 en ocho minutos; tarta de fresa, 6,3 kilos; y maíz dulce, 30 mazorcas).

Una de las cosas que te enseña este tipo de competencia es que el cuerpo funciona de forma misteriosa. Y, como todos los deportes, este es cuestión de entrenar cuerpo y mente.

Primero, el cuerpo. Todos esos tragones intentan dos cosas: aumentar la capacidad del estómago y mejorar la técnica. Gideon Oji, ex jugador universitario de baloncesto nigeriano de 32 años que de día trabaja como aprendiz de administración en Enterprise Rent-a-Car, en Atlanta, dijo que corre "de nueve a once" kilómetros al día en los entrenamientos para aumentar la "resistencia", y añadió que su rendimiento es mejor cuando está más delgado.

"Es mucho sacrificio por lo que amamos", comentó Oji, quien devoró 35 hot dogs en la ronda de clasificación de Nathan's Famous de este año en Times Square y tiene el récord mundial de col rizada (22 ensaladas y media de col rizada de 450 gramos en el campeonato de comida Kale Yeah! -- The World's Healthiest Eating Championship, en 2017).

Para aumentar la flexibilidad de sus estómagos, algunos atletas se concentran en lo que equivale a un programa de estiramientos internos, utilizando grandes cantidades de sandía, verduras, agua o Coca-Cola de dieta, mientras que otros no hacen ningún estiramiento.

"Con el negocio, no tengo oportunidad de hacer esos estiramientos", aclaró Mele, propietaria, con su marido, de una empresa de instalaciones eléctricas. "Mi entrenamiento son solo las prácticas".

Ese es el punto común de todos los regímenes: hay que practicar comiendo hot dogs. "Tienes que hacerlo", dijo Mele, seria.

Este proceso es refrescantemente sencillo: cuentas diez minutos con el reloj y comes tantos hot dogs como puedas.

Un par de veces a la semana, Darrien Thomas, de 25 años y residente en Bowmanville, Ontario, encargado de dietas en una residencia de ancianos y número uno de Canadá en competencias de comida, pone música: Rage Against the Machine y solo Rage Against the Machine. ("Cuando escucho Rage Against the Machine, puedo sentir en la boca el sabor de los hot dogs", aseguró). Y luego, mientras su familia lo observa --por razones de seguridad, nunca practica solo--, se pone a comer.

Luego está la mente. El cuerpo no quiere consumir seis, veinte o setenta y dos hot dogs. "Llega un momento en que luchas contra tu cuerpo para mantener esa comida en el estómago", afirmó Oji. El impulso para superar ese instinto natural debe venir de algún lugar profundo de nuestro interior.

"Me han pasado muchas cosas en la vida que me han hecho superar barreras mentales", afirmó Brown, la novata, relativamente, de Ohio.

Su hija de 9 años murió en 2020 de una forma rara de cáncer cerebral. Seis meses después, a su hijo, que entonces tenía 8 años, le diagnosticaron una enfermedad renal crónica. Se encuentra bien, aunque es posible que con el tiempo necesite un trasplante.

Para ella, la recompensa es algo más que la posibilidad de alcanzar la gloria.

"He hecho muchos amigos comiendo de forma competitiva", dijo. "Ninguno de mis otros conocidos hace algo tan fantástico", concluyó.

Larell Mele, competidora en concursos de comida, en Tobyhanna, Pensilvania, el 25 de junio de 2024. (Jonno Rattman/The New York Times)

Hot dogs de Nathan's Famous en el Brookside Inn en Tobyhanna, Pensilvania, el 25 de junio de 2024. (Jonno Rattman/The New York Times)

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