El inquietante problema del 'amigo intermedio'

The New York Times: Edición Español

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La mayoría de nosotros llevamos un inventario mental informal de nuestras amistades en el que separamos a los amigos más cercanos, nuestros íntimos, de nuestros conocidos. Mi amigo R. alguna vez fue un paso más allá. Clasificó a sus amigos en un documento de su computadora. (R. me pidió que utilizara aquí su inicial de pila por un sentido del decoro, sabiendo que es tabú reconocer siquiera la existencia de tal lista, y mucho menos revelar a los amigos sus posiciones en ella).

Cuando era más joven, R. se sentía insatisfecho con su vida social, que le mantenía ocupado pero insatisfecho, y construyó su jerarquía de amigos para diagnosticar por qué. Descubrió que tenía un pequeño grupo de amigos de primer nivel, con los que estaba encantado de pasar tiempo en cualquier circunstancia. Y tenía un gran número de conocidos. Pero los amigos que le causaban más problemas --y más confusión interior, añoranza, ansiedad y culpa-- eran los que se encontraban en los niveles de en medio. Los llamó sus "amigos intermedios".

Por ejemplo, R. me contó de una amiga. Fueron muy amigos durante la universidad, pero a los treinta y algo se habían distanciado. No hubo ningún desencuentro, ninguna razón identificable para que su amistad se marchitara. Simplemente, R. no se sentía tan unido a esa amiga como antes. Así que, sin maldad ni intención consciente, la eliminó de su lista personal de amigos.

Cuando la amiga de R. se puso en contacto con él recientemente para pedirle su apoyo durante su recuperación de la adicción, su primer impulso fue sentirse agobiado, y luego enfadado por su propia irritación. "En realidad, ella no me pedía nada. Responsabilidad", dijo R. Pero ella se apoyaba en él de una forma que le resultaba demasiado pesada, teniendo en cuenta en lo que se había convertido su amistad, y él se debatía sobre cómo estar a su lado.

No reservó un vuelo para visitarla. Ni siquiera la llamó. Se observó a sí mismo no haciendo estas cosas y sintió autorreproche. Emily Langan, profesora de comunicación del Wheaton College que estudia la amistad, describió este sentimiento como "no estoy dispuesto a hacer eso, y me siento un poco falso por no hacerlo, pero simplemente no somos ese tipo de amigos".

Los amigos intermedios son amigos auténticos. Comparten historia (por ejemplo, la misma "alma mater"), circunstancias (un empleador) o intereses (chistes groseros, la realeza, compras de segunda mano o el squash). Los amigos intermedios te hacen reír, te traen noticias, te ofrecen ideas o experiencia. Pero, a diferencia de los amigos más íntimos, los amigos intermedios ponen a prueba los límites de tu tiempo, cariño y energía. Hay un número limitado de cenas a las que puedes asistir a la semana y un número limitado de personas con las que puedes enviarte mensajes de texto incesantemente. Los amigos intermedios demuestran la mentira que es cualquier intento ingenuo de ser todo para todo el mundo.

Y ese es el problema con los amigos intermedios, las líneas invisibles que trazas a su alrededor sin ser nunca explícito, ni con ellos ni, posiblemente, contigo mismo. La reciprocidad es la base de toda amistad: compartir y cuidarse mutuamente en un contexto de confianza. La tensión de la amistad intermedia es esta ausencia de claridad, que permite la posibilidad de lo que Claude Fischer, sociólogo de la Universidad de California en Berkeley, denominó en una entrevista "expectativa asimétrica": tal vez tus amigos intermedios te caigan menos (o más) bien de lo que tú a ellos. Con un amante, una pareja o un amigo muy íntimo, puedes negociar desequilibrios, restañar heridas o traiciones. Pero, de algún modo, esas conversaciones parecen imposibles en el ámbito intermedio.

R. atendió la petición de su amiga en recuperación colocando un recordatorio semanal en su calendario. Cuando sonaba la alarma, le enviaba un mensaje de texto para ver cómo seguía, aunque con la misma frecuencia ignoraba la respuesta. R. se dio cuenta de que su incomodidad con esta amistad intermedia quizá decía más de él que de ella. "Intenté examinar mi propio sentido de prepotencia", dijo. "Esta persona cree que soy importante, así que me siento obligado". ¿Era su enorme papel en la vida de su amiga una señal de la dependencia de ella o un producto del ego de él? No lo habían hablado, así que él no lo sabía.

Una ambigüedad cortés pero egoísta

El problema de cualquier debate sobre la amistad intermedia empieza con la palabra "amigo". Para los estadounidenses, todo el mundo, desde un amante hasta un conocido del trabajo, es un "amigo", y por eso "algunas personas dicen que tienen tres amigos y otras que tienen cien", explicó Fischer, de Berkeley. Las mujeres, en general, se apoyan en sus amigas más que los hombres y comparten más fácilmente detalles de su vida, lo que lleva a definiciones más borrosas de las categorías de amistades y a una mayor confusión sobre dónde encajan las personas.

Mi antigua colega Allison Davis, que está escribiendo un libro sobre sexo, está de acuerdo. Es una persona con muchos amigos y ha observado la falta de matices en el lenguaje.

"Podemos tener un millón de palabras para las formas en que tenemos sexo, pero cuando eres amigo de alguien, solo son ... amigos", comentó.

Los estudiosos de las redes sociales han intentado clasificar los estratos de la amistad. "Mejores", "íntimos", "buenos", "casuales" y "conocidos" es una de las taxonomías que utilizan. "Grupito de apoyo", "grupo de simpatía", "grupo de amistades", "miembros de un clan" y "conocidos" es otra. Estos estudiosos han imaginado las redes de amigos como una pirámide, con los amigos íntimos y la familia en la punta y todos los demás clasificados y ordenados por debajo; o como círculos concéntricos, "como ondas en un estanque", explicó el psicólogo evolutivo de Oxford Robin Dunbar, con las personas más cercanas en el centro; o como un convoy, con ciertas personas que acompañan a un individuo a lo largo de la vida, y otras que se quedan atrás, fuera de la procesión por completo.

Dunbar ha realizado un extenso diagrama de la amistad, cuyas conclusiones se resumen en su libro "Friends: Understanding the Power of our Most Important Relationships", publicado en 2022. En un artículo muy citado de 1993, planteó que los seres humanos tienen la capacidad cerebral de mantener unas 150 amistades, con cinco o seis en el núcleo (incluidos ciertos miembros de la familia), de 10 a 15 en el segundo nivel y de 30 a 40 en el tercer nivel. El cuarto nivel incluye a todas las demás personas a las que no te da vergüenza saludar al encontrarse accidentalmente en la sala de espera de un aeropuerto en mitad de la noche. El quinto y gigantesco anillo lo forman los conocidos.

El silencio en torno a la amistad intermedia pretende proteger los sentimientos de los demás. Si alguien se refiere a ti como "un amigo del trabajo", en privado, tú resoplas: "Creía que éramos más íntimos que eso". Te enteras de un embarazo en Instagram y te molesta no haberlo oído de primera mano.

"No quiero sentirme tan… resistible; quiero sentir que importo", se lamenta mi íntimo amigo Nathan (su segundo nombre), describiendo a una pareja que no deja de prometerle que lo invitará a cenar, pero no lo hace.

Tal desequilibrio nos confunde y nos hiere, dejándonos impotentes, enfadados o autocríticos. Pero no tenemos ningún recurso.

"Sabemos que cuando hay un problema en una amistad, la gente tiende a ser muy pasiva, muy reacia a sacar a relucir temas que son negativos, que podrían causar conflictos", señaló Beverley Fehr, psicóloga social de la Universidad de Winnipeg.

Dunbar especula con que la ambigüedad en torno al mantenimiento de una amistad intermedia puede ser cortés, pero también egoísta. Sus investigaciones han demostrado que las personas sacan a sus amigos del círculo más íntimo con extrema lentitud, aproximadamente uno por década. Sobre todo las amistades que se establecen en los años universitarios "parecen estar tan grabadas en piedra que nada en la tierra de Dios las cambiará jamás", afirmó. Estas son las amistades que puedes retomar donde las dejaste, sin que necesiten demasiado mantenimiento.

No somos tan explícitos sobre las reglas básicas con nuestros amigos intermedios como lo somos con nuestros mejores amigos o amantes porque queremos evitar herir sentimientos, sí. Pero también "porque es posible que los quieras de vuelta dentro de dos años", dijo Dunbar. Queremos mantener abiertas nuestras opciones.

¿Algo menos 'bueno' puede ser mejor?

En el mejor de los casos, una amistad intermedia puede ser "casi liberadora, sin un gran sentido de la obligación", afirmó Fehr, de la Universidad de Winnipeg. Fehr se remite a estudios recientes que demuestran que "en un matrimonio malo, tener buenos amigos mantiene el bienestar", y a otros estudios que demuestran que lo óptimo es tener un grupo de amigos amplio y diverso, compuesto por lazos fuertes y débiles. A esto lo llama "no poner todos los huevos en la misma canasta de relaciones".

Los beneficios emocionales y psicológicos de la amistad intermedia no se han estudiado, pero Fehr cree que son considerables.

Mi buena amiga Liz O'Connor, consultora en estrategia organizativa afincada en Boston, lleva este pensamiento un paso más allá: si las personas pudieran ser honestas sobre sus propias limitaciones en la amistad, imagínense cuánto podrían hacer para resolver problemas sociales mayores. Connor reflexiona sobre las veces en que no ha intervenido para ayudar a amigos intermedios --en la enfermedad, en una crisis financiera-- por miedo a decepcionarlos por no ayudar lo suficiente. Si hubiera tenido más claros sus límites, habría podido hacer algo. En una epidemia de soledad, quizá infravaloramos las conexiones casuales que nos proporcionan placeres limitados, pero particulares.

Hace muchos años que conozco a R., el amigo que se esforzaba por dar en el clavo con su amiga de la universidad. Somos demasiado diferentes para ser muy unidos --principalmente, él está en una etapa de vida diferente a la mía--, pero compartimos una ansiedad temperamental, cierta oscuridad disfrazada de ironía y sed profesional. Siempre me alegra ver a R. Lo espero con ganas. Tomamos unas copas. Pasamos fácil y rápidamente a los temas más importantes --personales, profesionales-- y luego nos despedimos. Ninguno de los dos quiere más de lo que el otro puede dar.

Se lo dije a R. cuando hablé con él para este artículo, la primera vez que me atreví a revelarle a algún amigo, más allá de mis amistades más cercanas, su estatus. Le dije: "Eres el amigo intermedio perfecto".

R. se rio. "Nos vemos dentro de seis u ocho semanas", respondió.

El problema con los amigos intermedios son las líneas invisibles que trazas a su alrededor sin ser nunca explícito, ni con ellos ni, posiblemente, contigo mismo. (Lauren Peters-Collaer/The New York Times)

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