LONDRES -- Sarah de Lagarde corría para alcanzar un tren en septiembre de 2022 cuando se resbaló y cayó por un hueco entre el andén y el tren. Durante 15 horribles minutos, quedó atrapada en las vías sin ser detectada. Dos trenes la arrollaron. Aunque sobrevivió, tuvieron que amputarle el brazo derecho y la parte inferior de la pierna derecha.
Acostada en la cama de un hospital tras múltiples operaciones, De Lagarde, que apenas un mes antes había escalado el monte Kilimanjaro con su marido, Jeremy, se preguntaba cómo sería el resto de su vida.
"Creía que era invencible", dijo en una entrevista De Lagarde, ejecutiva de relaciones públicas en una empresa de inversiones de Londres.
Empezó a pensar qué podía hacer. "Me dije: 'Ok, perdí esto, necesito un sustituto, y no va a ser como un cacharro que no tenga ninguna función...'", comentó.
Dieciocho meses después, De Lagarde, que ahora tiene 44 años, ha recuperado cierta sensación de normalidad gracias a los grandes avances en prótesis que incorporan inteligencia artificial. Tiene un brazo y una mano nuevos, que utiliza con seguridad para poder abrir recipientes, preparar el café de la mañana, regar las plantas y poner la ropa en los colgadores. Su hija de 9 años, Daphne, a veces la agarra de la mano mientras caminan por la calle.
La mano prostética, la pieza más importante y compleja, funciona gracias al aprendizaje automático, un tipo de inteligencia artificial que destaca en el reconocimiento de patrones y la realización de predicciones basadas en comportamientos anteriores. TikTok utiliza el aprendizaje automático para su algoritmo de recomendación.
Los avances muestran cómo la IA se está introduciendo cada vez más en campos como la atención sanitaria. Aunque muchos han hecho sonar las alarmas sobre los riesgos de la IA, los investigadores afirman que esas preocupaciones se deben sopesar tomando en consideración el potencial de la tecnología para mejorar vidas.
"Cuando tenemos la oportunidad de mostrarle a la gente una IA que es realmente asistencial para ayudar a alguien, eso es positivo", dijo Blair Lock, cofundador y director ejecutivo de Coapt, que hizo el software de aprendizaje automático utilizado en el brazo de De Lagarde. "La atención sanitaria es un buen lugar para buscar el lado positivo de la IA".
Antes de que le colocaran su prótesis el año pasado, de Lagarde pasó meses visitando a menudo una clínica londinense para ayudar a entrenar el software que finalmente accionaría su brazo. Con electrodos conectados al final de la extremidad que le quedaba, que fue amputada a la altura del bíceps, los técnicos le decían que pensara en hacer movimientos básicos como tomar un vaso o girar el pomo de una puerta. El proceso activó sus músculos como si su brazo siguiera allí y proporcionó datos para enseñar a su prótesis cómo reaccionar cuando realizaba determinadas acciones o gestos.
Ahora, cuando De Lagarde se mueve, los sensores integrados en el brazo envían una señal a su mano para que realice el trabajo. Cuanto más utiliza el brazo, mejor se volverá el software para predecir lo que quiere hacer.
"Tardaba 10 segundos y requería mucha energía cerebral para realizar un movimiento como abrir la mano", explicó. "Ahora abro la mano y me doy cuenta de que ni siquiera había pensado en ello".
La tecnología no es perfecta. El brazo pesa mucho, por lo que a De Lagarde le duelen el hombro y la espalda, y hay que cargarlo al menos una vez al día. Cuando hace calor, resulta incómodo.
Tampoco tiene función táctil para que De Lagarde pueda sentir lo que toca. El teléfono se le ha caído varias veces por olvidar que lo llevaba en la mano derecha. Cualquier fallo de hardware o software puede afectarle.
"Todos los días hay un momento en el que pienso: Dios mío, echo tanto de menos mi brazo", contó. "Te hace darte cuenta de que, por muy sofisticado que esto sea, nuestros cuerpos son increíbles".El costo también es un problema. El brazo, el codo, la mano y el software de inteligencia artificial son fabricados por empresas distintas, lo que encarece los costos. Un brazo prostético completo como el que tiene De Lagarde puede costar más de 100.000 libras, unos 125.000 dólares.
Ella lo pagó en parte recaudando más de 30.000 libras, unos 38.000 dólares, a través de un sitio web de microfinanciación. Covvi, el fabricante británico de su mano, donó gratuitamente esa parte de su nuevo miembro tras enterarse de su accidente.
Simon Pollard, director ejecutivo de Covvi, declaró que el brazo que De Lagarde usa apunta a nuevos avances, que afectarán a personas que salen de zonas de conflicto, pacientes diabéticos y víctimas de accidentes trágicos. Los investigadores están estudiando cómo incrustar microsensores directamente en el brazo de una persona para proporcionar datos aún más ricos que los sistemas de IA puedan mejorar.De Lagarde sigue de cerca los últimos avances con la esperanza de poder estar entre los beneficiados. "Esta tecnología es el resquicio de bondad para lo que me ocurrió a mí", afirmó.
Sarah de Lagarde camina cerca de su casa en Londres, el 3 de febrero de 2024. (Alice Zoo/The New York Times)
Sarah de Lagarde practica el uso de una mano eléctrica para agarrar una pelota en el Royal National Orthopaedic Hospital de Stanmore, Inglaterra, el 5 de marzo de 2024. (Alice Zoo/The New York Times)