La segunda temporada de 'La Casa del Dragón' necesita más dragones

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La precuela de la exitosa serie "Juego de Tronos" de HBO arranca su segunda temporada de forma terrenal.

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La diplomacia frente a la violencia. La dignidad frente a la pasión desenfrenada. El deber frente al deseo egoísta de la venganza.

Espera, ¿no se suponía que esto era sobre dragones?

HBO envió a los críticos cuatro de los ocho episodios de la segunda temporada de La Casa del Dragón, su serie derivada de Juego de Tronos. Durante tres y tres cuartos de esas cuatro horas, nos encontramos en una de las regiones menos interesantes de esta franquicia de fantasía tan bien valorada: la tierra de las lecciones de civismo medieval. Se reúnen pequeños concejos. Se reclutan aliados. Los rivales por el trono se pavonean y se irritan. Cuando por fin estallan las batallas, suceden fuera de la pantalla.

Las dos series (basadas en las novelas de George R. R. Martin) tradicionalmente han recurrido a intrigas palaciegas impregnadas con sexo para rellenar los huecos entre costosas escenas de violencia masiva y primeros planos de acción con dragones. Pero casi media temporada es mucho tiempo para esperar a que vuelen las flamas.

Tronos, que terminó en 2019 después de ocho temporadas de gran éxito, recompensaba con la escala épica y el escalofrío sádico de su traición y libertinaje. También tuvo una gran actuación, la de Peter Dinklage como el noble enano Tyrion Lannister, y grandes personajes interpretados con estilo por actores como Lena Headey, Charles Dance y Jonathan Pryce. Y los dragones de la serie eran auténticas bestias terroríficas.

Dragón, a pesar de todo el dinero que HBO supuestamente ha gastado en ella, es una serie más sencilla y monótona, una condición que se mantiene en la segunda temporada. Aparte de Eve Best como la matriarca de los dragones, la princesa Rhaenys, y Ewan Mitchell como el temible Aemond, nadie en el reparto supera el nivel general de profesionalismo de la serie para causar una impresión significativa. Y, cuando aparecen, sus dragones se ven y suenan más domesticados.

La nueva temporada comienza con los truculentos Targaryen alfa, Rhaenyra (Emma D'Arcy) y Aegon (Tom Glynn-Carney), conspirando en sus respectivos castillos. Rhaenyra, la legítima heredera del Trono de Hierro --es más fácil usar la jerga--, está exiliada con su tío-marido, Daemon (Matt Smith). Su hermanastro Aegon se sienta en el trono y gobierna como un niño petulante, para consternación de su madre, Alicent (Olivia Cooke), quien fue la mejor amiga de Rhaenyra hasta que se casó con su padre, el anterior rey.

(Dragón es una saga familiar con relaciones enmarañadas y tortuosamente incestuosas, y no se toma muchas molestias en aclarar quién es quién para el espectador poco obsesionado. Por un costo extra, puedes verla en Prime Video y utilizar las útiles guías de personajes y actores que ofrece Amazon en tu pantalla).

Las preguntas son políticas --quién se quedará con la corona y cuánta sangre se derramará para averiguarlo--, pero lo que está en juego es personal. Las mujeres se inclinan por la negociación y el compromiso, mientras que los hombres están dispuestos a desatar a los dragones, pero los lazos entre madres e hijos, vivos y muertos, complican las cosas.

El drama doméstico, exacerbado y salpicado de sangre, está inteligentemente estructurado, y en algunos momentos resulta conmovedor. Glynn-Carney consigue despertar una pizca de simpatía por Aegon, que se encuentra en una situación trágica, y Smith transmite los sentimientos encontrados de Daemon, cuya sensación de que él también ha sido despojado de la corona pone a prueba su lealtad hacia su sobrina-esposa.

Pero la historia no cobra vida. Ni es lo bastante interesante como para arrastrarnos constantemente a la corriente, ni lo suficientemente extraña como para sacudirnos. La producción es sólida pero estática: tiene ese aire de juego de mesa que caracteriza a la franquicia. El fetiche por la geografía y la arquitectura está ahí, pero sin la grandeza visual de la serie anterior. Y las emociones del público se siguen manipulando mediante las coreografías melodramáticas de los acontecimientos, en lugar de sorpresas genuinas y orgánicas.

Las consecuencias de estas estrategias se reflejan en una trama a veces peligrosamente delgada. Para proporcionar algo de acción y suspenso en los primeros episodios, se alternan una serie de incursiones secretas, todas de las cuales tienen éxito solo por la completa e hilarante falta de seguridad en ambos castillos. En un determinado momento, los preparativos para la guerra se mantienen en espera debido a que Daemon experimenta una serie de visiones oníricas tan superficiales que no se entiende por qué tienen tanto efecto en él.

Muchos millones de espectadores y fans no estarán de acuerdo con casi todo lo que he escrito aquí, por supuesto. (Y La Casa del Dragón ya ha sido renovada para una tercera temporada). Todo lo que puedo decir en mi defensa es que, a lo largo de más de una década cubriendo Tronos y Dragones, me he mantenido consistente. "Ráfagas de acción separadas por amplias extensiones de conversación" (tercera temporada de Tronos); "Como de costumbre, la profesionalidad de la producción redime la pereza narrativa" (cuarta temporada de Tronos); "La seriedad del propósito no se traduce en un drama atractivo" (primera temporada de Dragón). Resulta que ya había escrito la reseña.

Mike Hale es crítico de televisión para el Times. También escribe sobre video en línea, películas y medios. Más de Mike Hale