El hijo de Joe Biden: un caso rutinario de armas, pero uno muy inusual

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Desde su declaración de apertura, el fiscal general del juicio de Hunter Biden recordó a los 12 miembros del jurado que "ningún hombre está por encima de la ley". Aunque sea muy difícil no prestar atención al apellido ni la historia del acusado.

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Cuando el fiscal federal, Derek Hines, comenzó su declaración de apertura con las palabras "ningún hombre está por encima de la ley", hizo un reconocimiento retórico ante el jurado de que el juicio de Hunter Biden no era un cargo por posesión de armas cualquiera.

Hines parecía decidido a juzgar un caso aparentemente promedio de un adicto a las drogas acusado de adquirir ilegalmente un arma de fuego. Al hacerlo, sin embargo, fue como si hubiera instruido a los 12 miembros del jurado, a la manera del mago de El mago de Oz, a no prestar atención al extraordinario espectáculo que tenían a la vista.

No prestar atención al apellido del acusado, el más famoso de Wilmington. No prestar atención a la primera dama, Jill Biden, sentada en primera fila detrás del acusado, a quien crio como a su propio hijo. No prestar atención al famoso abogado de Biden, Abbe Lowell, ni al millonario abogado de Hollywood también en primera fila, Kevin Morris, quien financia en gran medida la defensa legal de su amigo Biden.

Y a no prestar atención a los cerca de 50 miembros de los medios de comunicación que ocupaban la mayor parte del espacio de los espectadores, entre ellos un equipo de documentalistas pagado por Morris.

Los 12 miembros del jurado tuvieron que deducir estas cuestiones por sí mismos. Varios de ellos echaron miradas al acusado, como si trataran de cuadrar la imagen del hombre de 54 años con traje oscuro, pin de la bandera en la solapa y gafas de lectura de carey con el adicto al crack descrito en el testimonio. En un momento dado, Biden mostró una amplia sonrisa genéticamente familiar mientras hablaba con Lowell durante un descanso del juzgado.

Sin embargo, la mayor parte del tiempo, el acusado mostró el aspecto sombrío de un hombre que se enfrenta a 25 años de prisión. Se sentó impasible, escuchando junto con el jurado su propia voz recitando la versión en audio de sus memorias, Cosas bonitas, que incluía el comentario: "Todos hemos estado dentro de habitaciones en las que no podemos permitirnos morir".

Aunque el narrador se refería a una serie de hoteles de Los Ángeles, entre ellos el Chateau Marmont, donde Biden pasó semanas consumiendo crack, también podría haberse referido a la sala de audiencias 4A del edificio federal J. Caleb Boggs de Wilmington, en Delaware.

Jill Biden, vestida con un traje verde pálido, mantuvo un semblante reflexivo, aunque algo afligido, durante toda la mañana. (Más tarde se marchó al día de pícnic del Congreso).

En el juzgado, tras la declaración inicial de Lowell, dijo en voz baja: "Estuvo bien", a las dos mujeres que estaban a su lado: Ashley Biden, su hija, y la esposa de Biden, Melissa Cohen Biden.

Durante un descanso, la esposa de Biden se enfrentó airadamente a un espectador del juzgado, Garrett Ziegler, un exasesor de la Casa Blanca de Donald Trump que ha publicado en el sitio web de su empresa supuestos extractos del diario de Ashley Biden y que ha sido demandado por Morris por doxxing o revelar datos de su información personal.

"No tienes derecho a estar aquí", le dijo Melissa Cohen Biden a Ziegler, y añadió un epíteto.

Unos minutos más tarde, en presencia de varios periodistas, Biden, que es judía, sugirió que Ziegler había expresado opiniones antisemitas sobre ella y otros demócratas, y agregó: "Dudo que haga esos insultos despectivos sobre Jared Kushner".

La presencia de Ziegler, quien no respondió a una solicitud de comentarios, fue un recordatorio de cuán fervientemente los críticos del presidente han anticipado el juicio de su hijo como venganza por la condena del expresidente Donald Trump, la semana pasada, en su juicio por un soborno a cambio de silencio en Manhattan y los otros tres juicios que actualmente espera, incluidos dos casos presentados por el Departamento de Justicia.

Aun así, para ellos, la perspectiva de alentar al Departamento de Justicia del gobierno de Joe Biden en un caso no violento de posesión de armas es terra incognita, como lo es para el jurado que decidirá la suerte de un hijo de Wilmington.

Robert Draper vive en Washington y escribe sobre política nacional. Es autor de varios libros y periodista desde hace tres décadas. Más de Robert Draper

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