De acuerdo con un nuevo estudio publicado el jueves, los diagnósticos de trastorno de estrés postraumático (TEPT) entre estudiantes universitarios aumentaron a más del doble entre 2017 y 2022 y se elevaron todavía más cuando, debido a la pandemia del coronavirus, cerraron los planteles universitarios y la vida de los adultos jóvenes resultó muy afectada.
Según los hallazgos, la incidencia del TEPT aumentó de 3,4 a 7,5 por ciento durante ese periodo. Los investigadores analizaron las respuestas de más de 390.000 participantes en la encuesta de Healthy Minds Study que se realiza cada año por internet.
"La magnitud de este aumento es sin duda impactante", comentó Yusen Zhai, autor principal del artículo que dirige la clínica de asesoramiento comunitario de la Universidad de Alabama, campus Birmingham. En su clínica, ya habían visto más jóvenes que tenían problemas como resultado de acontecimientos traumáticos, así que Zhai esperaba que hubiera un aumento, pero no tan grande.
Zhai, profesor adjunto en el Departamento de Estudios Humanos, atribuyó el incremento a "factores sociales de estrés más amplios" para los estudiantes universitarios, como los tiroteos en los planteles, la inestabilidad social y la pérdida de sus seres queridos como consecuencia del coronavirus.
El TEPT es un trastorno de salud mental que se caracteriza por pensamientos intrusivos, escenas retrospectivas y una mayor sensibilidad a cosas que recuerden algún acontecimiento y que se alargan durante más de un mes después que este ocurre.
Es un trastorno relativamente común y, de acuerdo con la encuesta epidemiológica más reciente realizada por el Departamento de Salud y Servicios Humanos, se calcula que el cinco por ciento de los adultos en Estados Unidos lo experimenta en algún año. Según el sondeo, la prevalencia a lo largo de la vida es del ocho por ciento en las mujeres y del cuatro por ciento en los varones.
Este nuevo estudio también descubrió un marcado incremento en la incidencia de un padecimiento similar, el trastorno de estrés agudo, el cual se diagnostica menos de un mes posterior a algún trauma. En 2022, los diagnósticos entre los estudiantes universitarios aumentaron, de 0,2 por ciento cinco años antes, a 0,7 por ciento.
Durante la pandemia, se recurrió más a la atención médica para la salud mental, ya que la teleterapia facilitó las consultas con el personal médico. De acuerdo con los economistas que analizaron más de 1,5 millones de reclamaciones a las aseguradoras por visitas médicas entre 2020 y 2022, los tratamientos para trastornos de ansiedad fueron los que aumentaron de manera más drástica, seguidos por los del TEPT, el trastorno bipolar y la depresión.
El TEPT se introdujo como diagnóstico oficial en 1980 cuando se hizo evidente que las experiencias en el combate se habían quedado grabadas en muchos veteranos de la guerra de Vietnam y estas les dificultaba trabajar o participar en la vida familiar. Durante las décadas posteriores, se ajustó la definición para incluir una gama más amplia de lesiones, violencia y maltrato, así como exposición indirecta a acontecimientos traumáticos.
No obstante, para dar ese diagnóstico se sigue requiriendo que haya exposición a un trauma de la Categoría A, que en el "Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales" se define como "muerte, amenaza de muerte, traumatismo grave verdadero o amenaza de él o violencia sexual verdadera o amenaza de ella".
No es poco común que los adultos jóvenes experimenten acontecimientos traumáticos. Un estudio de 1996 de los residentes de Detroit reveló que la exposición a acontecimientos traumáticos --como asaltos con violencia, lesiones o muertes inesperadas-- aumentaba mucho entre los 16 y los 20 años y luego disminuía abruptamente después de los 20 años.
Las investigaciones revelan que menos de una tercera parte de las personas expuestas a acontecimientos traumáticos desarrollan TEPT.
Shannon E. Cusack, una investigadora académica que ha estudiado el TEPT en estudiantes universitarios, comentó que había una división dentro de la disciplina acerca de si las profundas alteraciones que los adultos jóvenes vivieron durante la pandemia --pérdida repentina de vivienda e ingresos, aislamiento social y temor a contagiarse-- contribuyen a detonar los acontecimientos.
"Están provocando síntomas que concuerdan con el diagnóstico del TEPT", señaló Cusack, psicóloga clínica y profesora adjunta de Psiquiatría en la Universidad de la Mancomunidad de Virginia. ¿Acaso no voy a atenderlos porque su factor de estrés no se considera un trauma?".
Cusack señaló que los datos sobre la incidencia señalan una necesidad apremiante de que haya tratamientos para el TEPT en los planteles universitarios. Los tratamientos de corto plazo desarrollados para los veteranos, como la terapia de exposición prolongada y la terapia de procesamiento cognitivo, han tenido buenos resultados para manejar los síntomas del TEPT.
Stephen P. Hinshaw, profesor de Psicología en la Universidad de California, campus Berkeley, comentó que tal vez las alteraciones de la pandemia hayan dejado a los estudiantes universitarios agotados emocionalmente y menos resilientes cuando se enfrentan a acontecimientos traumáticos.
"Es posible que a la mitad del camino de este estudio haya habido legítimamente más traumas y muertes", comentó Hinshaw, y añadió que tal vez los confinamientos hayan provocado una sensación de desolación más generalizada entre los jóvenes. "Con el deterioro general de la salud mental, ¿es más difícil afrontar los factores de estrés traumáticos si nos vemos expuestos a ellos?".
Quizás algunos cambios al manual de diagnóstico hayan difuminado la línea entre el TEPT y algunos trastornos como la depresión o la ansiedad, mencionó Hinshaw. En 2013, el comité que supervisaba las revisiones del manual amplió la lista de posibles síntomas del TEPT para incluir la disforia, o una sensación profunda de intranquilidad, y una perspectiva negativa del mundo, que también podrían ser provocadas por depresión, comentó. Pero añadió que los cambios no justifican el marcado aumento de los diagnósticos.
El campus de Colby College, en Waterville, Maine, durante las cuarentenas por el coronavirus, el 29 de septiembre de 2020. (Tristan Spinski/The New York Times)