Un deslizamiento de tierra en Papúa Nueva Guinea sepultó a 2000 personas

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Llegar hasta los sobrevivientes ha resultado ser un enorme desafío, pues el bloqueo de la carretera y la inestabilidad del terreno suponen un peligro constante para los equipos de rescate.

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Más de 2000 personas fueron sepultadas vivas por el deslizamiento de tierra que asoló el viernes un pueblo y un campo de trabajo de Papúa Nueva Guinea, en las remotas tierras altas del norte del país, según informaron el lunes las autoridades a las Naciones Unidas.

Funcionarios del gobierno visitaron el lugar de la catástrofe el domingo. Y aunque el número oficial de víctimas mortales pasó de unas pocas decenas a 670, advirtieron de que al parecer todavía había muchas más víctimas de las esperadas bajo los escombros.

[Las imágenes por satélite muestran el tamaño del deslizamiento de tierra].

"El deslizamiento de tierra sepultó a más de 2000 personas vivas y causó grandes destrozos en edificios, huertos de alimentos y tuvo un gran impacto en el sustento económico del país", declaró Lusete Laso Mana, funcionario del centro nacional de catástrofes, en una carta a Naciones Unidas.

La carta subrayaba que las labores de rescate seguían siendo un reto. La carretera principal a la zona está bloqueada, decía la carta, y el terreno sigue inestable porque el agua fluye bajo las rocas, desplaza la tierra y "representa un peligro continuo tanto para los equipos de rescate como para los sobrevivientes".

La región, en la provincia de Enga, está densamente poblada y se encuentra cerca de la mina de oro de Porgera, operada por Barrick Gold, empresa con sede en Canadá, en colaboración con Zijin Mining, un grupo chino. Es una zona de terreno selvático, remoto y difícil, en un país de unos 12 millones de habitantes que se sitúa justo al norte de Australia. Papúa Nueva Guinea es un país tropical, dividido por líneas tribales, étnicas y lingüísticas, rico en recursos naturales pero en gran medida subdesarrollado, lo que lo hace especialmente vulnerable a las catástrofes naturales, que ocurren con frecuencia.

[El deslizamiento de tierra se produjo en una zona poblada].

Los funcionarios de la ONU han seguido de cerca la situación. Y con el último cálculo en mano, hicieron hincapié en que la necesidad de ayuda sería a largo plazo y complicada.

"Esta situación requiere una actuación inmediata y apoyo internacional para mitigar nuevas pérdidas y proporcionar ayuda esencial a los afectados", declaró Anne Mandal, vocera de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU.

Durante el fin de semana, la organización calculó que, además del número de muertos y desaparecidos, más de 250 casas habían sido abandonadas por temor a nuevos desprendimientos, lo que dejó aproximadamente 1250 personas desplazadas.

Llegar hasta los sobrevivientes ha resultado ser un reto enorme. Un convoy de ayuda llegó a la zona el sábado por la tarde para entregar carpas y agua, pero no alimentos. El domingo, el gobierno local consiguió alimentos y agua para unas 600 personas, según la ONU, pero el equipo pesado seguía sin llegar, lo que obligó a la gente a buscar cadáveres entre escombros peligrosos e inestables con pequeñas palas y horcas.

Las disputas tribales también han agravado los riesgos para la seguridad tras la catástrofe.

Ruth Kissam, organizadora comunitaria de la provincia de Enga, dijo que habían caído rocas gigantes de las tierras de una tribu a un pueblo residencial ocupado por otra tribu.

"Habrá tensión", dijo. "Ya hay tensión".

Incluso antes de la catástrofe, la región había sufrido enfrentamientos tribales que llevaron a la gente a huir de los pueblos circundantes, y muchos acabaron concentrados en la comunidad sepultada por el deslizamiento de tierra. En septiembre del año pasado, gran parte de Enga estaba bloqueada por el gobierno y bajo toque de queda, sin vuelos de entrada o salida.

Ahora, mientras prosigue la búsqueda de muertos y vivos, la ira y la violencia se han intensificado.

El sábado por la mañana estalló una pelea entre dos clanes, que acabó con muertos y decenas de casas incendiadas, según Serhan Aktoprak, jefe de misión de la oficina de la Organización Internacional para las Migraciones en Papúa Nueva Guinea. Añadió que la amenaza de violencia dificulta la entrega de ayuda.

Los funcionarios de Papúa Nueva Guinea también hicieron hincapié en la necesidad de mantener la calma.

"Tras la inspección realizada por el equipo, se determinó que los daños son grandes y requieren acciones inmediatas y de colaboración por parte de todos los actores", decía la carta de los funcionarios del gobierno que visitaron el lugar.

El deslizamiento de tierra se produjo en el pueblo sobre las 3 a. m. del viernes, cuando muchos residentes dormían. Algunas de las rocas que sepultaron casas y cortaron una carretera principal eran más grandes que contenedores de transporte. Incluso en una región en la que son frecuentes las fuertes tormentas y los sismos, el deslizamiento de tierra ha suscitado intensas muestras de dolor dentro y fuera del país, incluida la Casa Blanca.

"Jill y yo estamos desconsolados por la pérdida de vidas y la devastación causada por el deslizamiento de tierra en Papúa Nueva Guinea", dijo el presidente Joe Biden en un comunicado tras el desastre. "Nuestras oraciones están con todas las familias afectadas por esta tragedia y con todos los socorristas que se ponen en peligro para ayudar a sus conciudadanos".

Christopher Cottrell colaboró con reportería.

Damien Cave es corresponsal internacional del Times y cubre la región Indo-Pacífica. Reside en Sídney, Australia. Más sobre Damien Cave

Christopher Cottrell colaboró con reportería.

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