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Hace medio siglo, uno de los temas más candentes de la ciencia era si los humanos podían enseñar a hablar a los animales. Los científicos probaron el lenguaje de signos para conversar con los simios y adiestraron a los loros para que usaran vocabularios cada vez más amplios en inglés.
Esas iniciativas llamaron la atención de los medios de comunicación y generaron controversias. Los críticos afirmaron que las investigaciones carecían de rigor y que era posible que lo que parecía ser comunicación animal no fuese más que una ilusión en la que los investigadores, de manera inconsciente, incitaban a sus animales a responder de determinadas maneras.
A fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, las investigaciones perdieron interés. "Todo el campo se desintegró por completo", dijo Irene Pepperberg, investigadora de cognición comparada de la Universidad de Boston, quien se dio a conocer por su trabajo con un loro gris africano llamado Alex.
Hoy en día, los avances tecnológicos y el creciente aprecio por la sofisticación de la mente de los animales han renovado el interés por encontrar formas de salvar la brecha entre especies. Los dueños de mascotas les enseñan a sus perros a pulsar "botones parlantes " y los zoológicos entrenan a sus simios para utilizar pantallas táctiles.
En un nuevo y cauteloso artículo, un equipo de científicos esboza un marco para evaluar si esas herramientas podrían darles a los animales nuevas maneras de expresarse. Según Jennifer Cunha, investigadora visitante asociada de la Universidad de Indiana, el estudio busca "superar algunos de los aspectos que han generado controversia en el pasado".
El artículo, que se presentará en una conferencia científica el martes, se centra en la lora de Cunha, una cacatúa de Goffin de 11 años llamada Ellie. Desde 2019, Cunha le ha estado enseñando a Ellie cómo utilizar un "tablero del habla" interactivo, una aplicación basada en una tableta que contiene más de 200 iconos ilustrados, correspondientes a palabras y frases como "semillas de girasol", "feliz" y "tengo calor". Cuando Ellie pulsa un icono con la lengua, una voz computarizada pronuncia la palabra o frase en voz alta.
En el nuevo estudio, Cunha y sus colegas no se propusieron determinar si la manera en que Ellie usa el tablero de voz equivalía a comunicación. En su lugar, utilizaron métodos cuantitativos y computacionales para analizar las pulsaciones de iconos de Ellie con el fin de saber más sobre si el tablero del habla tenía lo que denominaron como "potencial expresivo y de enriquecimiento".
[Video a continuación: A menudo, Ellie utilizaba el tablero para solicitar actividades como pasar tiempo en esta aplicación de piano].
"¿Cómo podemos analizar la expresión para ver si puede haber un espacio para la intención o la comunicación?", dijo Cunha. "Y, en segundo lugar, ¿sus selecciones podrían darnos una idea sobre sus valores, sobre las cosas que son significativas para ella?".
Los científicos analizaron casi 40 horas de video de Ellie utilizando el tablero de voz, que fueron recopiladas a lo largo de siete meses. A continuación, compararon los iconos que ella pulsaba con varias simulaciones de un hipotético usuario del tablero del habla que seleccionaba iconos al azar.
"Al final, todas eran significativamente diferentes en varios puntos de los datos reales", afirma Nikhil Singh, estudiante de doctorado del MIT que creó los modelos. "Este usuario virtual que teníamos no podía captar completamente lo que hacía Ellie al utilizar esta tableta".
En otras palabras, hiciera lo que hiciera Ellie, no parecía estar simplemente pulsando iconos al azar. Según los investigadores, el diseño del tablero de voz, incluidos el brillo y la ubicación de los iconos, tampoco podía explicar del todo sus selecciones.
Determinar si las selecciones de Ellie eran o no aleatorias "es un buen punto de partida", dijo Federico Rossano, investigador de cognición comparada de la Universidad de California en San Diego, quien no participó en la investigación. "El problema es que la aleatoriedad es muy improbable".
El hecho de que Ellie no pulsara los iconos al azar no significa que estaba tratando de comunicar sus verdaderos deseos o sentimientos de manera activa y deliberada, dijo Rossano. Es posible que solo estuviera repitiendo secuencias que aprendió durante el entrenamiento. "Es como una máquina expendedora", dijo el experto. "Puedes aprender a pulsar una secuencia de números y obtener un determinado tipo de recompensa. No significa que estés pensando en lo que haces".
Para sondear aún más las posibilidades, el equipo de investigación buscó señales de lo que llamó "corroboración". Si Ellie seleccionaba el icono de la manzana, ¿se comía la manzana que le daban? Si seleccionaba un icono relacionado con la lectura, ¿se entretenía con el libro durante al menos un minuto?
"Puedes darle algo a un pájaro y lo va a tirar o lo va a tocar", dice Cunha. "Pero, para nosotros, se trataba de saber si interactuaba con el libro".
No todas las selecciones de Ellie podían evaluarse de esa manera. Por ejemplo, a los investigadores les resultaba imposible determinar si se sentía realmente feliz o acalorada en un momento dado. Pero de las casi 500 pulsaciones de iconos que pudieron evaluarse, el 92 por ciento fueron corroboradas por el comportamiento posterior de Ellie.
"Está claro que existe una buena correlación", afirmó Pepperberg, quien no participó en la investigación.
Pero demostrar que Ellie en realidad entiende lo que significan los iconos requerirá pruebas adicionales, dijo la académica, sugiriendo que los investigadores podrían probar dándole a Ellie, de manera deliberada, un objeto equivocado para ver cómo responde. "Es otro control para asegurarnos de que el animal comprende lo que representa la etiqueta", dijo Pepperberg.
Por último, los investigadores trataron de evaluar si el tablero servía como un método de enriquecimiento para Ellie analizando los tipos de iconos que seleccionaba con más frecuencia.
"Si es un medio para lograr un fin, ¿cuál es el fin?", dijo Rébecca Kleinberger, autora del artículo e investigadora de la Universidad Northeastern, donde estudia cómo interactúan los animales con la tecnología. "Parece que había un sesgo hacia la actividad social o la actividad que significa estar interactuando con el cuidador".
[En el video a continuación Ellie usa el dispositivo para pedir un desayuno de panqueques].
Según los investigadores, aproximadamente el 14 por ciento de las veces, Ellie seleccionaba iconos de comida, bebida o golosinas. Por otro lado, alrededor del 73 por ciento de sus selecciones correspondían a actividades que proporcionaban enriquecimiento social o cognitivo, como jugar a un juego, visitar a otro pájaro o simplemente comunicarse con Cunha. Ellie también inició el uso del tablero de habla el 85 por ciento de las veces.
"La cacatúa Ellie interactuó sistemáticamente con su dispositivo, lo que sugiere que le pareció atractivo y reforzante a lo largo de varios meses", dijo Amalia Bastos, investigadora de cognición comparada de la Universidad Johns Hopkins, quien no participó en el estudio.
La investigación tiene limitaciones. Hay un límite en lo que los científicos pueden extrapolar de un solo animal, y es difícil descartar la posibilidad de que, de manera inconsciente, Cunha haya estado incitando a Ellie a responder de ciertas maneras, afirmaron expertos externos. Pero los científicos también elogiaron el enfoque sistemático de los investigadores y sus modestas afirmaciones.
"No dicen: '¿El loro puede hablar?'". dijo Rossano. "Están diciendo: '¿Se puede utilizar esto para el enriquecimiento?'".
Bastos está de acuerdo. "Este trabajo es un primer paso crucial", dijo. También es un ejemplo de cómo ha mejorado el campo desde la década de 1970.
"Los investigadores que en la actualidad trabajan en este campo no parten de las mismas premisas", comentó Bastos. "No esperamos que los animales entiendan o utilicen el lenguaje como los humanos". La investigadora dijo que, en cambio, los científicos están interesados en utilizar herramientas de comunicación para "mejorar el bienestar de los animales cautivos y sus relaciones con sus cuidadores".
Emily Anthes es reportera científica y escribe principalmente sobre ciencia y salud animal. También cubrió la pandemia de coronavirus. Más de Emily Anthes
Ellie y Cunha durante una sesión "de enriquecimiento" con un libro. (Jennifer Cunha/The New York Times)