Por fin, ya llegaste a Cuzco, Perú, y estás listo para la escalada a Machu Picchu con la que siempre has soñado. Pero hay un pequeño problema: apenas puedes respirar, tienes el estómago revuelto y, en la mañana, la cabeza te palpita.
¿El culpable? El mal de montaña o, en términos médicos, mal de altura, que son los diversos síntomas ligados a la respuesta de tu cuerpo a una altitud mayor. A medida que se aumenta la elevación, la presión del aire disminuye, lo que significa que con cada respiración entra menos oxígeno a tu cuerpo. Para la mayoría de la gente es incómodo solo temporalmente, pero, en casos extremos, el mal de montaña grave podría llegar a ser fatal.
Suena feo, pero Paul Nicolazzo, el presidente del Centro de Formación en Medicina de Áreas Silvestres, dijo: “En realidad no hay por qué tener miedo de ir a alturas elevadas, siempre y cuando entiendas a qué te estás enfrentando y obedezcas unas reglas muy muy básicas”.
Conoce los síntomas
El mal de montaña tiene cuatro síntomas generales: dolor de cabeza, malestares gastrointestinales (náusea y falta de apetito), fatiga/debilidad y mareos/vértigo.
A mucha gente le da el dolor de cabeza en la mañana a causa de la altitud, cuando “tu cráneo se siente muy pequeño para las palpitaciones que da”, explicó Steve House, fundador de Uphill Athlete, una compañía que ofrece capacitación para la resistencia a altitudes elevadas.
También es común tener problemas para dormir a grandes alturas. Esto sucede parcialmente porque la parte de tu sistema nervioso responsable de mantenerte despierto ha entrado en juego para elevar tu frecuencia respiratoria, dijo Nicolazzo.
Pon atención a la elevación
Los dos factores principales del mal de montaña son a qué altura te diriges y a qué velocidad llegas ahí. La gente con una mayor sensibilidad a la altura podría empezar a sentirse incómoda a los 1524 metros sobre el nivel del mar, que es la altura de lugares como Denver y Johannesburgo. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, cualquier persona que viaje por encima de los 2400 metros sobre el nivel del mar puede correr el riesgo de sufrir mal de altura.
Los aventureros de verdad ―como, digamos, los que escalan el Himalaya o el monte Kilimanjaro― generalmente saben que se están dirigiendo a altitudes elevadas. Pero la elevación de destinos como la Ciudad de México (unos 2400 metros), la cima de Haleakala en Maui (3000 metros), Cuzco (unos 3500 metros) o incluso Santa Fe, Nuevo México (2100 metros) podría ser una sorpresa para los viajeros. Para saber qué esperar, revisa de antemano la altura de tu destino en Google Earth o el visor de mapas nacionales del Servicio Geológico de Estados Unidos.
Escucha a tu cuerpo
Si tienes una enfermedad como alguna cardiopatía, insuficiencia cardíaca, hipertensión, hipercolesterolemia, fibrilación auricular, enfermedad pulmonar, EPOC, asma o apnea del sueño, debes empezar a prestar mucha atención a cómo te sientes incluso estando a unos 1500 metros sobre el nivel del mar.
Si tienes un padecimiento preexistente o si ya has tenido dificultades antes con altitudes elevadas ―o si vas a ir a un lugar con una altitud mayor a los 3000 metros― considera visitar a un especialista que te ayude a prepararte y te aconseje sobre los principales medicamentos que se usan para prevenir el mal de montaña, como Diamox (acetazolamide) and dexamethasone.
Ve aumentando la elevación al dormir
Viajar a altitudes elevadas es un poco como correr un maratón: te irá mejor si lo vas haciendo poco a poco.
Digamos que vas a ir a esquiar en un complejo turístico que está en un lugar de gran altitud. Considera la posibilidad de ir durmiendo en una altitud más elevada poco a poco, dado que el factor esencial ―para efectos de altitud― es dónde vas a pasar la noche.
Si viajas desde el nivel del mar a Breckenridge, una estación de esquí en Colorado a unos 2900 metros de altitud, pasa primero una noche en Denver, a 1600 metros, aconsejó Peter Hackett, fundador del Proyecto de Investigación Médica Denali y especialista en altitud. Al hacerlo, explicó, “se reduce casi a la mitad la incidencia del dolor de cabeza. Así que ese poco de tiempo extra que tardas en llegar a los 2700 metros para dormir puede ser de gran ayuda”.
No te comas ese filete grasoso
Nicolazzo recordó que cuando trabajaba como patrullero de esquí, veía un comportamiento tan común ―y que sin duda empeora el mal de montaña― que las cabañas locales ponían advertencias sobre ello.
Había gente que viajaba desde el nivel del mar, conducía a las áreas de esquí cerca de Taos, Nuevo México (que tiene unos 2000 metros de altitud), “se comía un filete enorme, una papa al horno con crema agria y mucha mantequilla” y uno que otro coctel. Luego, al día siguiente, se sentían fatal.
Para que no te pase eso, cambia el filete y la mantequilla extra por más carbohidratos, ya que las grasas y proteínas requieren más oxígeno de tu cuerpo para metabolizarse.
Y si vas a tomar un coctel, que solo sea uno: el alcohol y otros depresores pueden reducir tu nivel de oxígeno, y más al dormir, comentó Hackett.
Sobre todo, toma mucha agua. Mantenerse hidratado ayudará a que tus riñones funcionen mejor, explicó Nicolazzo, lo cual puede ayudarte a aclimatarte a la altura y así, con suerte, evitar un dolor de cabeza.
Atento a las advertencias
Un caso leve de mal de montaña se puede volver moderado o severo si alguien asciende muy alto o muy rápido. La mayoría de la gente, pero no toda, avanza por los síntomas más leves antes de empeorar, por ejemplo, con mareos, confusión, náuseas intensas y dificultad respiratoria extrema.
A fin de evitar el mal de montaña severo, ve viendo cómo te sientes y, si presentas un dolor de cabeza persistente, dificultades para dormir u otros síntomas del padecimiento, dile a tus acompañantes y no subas más.
En el extremo más grave del espectro, si no se trata, el mal de montaña puede derivar en un edema pulmonar por gran altitud, en el que se acumula líquido en los pulmones, o, más raramente, en un edema cerebral por gran altitud, en el que se acumula líquido en el cerebro. Ambas afecciones pueden ser mortales.
“Hay tres curas para el mal de montaña: bajar, bajar, bajar”, dijo House. Quien se vea desorientado o parezca tener dificultades para respirar o caminar ―síntomas de enfermedades graves como edema pulmonar o cerebral de altitud― tiene que bajar de inmediato, afirmó Hackett. “Solo bajar unos miles de metros es lo que necesitan. Y eso puede salvar su vida”.
©The New York Times 2024