SculptureMuseumsArchaeology and AnthropologyNational Museum of Mexican ArtMexicoyour-feed-scienceChicago (Ill)
La enorme estatua forma parte de la exposición "Mujeres huastecas mesoamericanas: Diosas, guerreras y gobernadoras" en el Museo Nacional de Arte Mexicano en Chicago.
La mujer, tallada en piedra pálida, lleva un tocado en forma de pico, pendientes circulares y el cinturón ancho y las rodilleras de una antigua atleta mesoamericana. Su expresión es feroz, su pose triunfante. En su mano derecha sujeta por el pelo la cabeza decapitada de una víctima de sacrificio.
La escultura es la primera representación a tamaño natural de un jugador de pelota ritual hallada hasta la fecha en la Huasteca, una región tropical que abarca partes de varios estados a lo largo de la costa del Golfo de México.
Como prácticamente cualquier otra sociedad mesoamericana, los habitantes de la Huasteca jugaban a lo que hoy se conoce simplemente como "el juego de pelota", en la época anterior a la conquista española. A pesar de su nombre y de sus vínculos con el fútbol moderno, este juego era más un rito sagrado que un deporte.
Para los jugadores, que hacían rebotar en sus caderas una pelota de goma sólida y peligrosamente pesada, era un medio de comunión con los dioses, que a veces culminaba en sacrificios humanos.
La jugadora de pelota será uno de los objetos más importantes de la exposición "Mujeres huastecas mesoamericanas: Diosas, guerreras y gobernadoras", que se inauguró el viernes 26 de abril en el Museo Nacional de Arte Mexicano en Chicago. Es la primera vez que la pieza, descubierta por unos propietarios de tierras hace unos 50 años cerca de Álamo, Veracruz, se expone al público.
"Muchas personas que estudian la antigua Mesoamérica se sorprenderán cuando vean esta pieza", dijo Cesáreo Moreno, director de artes visuales y curador jefe del museo.
"Es una escultura totalmente atípica", dijo David Antonio Morales, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Veracruz, quien se topó con ella el pasado noviembre cuando visitaba colecciones privadas.
Morales se puso en contacto con María Eugenia Maldonado, una de las pocas arqueólogas especializadas en el pasado precolombino de la Huasteca. Al principio, no creyó que la figura pudiera ser real. Sería la primera escultura en piedra de un pelotero encontrada en la región, la primera mujer pelotera y la primera a esta escala que sostiene una cabeza decapitada.
"Es reunir en una sola escultura todos los elementos que nunca se habían visto juntos", dijo. "Ésa es la importancia de esta escultura".
Kim Richter, historiadora de arte precolombino del Instituto de Investigación Getty de Los Ángeles y experta en estatuas femeninas de la región, no había visto la pieza. "Sería realmente importante porque hasta la fecha no tenemos ninguna escultura monumental de jugadores de pelota en la Huasteca, ni masculina ni femenina", dijo. "Así que sería un gran descubrimiento en sí mismo".
En el Periodo Clásico (200 a 950 d. C.), "lo único que tenemos son figurillas de cerámica de este tamaño", prosiguió en una videollamada, con las manos separadas unos 30 centímetros. "Son hermosas, exquisitas, pero tener algo en piedra sería realmente extraordinario".
La pieza tiene otro elemento único que Maldonado descubrió mientras la esbozaba. "Me di cuenta de que debajo de la cabeza de la persona decapitada hay un glifo que posiblemente sea el nombre de la persona a la que le cortaron la cabeza", dijo. Los nombres adoptaban la forma de un signo y un número representado por círculos: al parecer, el individuo era conocido como Cuatro Muerte.
"No es un símbolo anónimo de un ritual de sacrificio", dijo Moreno. "En realidad es alguien que existió, una persona cuya cabeza ella está sujetando".
Maldonado dijo que espera que la exposición, con 100 artefactos, cuestione lo que ella llama interpretaciones "superficiales" de los roles de la mujer que han plagado los estudios sobre la región. Durante décadas, los arqueólogos han descrito las esculturas de hombres como individuos en posiciones de poder, como sacerdotes o gobernantes. Han tendido a descartar las esculturas de mujeres como imágenes de una diosa de la fertilidad.
"Las esculturas que se encuentran en la mayoría de los museos de México se interpretan como la deidad Tlazolteotl", explicó.
Pero Maldonado cree que las esculturas son demasiado variadas para representar a un único personaje. Una pieza representa a una mujer con los pechos desnudos y una intrincada escarificación en el pecho y los hombros. Otra, con los ojos muy abiertos y los labios entreabiertos, conocida como La joven de Amajac, lleva una falda larga, una blusa y un tocado que cae a ambos lados, como una cascada.
En comparación con otras regiones mesoamericanas, la Huasteca ha sido descuidada por diversas razones. En los siglos XIX y XX, innumerables artefactos fueron excavados por buscadores de petróleo y exploradores, quienes los vendieron o guardaron sin la documentación adecuada.
En los últimos años, la violencia de los cárteles ha dificultado las excavaciones. "La gente que había trabajado allí durante 40 años se marchó y no ha vuelto", explicó Richter.
Con fondos limitados, la prioridad arqueológica han sido a menudo las culturas que construyeron las impresionantes pirámides de piedra que atraen a millones de turistas cada año.
Maldonado dice que espera que esta exposición ayude a promover los estudios sobre la Huasteca y a fomentar un sentimiento de orgullo hacia sus habitantes indígenas. Está tomando clases de tenek, una lengua regional que, según le ha dicho su profesora, los niños de la zona cada vez se avergüenzan más de hablar.
"Creo que esto también ayudará a la gente a ver que alguien, incluso fuera de México, se interesa por su cultura", afirmó.
La primera representación en tamaño natural de un jugador de pelota ritual encontrada hasta la fecha en la Huasteca, una región tropical que abarca partes de varios estados a lo largo de la costa del Golfo de México, expuesta en el Museo Nacional de Arte Mexicano en Chicago. (Sebastian Hidalgo/The New York Times)
David Antonio Morales, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Veracruz, con una escultura, La señora de Tempoal. (Sebastian Hidalgo/The New York Times)