Por qué los autócratas como Putin se molestan en celebrar elecciones

Estos votos pueden demostrar control, servir como advertencia y crear la ilusión de rendición de cuentas

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Fotografía del reelecto presidente de
Fotografía del reelecto presidente de Rusia, Vladimir Putin, este 18 de marzo de 2024 en Moscú, Rusia. EFE/SERGEI ILNITSKY

Las elecciones realizadas en Rusia este mes fueron tachadas de manera generalizada de ser una escenificación que estuvo entre la tragedia y la farsa. Pese a que el presidente Vladimir Putin cuenta con un buen apoyo de la población, las votaciones se orquestaron para garantizar que fuera “reelegido” con más del 87 por ciento de los votos.

Y el resultado fue arreglado incluso mucho antes de que los rusos llegaran a las casillas: la oposición política ha sido aplastada sin piedad, los medios de comunicación independientes han sido silenciados y a los manifestantes públicos les han asignado severas sentencias de cárcel. El político ruso de oposición más destacado, Alexéi Navalny, murió en prisión el mes pasado.

Todo lo cual plantea la interesante pregunta de por qué los líderes autócratas se molestan en organizar elecciones amañadas.

Resultados falsos, mensajes auténticos

Puede resultar útil pensar que los comicios en los Estados autócratas son un ejercicio de propaganda dirigido a múltiples públicos. Manipular las votaciones puede ser una manera en que un titular como Putin demuestra el control que tiene sobre los resortes del poder: hay un valor en demostrar que las agencias burocráticas, los gobiernos locales, las fuerzas de seguridad y los medios son lo suficientemente leales (o amedrentados) como para participar en un proyecto tan significativo, caro y complejo.

Esa escenificación de control también puede servir como una advertencia a la oposición y a cualquiera de sus posibles aliados y subrayar la aparente inutilidad de las protestas. “Si se tiene una victoria del 87 por ciento, sería como ‘¿De verdad quiero morir, cuando es totalmente absurdo porque tiene un control tan férreo del poder?’”, señaló Brian Klaas, un politólogo del University College de Londres que fue coautor del libro “How to Rig an Election”. “Parte de ello es, en esencia, mostrar una supremacía sobre el ámbito nacional y disuadir la oposición”.

Puede que la población sepa que las elecciones han sido arregladas, pero no sepa qué tanto. Así que incluso unas elecciones manipuladas pueden contribuir a la imagen de la popularidad del dirigente, sobre todo si la prensa es sumamente leal, comentó Klaas.

Observadores y periodistas internacionales frente
Observadores y periodistas internacionales frente a una pantalla que muestra los resultados preliminares de las elecciones presidenciales en la Comisión Electoral Central en Moscú, Rusia.- EFE/MAXIM SHIPENKOV

Los espectadores extranjeros también tienen importancia. Así como los Estados que violan los derechos humanos a menudo instauran tribunales de justicia ficticios para crear la ilusión de que existe la rendición de cuentas y hacer que sea menos vergonzoso para los aliados seguir apoyándolos, los regímenes autócratas en ocasiones usan elecciones amañadas para que sus aliados puedan afirmar que están apoyando un gobierno “electo”.

Tal vez eso no se aplica a Rusia, país al que las naciones de Occidente le impusieron fuertes sanciones después de que inició su invasión a gran escala de Ucrania en el año 2022 y el cual ahora está buscando el respaldo de otros países autócratas como China y Corea del Norte. Pero para los países que dependen más de la ayuda de los aliados demócratas, celebrar algún tipo de comicios puede ser un elemento fundamental para conservar su apoyo.

La información es poder

Las elecciones pueden ser también una fuente esencial de información. “Los dictadores son víctimas de su propia represión porque nadie les dice la verdad”, señaló Klaas. “Así que los dictadores hacen esto: usar los comicios como un indicador de lo populares que son en realidad”.

Permitir que se desarrollen algunas campañas y que aparezcan algunos otros nombres en las boletas puede dar una idea del verdadero atractivo del líder, incluso si después el gobierno retoca los resultados para evitar que la verdadera información se vuelva pública.

Este proceso también puede ayudar a los líderes a identificar a las figuras de la oposición que podrían convertirse en una amenaza. Putin, por ejemplo, con el fin de concentrar más poder en sus propias manos, reprimió, mediante arrestos, exilios forzados y otros métodos represivos, los movimientos de protesta y la oposición incipientes que se formaron en torno a las elecciones de 2011 en Rusia.

Pero, en ocasiones, ese método puede ser contraproducente. Los investigadores descubrieron que el simple hecho de celebrar elecciones puede abrir la puerta a un posible cambio de régimen, incluso si su objetivo era hacer lo contrario.

El riesgo para los autócratas

Una investigación de Beatriz Magaloni, una politóloga de la Universidad de Stanford, muestra que a veces el robo de la elección puede dar lugar a “revoluciones civiles”, en las que el intento de manipulación da origen a protestas masivas, lo que luego hace que el Ejército y otros aliados de la élite se separen del régimen del titular y lo obliguen a abandonar el cargo. Eso es lo que ocurrió, por ejemplo en la “Revolución Naranja” de Ucrania en 2004 y en la “Revolución de las Rosas” de Georgia en 2003.

Un empleado electoral espera a
Un empleado electoral espera a los votantes en una casilla electoral durante las elecciones presidenciales, el viernes 15 de marzo de 2024, en San Petersburgo, Rusia. (Foto AP/Dmitri Lovetsky)

Desde luego que eso sigue siendo un resultado bastante poco frecuente. Ucrania y Georgia tenían una oposición política mucho más cuantiosa que Rusia, donde Putin ha impedido de manera implacable que figuras de la oposición como Navalni siquiera lleguen a las boletas. Los intentos de iniciar una revolución similar en Rusia después de los comicios de 2011 fracasaron y la represión a la disidencia que siguió hizo que fuera mucho más difícil que se formara un movimiento así.

Klaas mencionó que las últimas décadas han constituido un periodo de “aprendizaje autoritario” en el cual los líderes autócratas se han vuelto cada vez más hábiles para manipular las elecciones.

“Solo los aficionados se roban la elección el día de los comicios”, comentó. “Los profesionales de hecho lo hacen antes mediante una serie de métodos mucho más inteligentes y sutiles”.

(c) The New York Times

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