Tras la pista de los denisovanos

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Tras la pista de los denisovanos

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Puede que los neandertales desaparecieran hace 40.000 años, pero hoy no nos resultan extraños. Sus esqueletos fornidos están en museos de todo el mundo. Sus personajes imaginarios protagonizan anuncios de televisión. Cuando Kevin Bacon señaló en Instagram que sus hábitos matutinos son como los de un neandertal, no se detuvo a explicar que nuestros antiguos primos se mezclaron con los humanos modernos que se expandían fuera de África.

Pero no existe tal familiaridad con los denisovanos, un grupo de humanos que se separó de la línea neandertal y sobrevivió durante cientos de miles de años antes de extinguirse. Esto se debe en gran parte a que tenemos muy pocos de sus huesos. En un nuevo artículo de revisión, los antropólogos hacen un recuento de todos los fósiles que se han identificado claramente como denisovanos desde el primer descubrimiento en 2010. La lista completa consta de media mandíbula rota, un hueso de dedo, un fragmento de cráneo, tres dientes sueltos y otras cuatro astillas de hueso.

"Los trozos de denisovano que tenemos son casi nada", dijo Janet Kelso, paleoantropóloga del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig Alemania, quien colaboró en la redacción del artículo.

Sin embargo, muchos científicos están cada vez más fascinados por los denisovanos. Al igual que nosotros, eran extraordinariamente resistentes, posiblemente más que los neandertales. "Los denisovanos me parecen mucho más interesantes", dijo Emilia Huerta-Sánchez, genetista de la Universidad de Brown.

Lo que a los denisovanos les falta en fósiles lo compensan en ADN. Los genetistas han podido extraer fragmentos de material genético de dientes y huesos de hace 200.000 años. Han encontrado pistas genéticas en la tierra del suelo de las cuevas. Y miles de millones de personas en la Tierra llevan ADN denisovano, heredado del mestizaje.

Las pruebas ofrecen la imagen de unos seres humanos extraordinarios que fueron capaces de prosperar a lo largo de miles de kilómetros y en diversos entornos, desde la fría Siberia hasta el Tíbet, a gran altitud, pasando por los bosques de Laos, quizá incluso en las islas del Pacífico. Su versatilidad rivaliza con la nuestra.

"Lo que hemos averiguado sobre los denisovanos es que, desde el punto de vista del comportamiento, eran mucho más parecidos a los humanos modernos", dijo Laura Shackelford, paleoantropóloga de la Universidad de Illinois.

Los denisovanos deben su nombre a la cueva Denisova de Siberia, donde se identificaron por primera vez sus restos. Los paleontólogos rusos llevaban años arrancando trozos de hueso del suelo de la cueva cuando Kelso y otros investigadores se ofrecieron a buscar ADN en ellos.

Un diente molar de entre 122.700 y 194.400 años de antigüedad contenía genes similares a los neandertales. Pero el ADN del diente era lo bastante distinto como para sugerir que procedía de una rama distinta de la evolución humana. Un hueso de dedo de entre 51.600 y 76.200 años de antigüedad pertenecía al mismo linaje, lo que demostraba que había existido durante decenas de miles de años, si no más.

Desde entonces, los investigadores han encontrado más fósiles denisovanos en la cueva, y también han recogido material genético suelto del suelo de la cueva. Las muestras datan de hace entre 200.000 y 50.000 años. Un fragmento de hueso de hace 90.000 años pertenecía a un híbrido denisovano-neandertal, lo que demuestra que los dos grupos a veces se mezclaban.

Kelso y sus colegas no tardaron en sospechar que los denisovanos no se habían limitado a Siberia. Los investigadores descubrieron que algunos tramos del ADN de los antiguos humanos coincidían estrechamente con el material genético que portaban los habitantes de Asia oriental, los nativos americanos, los aborígenes australianos y los habitantes de Nueva Guinea y otras islas de la zona.

Cuando los humanos modernos se expandieron fuera de África hace unos 60.000 años, los denisovanos debieron de encontrarse en su camino para cruzarse e introducir algunos de sus genes en nuestro linaje. Pero fue solo en 2019 que los científicos encontraron el primer rastro fósil de denisovanos más allá de Siberia, en una cueva de gran altitud en el Tíbet.

Los investigadores encontraron allí parte de una mandíbula de hace más de 160.000 años con dientes similares a los de los denisovanos. También contenía proteínas con una estructura molecular que podría esperarse de un denisovano, basándose en sus genes. Al año siguiente, los investigadores reportaron que el suelo de la cueva contenía ADN denisovano.

En 2022, Shackelford y sus colegas hicieron un descubrimiento que podría ampliar el área de distribución de los denisovanos hasta el sudeste asiático, justo en el camino de los humanos modernos en sus primeras oleadas fuera de África. En una cueva de Laos, encontraron un diente más o menos tan antiguo como la mandíbula denisovana, y coincidía con el diente incrustado en ella.

Sin embargo, el diente laosiano no produjo ADN, por lo que los investigadores han empezado a buscar en los sedimentos de las cuevas cercanas. "Tenemos un montón de ADN", dijo Shackelford. "Pero aún no sabemos qué representa todo ese ADN".

Otros investigadores están estudiando el ADN denisovano heredado por las personas vivas. El patrón de mutaciones documentado hasta ahora da a entender que varios grupos genéticamente distintos de denisovanos se mezclaron con nuestros antepasados. Es más, ninguno de esos grupos denisovanos estaba estrechamente relacionado con los que ocuparon la cueva de Denisova.

Algunos de los resultados más intrigantes proceden de estudios sobre la población de Nueva Guinea y Filipinas. Muestran signos de repetidos casos de mestizaje con denisovanos, distintos de los que se produjeron en Asia continental. Kelso y otros expertos en denisovanos sospechan que cuando el nivel del mar era bajo durante la última glaciación, los denisovanos podrían haber caminado hasta Nueva Guinea y Filipinas, donde vivieron durante miles de años antes de que llegaran los humanos modernos.

En conjunto, estos hallazgos sugieren que los denisovanos prosperaron en entornos muy diferentes. Soportaban los duros inviernos de Siberia y el aire enrarecido de la meseta tibetana. En Laos, Shackleford y sus colegas han descubierto que los denisovanos vivían en bosques abiertos con manadas de elefantes enanos y otros mamíferos para cazar. Y es posible que vivieran en selvas tropicales de Nueva Guinea y Filipinas.

Esa flexibilidad contrasta fuertemente con la de los neandertales, que se adaptaron al clima frío de Europa y Asia occidental, pero no se expandieron a otros lugares.

La versatilidad de los denisovanos puede haberlos ayudado a durar mucho tiempo. Los habitantes de Nueva Guinea pueden haber heredado parte del ADN denisovano del mestizaje de hace solo 25.000 años.

Shackelford dijo que hallazgos como estos planteaban la posibilidad de que los denisovanos y los humanos modernos coexistieran e interactuaran durante decenas de miles de años, aunque no está claro si se comunicaban. "Eso sí que es adentrarse en la madriguera del conejo", dijo Shackelford.

Tras la desaparición de los denisovanos, su legado genético perduró. Ciertos genes de los denisovanos se han hecho más comunes porque proporcionan una ventaja evolutiva en los humanos modernos. En el Tíbet, Huerta-Sánchez y sus colegas han encontrado un gen denisovano que ayuda a las personas a sobrevivir a grandes altitudes. También ha descubierto que los nativos americanos son portadores de un gen denisovano de una proteína mucosa, aunque su beneficio sigue siendo un misterio.

En Nueva Guinea, algunos genes denisovanos se han visto favorecidos por las personas que viven en las tierras bajas, mientras que otros se ven favorecidos en las tierras altas. Los genes de las tierras bajas parecen ayudar a combatir las infecciones. Es posible que las altas tasas de paludismo y otras enfermedades hagan que esos genes sean valiosos.

Pero en las tierras altas, los genes denisovanos con la ventaja evolutiva están activos en el cerebro. Michael Dannemann, genetista evolutivo de la Universidad de Tartu, en Estonia, quien dirigió el estudio de Nueva Guinea, especuló con la posibilidad de que a gran altitud en Nueva Guinea, la gente se enfrentara a periodos de escasez de alimentos. "Es posible que tengan que adaptar partes del cuerpo que consumen mucha energía, y una de las que consume mucha energía en los humanos es el cerebro", dijo.

Shackelford predijo que la búsqueda de más fósiles denisovanos sería ardua, porque las condiciones de humedad de lugares como Laos no favorecen la supervivencia de los esqueletos. "Estoy pidiendo huesos", dijo. "Pero voy a tener que esperar durante mucho tiempo".

Carl Zimmer cubre noticias de ciencia para el Times y escribe la columna Orígenes. Más de Carl Zimmer

(Thilo Parg/The New York Times)

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