SEÚL, Corea del Sur -- Cada vez que caía un gol de la selección varonil de fútbol de Corea del Sur en la reciente victoria aplastante 5-0 contra Singapur en un partido de clasificación para el Mundial, el clamor del público local llegaba en gran medida de las mujeres, quienes poseían casi dos terceras partes de las entradas para el partido.
Aquel día de noviembre, en el estadio de Seúl, un grupo de mujeres había hecho una pancarta del tamaño de una valla publicitaria dedicada al delantero estrella Son Heung-min. Un club llamado "Mujeres que apoyan la búsqueda de la felicidad de Cho Gue-sung" había firmado una pancarta para uno de los compañeros de equipo de Son que decía: "Cho Gue-sung gana hoy".
La escena ilustró un hecho que ha desconcertado a los expertos en una de las sociedades más patriarcales del mundo: en los deportes, las mujeres surcoreanas suelen superar en número a los hombres en las gradas.
Las mujeres aquí representan el 55 por ciento de los aficionados en eventos deportivos profesionales, incluidos el béisbol, el baloncesto, el fútbol y el voleibol, según un estimado para 2022 de la Asociación de Deportes Profesionales de Corea. Estimaciones similares de los principales deportes en Estados Unidos sitúan la cifra en menos de la mitad para las mujeres. En el Reino Unido y Australia, esa cifra se reduce a una cuarta parte o menos.
Los aficionados y expertos en deporte le atribuyen parte del alto índice de afición femenina de Corea del Sur a la sensación de seguridad en los recintos deportivos del país. Otros apuntan a la influencia de una cultura nacional de los aficionados que recibe el impulso de una adoración intensa a las estrellas, quienes en algunos casos son rompecorazones.
"La gente no ve a los jugadores como deportistas, sino como celebridades", afirmó Yim Subin, de 24 años, quien asiste a los partidos y a las reuniones de aficionados y ve el béisbol por televisión todos los días de la temporada. "No es muy distinto de la manera en que los amantes del k-pop siguen a sus ídolos".
En Corea del Sur, donde los deportes modernos como el béisbol y el fútbol se introdujeron a finales del siglo XIX, las ligas profesionales fueron un producto del rápido crecimiento económico que comenzó en la década de 1960 y creó una clase media de gran tamaño. Las ligas maduraron mientras la nación se convertía en la anfitriona de grandes competencias internacionales, como los Juegos Olímpicos de 1988 y la Copa del Mundo varonil de 2002.
Desde hace tiempo, las mujeres han sido parte de una base de aficionados surcoreanos para los cuales seguir los deportes es un pasatiempo nacional que glorifica a los atletas de élite (hombres, normalmente) que compiten en el extranjero. En la década de 1970, el hombre del momento era Cha Bum-kun, quien anotó 98 goles para dos clubes del máximo circuito del fútbol alemán. Ahora, el ídolo deportivo es Son, delantero del Tottenham Hotspur de la Liga Premier inglesa.
Las aficionadas han estado presentes en las competencias nacionales durante el mismo tiempo. En la década de 1990, las jóvenes abarrotaban las gradas del baloncesto universitario, mencionó Dae Hee Kwak, profesor titular de Gestión Deportiva en la Universidad de Míchigan. Según él, eran conocidas como "oppa budae" o ejércitos que animaban a estrellas masculinas a las que llamaban "oppa", un término cariñoso que las coreanas usan para referirse a un hombre mayor.
Una de las explicaciones del alto índice de aficionadas en Corea del Sur es que sus estadios son lugares seguros para ver un partido. Cada vez más recintos ofrecen servicios para familias, como salas de juegos para niños.
En esa atmósfera, las peleas y otras expresiones de vandalismo son cada vez menos comunes, afirmó Cho Yijin, investigadora posdoctoral de la Universidad Yonsei en Seúl.
"Se fuma menos, se bebe menos y se dicen menos groserías que antes", aseguró. "Hay un ambiente menos hostil".
Según los expertos, otro factor es la intensa cultura nacional de los aficionados que permea la cultura del entretenimiento del país.
El aumento meteórico del interés mundial hacia las películas, los dramas y la música de Corea del Sur en la última década creó una base apasionada de seguidores de celebridades cuyo éxito se considera una marca de orgullo nacional.
Ahora, la misma jerga que describe cómo los superaficionados veneran a estos ídolos --"deok-jil" o "fangirling"-- tiene un uso generalizado en el deporte. Las aficionadas viajan por todo el país para asistir a los partidos, envían camiones de café a los entrenamientos como muestra de apoyo y toman fotografías de los jugadores con potentes teleobjetivos desde los asientos de primera fila.
Los departamentos de mercadotecnia de los equipos han tomado nota. No faltan productos para mujeres, como camisetas y cintas para la cabeza. Y, en la principal liga de fútbol del país, el equipo Daejeon Hana Citizen organiza una "Copa de la Reina" a nivel aficionado para sus hinchas.
El ascenso de las mujeres como aficionadas al deporte en Corea del Sur no ha producido una paridad de género en las canchas, campos ni en las salas de entrenamiento. Para los expertos en deportes, esto se debe en parte a que Corea del Sur no tiene una ley contra la discriminación y mucho menos una legislación como el Título IX, la histórica ley estadounidense de 1972 que expandió de manera significativa el acceso de las niñas a los deportes.
Para muchas aficionadas, ver a otras mujeres en las gradas produce un sentimiento de pertenencia y solidaridad, comentó NaRi Shin, profesora adjunta de Gestión Deportiva en la Universidad de Míchigan y surfista de nieve de estilo libre.
Varias aficionadas señalaron que, aunque los jugadores hombres habían sido su puerta de entrada al deporte, con el tiempo habían desarrollado un aprecio más profundo por el juego mismo.
Celine Lim, de 39 años, comentó que empezó a ver jugar a Kim Byung-hyun, un lanzador coreano, con las Medias Rojas de Boston cuando vivía en Estados Unidos, en parte porque le atraía su personalidad de "chico malo". Siguió viendo casi todos los partidos del equipo coreano del beisbolista, los Héroes de Kiwoom, incluso después de que se retiró.
Han Nagyeong, de 26 años, afirmó que su interés por el fútbol se profundizó cuando vio jugar a Son en el Tottenham Hotspur. Ahora, incluso como una estudiante universitaria muy ocupada, se hace el tiempo para seguir a todos los jugadores del equipo. Comentó que tiene varias amigas cuya pasión ha dado un giro similar.
"Poco a poco, se volvieron más devotas que nadie del deporte mismo", afirmó.