Un proyectil impactó contra el suelo a tan solo unos metros de donde un militar ruso estaba desplegado y la explosión lo lanzó por los aires.
El militar, Andrei, de 29 años, un exconvicto reclutado en la compañía castrense privada Wagner, comentó: "Sentí que se me desprendió el brazo; después, un golpe en la pierna; todo se volvió más lento, solo una imagen congelada ante mis ojos... no había sonidos, ninguna otra sensación".
En una entrevista, para la cual solicitó que solo se usara su nombre de pila por temor a represalias de parte de las autoridades rusas, Andrei relató que, conforme perdía y recuperaba la conciencia, estaba convencido de que la muerte se acercaba. Mientras los proyectiles explotaban en todos lados en el combate cerca de la ciudad ucraniana de Bajmut, sus compañeros lo arrastraron a un punto de evacuación. Al final, pasó más de un año en hospitales; tuvieron que amputar lo que quedaba de su brazo izquierdo amputados y una pierna todavía está en riesgo.
Los casos como el de Andrei no reciben mucha publicidad en Rusia, donde (al igual que en Ucrania) la cifra total de lesionados por la guerra no es revelada. Sin embargo, según funcionarios estadounidenses y ucranianos, así como numerosos analistas militares, el número es impactante, tal vez oscila en los cientos de miles. Además, un alto funcionario ruso estimó que las personas con amputaciones representan más de la mitad de los heridos graves.
Debido a que los reporteros y grupos de ayuda tienen poco o nulo acceso a hospitales o centros de rehabilitación en Rusia, la información es escasa, a menudo está limitada a reportes informativos comunitarios y canales de la aplicación Telegram.
Según algunos analistas militares y personal médico, el Kremlin desea evitar que se repitan los movimientos contra la guerra que obligaron acabar antes los conflictos bélicos previos en Chechenia y Afganistán.
Nick Reynolds, un socio investigador de guerra terrestre en el Royal United Services Institute, un grupo de expertos militares con sede en Londres, opinó: "El Estado ruso ha aprendido por experiencia que si desea mantener la estabilidad en el país, debe suprimir esa clase de debate".
Los analistas militares afirman que el gran número de lesionados también refleja la marcada indiferencia que Rusia muestra hacia sus militares, ya que sacrifica cantidades enormes para lograr pequeños avances del otro lado de la frontera en Ucrania de más de 960 kilómetros.
Pavel Luzin, un experto militar en Rusia del Centro de Análisis de Políticas Europeas, un grupo de investigación con sede en Washington, afirmó: "Al liderazgo ruso en todos los niveles no les importan mucho los militares".
Los veteranos heridos no son ignorados por completo. En ocasiones, aparecen en la televisión estatal al servicio de la propaganda de guerra e invariablemente son presentados como un relato optimista de cómo se están adaptando con facilidad a la vida con sus lesiones, incluyendo las extremidades amputadas.
En pocas ocasiones, el presidente Vladimir Putin visita a los heridos en los hospitales y les coloca medallas en sus impecables pijamas militares azul cobalto. A veces, Putin reconoce que hay problemas en el sistema y sin falta promete soluciones.
Mientras hablaba con veteranos el mes pasado, Putin aseguró: "Respecto a las prótesis, todavía queda mucho por hacer". El mandatario agregó que hacía poco se había enterado de que los militares retirados a los que se les habían proporcionado prótesis recibieron pagos reducidos del gobierno, lo que calificó como "inaceptable".
Tras el primer mes de la guerra, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, anunció que había 3825 heridos, una cifra que Rusia nunca ha actualizado. Así que las estimaciones de los lesionados en ambos bandos se extrapolan del número de muertos, lo que ya implica un proceso de cálculo significativo.
El director de la CIA, William Burns, escribió en un artículo publicado en Foreign Affairs el mes pasado que los militares rusos muertos y heridos sumaban 315.000.
Cuando se les contactó, numerosos médicos, veteranos o familiares se negaron a hablar sobre los heridos, por miedo a infringir las leyes rusas que prohíben revelar información confidencial o denigrar a los militares, y también para no poner en peligro sus empleos o beneficios. Algunos de los que hablaron se negaron a dar sus nombres completos.
Múltiples entrevistas indicaron que el objetivo principal al tratar a los heridos era volver a desplegarlos con rapidez en el frente de batalla. Analistas y personal médico aseveraron que hay escasez de altas médicas, lo que subraya la necesidad desesperada de militares; además, el Ministerio de Defensa prefiere reciclar a los heridos antes que implementar otra movilización que genere descontento popular.
Dmitri, de 35 años, fue movilizado en septiembre de 2022. Indicó que su primera experiencia horrible en la guerra se produjo dos meses después, cuando un dron soltó una granada sobre una trinchera cercana en la que estaban diez hombres. En una entrevista, Dmitri recordó y relató: "Había brazos arrancados, un casco con partes de cerebro en él y la pierna de un sujeto estaba desprendida, aunque todavía no por completo. No estaba preparado para eso. Nadie lo estaba".
Dmitri señaló que, el verano pasado, sufrió heridas de metralla durante un ataque con drones que lo envió a un hospital dentro de Rusia. Dmitri contó alrededor de unos 400 pacientes en su ala y 150 heridos graves en otra. Con cerca de 80 pacientes asignados a cada médico, los doctores, en un principio, dedicaban menos de cinco minutos a cada uno. Dmitri mencionó: "Era como si hubiera una cinta transportadora".
Debido a que las heridas de Dmitri eran relativamente leves, nadie lo examinó durante dos días; luego, un médico pasó un imán sobre sus heridas. Cuando no reaccionó, le aplicaron un poco de desinfectante y le colocaron algunas vendas antes de ser dado de alta y le indicaron que se reportara de nuevo al frente seis días después.
Dmitri, quien escapó de Rusia con la ayuda de la organización Go by the Forest, con sede en Georgia, contó que "quedó impactado" con lo que le instruyeron.
Muchos de los relatos de médicos y heridos indican que Rusia carece de lo esencial para el tratamiento (desde vehículos de evacuación suficientes pasando por camas de hospital y hasta medicamentos). El Ejército administra una red de alrededor de 150 instalaciones médicas en todo el país, incluida una academia médica sofisticada en San Petersburgo y varios hospitales de especialidad en Moscú.
El Ministerio de Defensa ruso no respondió a una solicitud para hacer comentarios.
Algunos veteranos alabaron lo que llamaron su atención rápida y exhaustiva, pero es como ganarse la lotería. Artem Katulin, jefe de un programa de entrenamiento para medicina de combate, declaró el año pasado a la agencia estatal de noticias RIA Novosti que más de la mitad de las muertes en la guerra se debían a lesiones que no ponían en peligro la vida y que los torniquetes mal aplicados representaban un tercio de las amputaciones.
Maxim Lukashevsky, un cirujano que trabajó como voluntario en un hospital cerca del frente y ahora está de regreso trabajando en Moscú, expresó en una entrevista que en un día ajetreado podría tratar a unos 45 heridos en cinco horas, incluidas hasta cinco amputaciones.
Una joven rusa llamada Regina publica un diario en redes sociales que documenta los altibajos del cuidado de su marido, Denis, hospitalizado en San Petersburgo durante más de un año, que perdió una porción de su cerebro.
Ella depende de la microfinanciación colectiva para todo, desde pañales para adultos hasta una silla de ruedas de alta tecnología. Aunque elogió la dedicación del personal médico, denunció la falta de programas de rehabilitación adaptados a cada individuo.
Regina escribió: "Siento que estoy armando a mi ser querido como si fuera un rompecabezas". En otra publicación, destacó: "Estaba tan enojada por lo terrible que era todo en términos de recetas para rehabilitación individual; temblaba de resentimiento".
Sin dar una cifra general, Alexei Vovchenko, el viceministro ruso de Trabajo y Protección Social, testificó ante un comité gubernamental en octubre que alrededor del 54 por ciento de los veteranos heridos clasificados como personas con discapacidad han sufrido amputaciones.
Un traumatólogo que trabaja en Siberia dijo que muchos jóvenes veteranos con discapacidad permanente tenían órganos dañados o articulaciones afectadas. El médico y colegas indicaron que aunque Rusia fabrica extremidades prostéticas, los remplazos de articulaciones son difíciles de conseguir porque en gran medida se importaron antes de la guerra.
El traumatólogo y otros notaron una clara falta de compasión pública por quienes estaban gravemente heridos. Expresó que los amputados han comenzado a salir a las calles para pedir dinero y hay pocas instalaciones como rampas para sillas de ruedas.
Incluso Anton Filimonov, quien se ha convertido en la imagen rusa del amputado optimista (perdió una pierna al pisar una mina terrestre), manifestó en un foro público en San Petersburgo el año pasado que los rusos "no estaban preparados" para ver amputados.
Expertos militares dieron a conocer que es probable que el flujo de heridos continúe. Karolina Hird, una analista de Rusia del Instituto para el Estudio de la Guerra con sede en Washington, puntualizó que las pérdidas no han llevado a las fuerzas armadas a "cambiar sus combates en este estilo de asalto frontal, que es liderado por la infantería y muy desgastante".
Militares rusos en una estación de tren en Bélgorod, Rusia, el 8 de junio de 2023. (Nanna Heitmann/The New York Times)
El cuerpo de un militar ruso recuperado por Black Tulip, un grupo humanitario ucraniano, cerca de Koroviy Yar, Ucrania, el 7 de enero de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)