En mayo, Fabuwood, un fabricante de armarios de cocina de Newark, Nueva Jersey, instituyó una nueva política en la compañía: no se permiten teléfonos durante las reuniones.
Para hacerla cumplir, la empresa instaló "estantes para dispositivos" fuera de cada una de sus seis salas de conferencias con paredes de cristal. Un miércoles por la mañana, se celebraban animadas reuniones en tres de las salas de conferencias y las estanterías estaban llenas de teléfonos inteligentes, tabletas y celulares plegables al estilo de los años noventa. La empresa, con una plantilla de 1200 personas, paga el costo de un celular plegable a los empleados que renuncian a su teléfono inteligente, y 80 personas han aceptado la oferta.
Por sorpresa, los empleados dicen que les gusta. Rena Stoff, gestora de proyectos, dice que, aunque al principio odiaba la idea de verse privada de su teléfono inteligente, ha descubierto que las reuniones, que antes le parecían aburridas e innecesarias, se han vuelto más interesantes y productivas.
"Tener el teléfono lejos de mí casi ha hecho que mi cerebro esté más abierto a la información", afirmó.
El fundador y director ejecutivo de Fabuwood, Joel Epstein, estaba motivado por su creencia personal de que los teléfonos inteligentes están "destruyendo nuestra vida personal y profesional".
Epstein decidió luchar contra los dispositivos que compiten por el tiempo y la atención de sus empleados con la iniciativa "InFocus", que pide a los trabajadores que mantengan sus dispositivos personales fuera de la vista mientras están en el trabajo. No se sanciona a nadie por incumplir la norma, pero los jefes envían recordatorios por correo electrónico cuando detectan alguna infracción.
Cuando se propuso la iniciativa hubo algunas quejas y algunos predijeron que la gente renunciaría. Pero no fue así, según Epstein. Por el contrario, los trabajadores con bajo rendimiento mejoraron. "En seis meses, la productividad había aumentado un veinte por ciento", aseguró, citando métricas internas de la empresa.
Lo que más le sorprendió fue el flujo constante de mensajes de empleados que decían que el programa les había cambiado la vida.
Un celular plegable para todos
Me enteré de la iniciativa de Fabuwood después de publicar un artículo sobre la lucha contra mi propia adicción al iPhone cambiando a un teléfono plegable durante un mes. Abraham Brull, director de desarrollo de software de Fabuwood, me envió un correo electrónico diciendo que en el pasado había luchado contra su dependencia de los celulares inteligentes y que le había ayudado unirse a una empresa que fomentaba un uso más saludable de la tecnología.
El suyo fue uno de los cientos de correos electrónicos que recibí. Muchos eran de entusiastas de los teléfonos plegables que no estaban de acuerdo con mi sugerencia de que usar un "teléfono tonto" de manera indefinida no era una opción. Usuarios de celulares plegables de todas las edades y profesiones decían que sus vidas eran mejores sin teléfonos inteligentes y que, como resultado, sus matrimonios, las relaciones con sus hijos y su salud mental habían florecido.
Alba Souto, una mujer española de 29 años, dijo que no tener un teléfono inteligente había hecho que su relación con su marido, que también cambió el suyo por un viejo Nokia, fuera "más misteriosa y emocionante".
"No tener acceso el uno al otro en todo momento a través de aplicaciones de mensajería ha mejorado la calidad del tiempo que pasamos juntos", escribió en un correo electrónico. "Tenemos más de qué hablar".
"Me encanta", escribió Christopher Casino, de 29 años, de Nueva York, que se cambió en octubre a un teléfono plegable Cat que le da acceso a Uber, Maps y Spotify, pero no a las redes sociales ni a las aplicaciones de noticias. "Hago mis aficiones con más constancia. Leo en el metro. Hablo más con mi marido. No siento la aplastante presión de saberlo todo al instante y de responder de manera perfecta en internet".
Consejos para un 'febrero de celulares plegables'
Sarah Thibault, artista de 43 años que reside en Los Ángeles, dijo que pensaba participar en el "febrero del celular plegable", una idea que propuse para seguir el enero sobrio. Se inspiró para renunciar a su teléfono inteligente en un video viral de una multitud de teléfonos que grababan la llegada del Año Nuevo en París.
Creó una comunidad Febrero de celulares plegables en Reddit para compartir mensajes y consejos con otros participantes. Me uní y publiqué un enlace a un concurso que Siggi's Yogurt había anunciado hacía poco y que ofrecía 10.000 dólares, teléfonos plegables, cajas de seguridad para celulares inteligentes y, por supuesto, yogur gratis a diez personas que se comprometieran a desintoxicarse digitalmente durante un mes. El portavoz de la empresa me dijo que 322.935 personas habían participado en el concurso.
Los usuarios más veteranos aconsejaron a los novatos que "buscaran información" antes de salir de casa, llevaran un bolígrafo y un cuaderno y advirtieran a amigos, colegas y familiares de su decisión de prescindir de los teléfonos inteligentes.
Mi consejo es que consultes el Buscador de "Dumbphones" para ver las opciones del mercado; Sunbeam y Kyocera fueron las recomendaciones más populares de los lectores. Pero asegúrate de consultar a tu operador para saber qué "teléfonos básicos" (en la jerga del sector, teléfonos no inteligentes) admite tu red.
También es posible que necesites otro tipo de tecnología para suplir las carencias. Yo recurrí a un despertador digital que compré en la escuela secundaria en la década de 1990 (¡todavía funciona!). Kelin Carolyn Zhang, diseñadora de productos que realiza una desintoxicación anual de teléfonos inteligentes, escribió que este año estaba utilizando una vieja videocámara digital para poder registrar en TikTok su experiencia con un celular plegable.
Las desventajas
Ya se lo avisamos a quienes hagan el cambio: he recibido bastantes quejas sobre nuestro mundo cada vez más centrado en los teléfonos inteligentes.
"La cuestión que más me preocupa, y a la que desearía que periodistas y reguladores prestaran atención, es la necesidad cada vez mayor de disponer de un teléfono inteligente para desenvolverse en la vida cotidiana", escribió un padre de 47 años sin teléfono móvil. "Hace diez años, carecer de teléfono suponía algunos retos sociales menores; hoy en día, puede ser difícil desenvolverse en la vida ordinaria".
Se ha sentido frustrado por el uso ya habitual de códigos QR para ingresar a eventos deportivos y ver los menús de los restaurantes. Él y muchos otros dicen que las máquinas de pago de los estacionamientos suelen indicar a la gente que pague a través de un teléfono inteligente.
Algunos lectores, como una ejecutiva de empresa y madre de tres hijos, dijeron que "nunca podrían cambiarlo por uno plegable".
"La invención del teléfono inteligente ha permitido una integración de la vida laboral y personal que no podía imaginar", escribió.
Dijo que sus trucos para hacerlo menos adictivo incluían desactivar las notificaciones y borrar las aplicaciones de las redes sociales. Ella y otros me agradecieron que señalara un estudio según el cual cambiar el modo de color a escala de grises de un teléfono inteligente ayudaba a las personas a reducir de manera significativa el tiempo que pasaban frente a la pantalla. "Me ha encantado el consejo de la escala de grises", escribió, "¡hoy mismo lo hago!".
Para quienes se lo estén preguntando, llevo dos meses utilizando mi teléfono plegable como celular principal. Pero he contratado una segunda línea para mi teléfono inteligente, para cuando necesite acceder a internet. Por ejemplo, no estoy segura de que hubiera sido capaz de encontrar la sede de Fabuwood --en carreteras desconocidas de la zona industrial de Newark-- sin él.
Una sala de conferencias donde están prohibidos los celulares en las oficinas de Fabuwood, fabricante de armarios de cocina en Newark, Nueva Jersey, el 31 de enero de 2024. (Brian Fraser/The New York Times)
Un estante donde los empleados de Fabuwood deben dejar sus teléfonos inteligentes y dispositivos similares durante las reuniones, en las oficinas del fabricante de muebles de cocina en Newark, Nueva Jersey, el 31 de enero de 2024. (Brian Fraser/The New York Times)