WILMETTE, Illinois -- En otras épocas, la pequeña estación de ladrillos de Metra en el pueblo de Wilmette en los suburbios de Chicago solo era un lugar en el que las personas compraban café de camino al trabajo y esperaban en bancas negras de metal a abordar el tren hacia la ciudad.
En la actualidad, también se ha convertido en una especie de centro de acogida para los migrantes.
Muy ordenadas en una pared, se observan grandes cajas de cartón llenas de abrigos, gorros y guantes. A diario hay voluntarios trabajando: reciben donativos de calcetines, chaquetas gruesas de North Face, pantalones para nieve y barras de jabón. En cuanto llegan autobuses llenos de migrantes a Wilmette, donde sus chaperones les ayudan a tomar el tren hacia el centro de Chicago para que luego los transfieran a un albergue, el primer rostro que ven es el de los voluntarios de la estación Wilmette, quienes les entregan algunos artículos esenciales.
La crisis de migrantes en Chicago ha crecido mucho más allá de los límites de la ciudad. Desde hace más de un mes, según funcionarios de la ciudad, los autobuses provenientes de Texas han evitado por completo ir a Chicago y han dejado a cientos de migrantes en distintos suburbios, sin dar ningún aviso sobre su llegada. En diciembre, Chicago comenzó a aplicar multas a los operadores de autobuses que desembarquen pasajeros fuera de los horarios y lugares designados o sin contar con un permiso. Lo mismo ha ocurrido en otros lugares; por ejemplo, en la ciudad de Nueva York algunos migrantes han terminado en suburbios de Nueva Jersey.
Ante la llegada de cada vez más migrantes a los suburbios de los alrededores de Chicago, algunos residentes, preocupados por el bienestar de los migrantes, decidieron recaudar fondos y reunir algunos artículos. Muchos municipios se han apresurado a aprobar normas con restricciones similares a las aplicadas en Chicago para establecerles límites a los autobuses, con la esperanza de mantenerse al margen del problema. Además, algunos residentes de los suburbios, cada vez más alarmados, se han puesto en contacto con sus funcionarios electos para dejar muy clara su postura: no quieren tener nada que ver con la crisis de migrantes.
En Wilmette, un pueblo de 27.000 habitantes con un ingreso promedio por hogar de unos 183.000 dólares, decenas de residentes se han organizado para ayudar a los migrantes con ropa y otras necesidades antes de que aborden el tren a la llamada "zona de arribo" en el centro de Chicago, donde los canalizan a distintos albergues de la ciudad.
Jessica Leving Siegel, consultora de mercadotecnia en una organización sin fines de lucro, dedicó una noche la semana pasada a arrastrar bolsas de basura por la estación de Metra y dirigir a los demás voluntarios. Leving Siegel, con el cabello en un chongo mal hecho y una camiseta granate estampada con la frase: "Todos somos refugiados", organizó recolecciones de ropa y ayuda a que los migrantes ganen algo de dinero limpiando la nieve de las banquetas en Wilmette.
"Lo que me gustaría es que nos convirtiéramos en la zona de arribo suburbana", afirmó.
Quizá el pueblo también podría encontrar arrendadores dispuestos a rentarles a familias migrantes, sugirió. O algunos voluntarios de Wilmette podrían abrir una "tienda gratuita" similar a las de Chicago que ofrecen artículos donados a las personas que solicitan asilo y los necesitan.
Si Chicago no puede manejar el flujo de migrantes, comentó Leving Siegel, las comunidades suburbanas también deberían tener una tarea asignada.
"Es evidente que mucha gente quiere ayudar", dijo. "En vez de solo echarles encima un abrigo mientras los conducimos hacia el Metra, creo que podríamos hacer mucho más".
El alcalde de Chicago, Brandon Johnson, que dirige una ciudad de 2,7 millones de personas, ha dado a entender que le gustaría que otras ciudades de Illinois ayuden a recibir a los migrantes recién llegados.
El miércoles, Johnson señaló que le gustaría que el gobernador J. B. Pritzker, también demócrata, organizara albergues nuevos para los migrantes fuera de Chicago. Aunque ya hay 28 alberges en la ciudad, Johnson indicó que los recursos de Chicago no alcanzan para el número de migrantes nuevos a su cargo (más de 14.000 según el conteo más reciente) y no planea crear más albergues.
"No es necesario construir y establecer albergues solo en la ciudad de Chicago", señaló Johnson. "El estado puede hacerlo en cualquier otro lugar que quiera".
Oak Park, una ciudad al oeste de Chicago, ha destinado cientos de miles de dólares, entre ellos fondos federales, para apoyar a los migrantes, y la semana pasada extendió otro mes la ayuda en albergues. Otros suburbios han dado menos muestras de querer participar en la tarea.
El alcalde de Woodstock, Illinois, Mike Turner, declaró que siente compasión por las familias de migrantes que dejaron inesperadamente en su pueblo a finales de diciembre y luego fueron transportadas en tren a Chicago, aproximadamente una hora al sureste.
Pero Turner, que se describió como un "conservador liberal de corazón sangrante" y está a cargo de una ciudad diversa con una población latina considerable, indicó que el problema son los recursos.
"Hay quienes creen que deberíamos hacer más", comentó. "Todos concordamos en que estas personas son importantes porque son seres humanos. Pero no tenemos la capacidad para gestionar la migración a largo plazo".
Woodstock, al igual que muchos otros pueblos pequeños, no cuenta con albergues para indigentes ni una infraestructura pública sólida capaz de ofrecerles techo y cubrir otras necesidades importantes de los migrantes de Venezuela, el país del que viene la mayoría de las personas que solicitan asilo.
Cuando Turner habla con otros alcaldes del área de Chicago, señaló, "concordamos en que no es algo que podamos gestionar en nuestras demarcaciones de talla más pequeña".
Ida Fiore, voluntaria de Lake Forest que ha ayudado a organizar paquetes de ayuda para los migrantes, indicó que, desde la llegada de un autobús de migrantes al punto cercano de Highland Park en diciembre, los funcionarios de la ciudad y los residentes han trabajado recaudando artículos para ellos.
La crisis de migrantes que se ha hecho cada vez más visible en Chicago desde finales de 2022, con familias sentadas en las banquetas del Loop y otros barrios sosteniendo carteles hechos de cartón para pedir dinero, se percibía más distante en los suburbios hasta hace poco, afirmó.
"La crisis es muy evidente en la ciudad", explicó Fiore. "Lo que te preguntas es: '¿A qué tipo de vivienda tiene acceso esta gente? ¿Un suburbio podría darles apoyo y ayuda a largo plazo?'. Nos miramos unos a otros y tenemos muchas más preguntas que respuestas".
Familias migrantes comen una pizza donada mientras esperan su transporte en Chicago, el 3 de octubre de 2023. (Jamie Kelter Davis/The New York Times)