Cuando la capitana Amit Busi tiene la oportunidad de dormir, lo hace con las botas puestas y en una tienda de campaña compartida en un puesto militar israelí improvisado ubicado al norte de la Franja de Gaza.
Ahí, Busi comanda una compañía integrada por 83 militares, casi la mitad de ellos son hombres. Es una de varias unidades de género mixto que combaten en Gaza, donde las integrantes de la tropa y las oficiales sirven en el frente de batalla por primera vez desde la guerra relacionada con la fundación del Estado israelí en 1948.
Busi es responsable no solo de la vida de sus subordinados (ingenieros de búsqueda y rescate cuyo entrenamiento y herramientas especializados ayudan a las tropas de infantería a ingresar a edificios dañados y con riesgo de que colapsen donde se han colocado trampas), pero también de los militares heridos que ayudan a desalojar del campo de batalla. Busi y las integrantes de la tropa a su cargo también contribuyen a rastrear el área en busca de combatientes, armas y lanzagranadas y son responsables de resguardar el campamento.
Debido al respeto que Busi evidentemente se ha ganado entre sus subordinados (entre ellos hombres judíos, drusos y musulmanes beduinos), puede ser fácil olvidar que ella tiene tan solo 23 años.
Sobre los límites impuestos por décadas a los papeles que desempeña en Israel el combate de las tropas femeninas, Busi opinó: “Las restricciones se han desvanecido”. Acerca del Ejército, agregó: “Nos necesita, así que estamos aquí”.
Desde que las fuerzas terrestres israelíes irrumpieron en Gaza a finales de octubre, las mujeres han estado combatiendo ahí. Su inclusión ha contribuido a mejorar la imagen del Ejército en el país después de las fallas militares y de inteligencia del 7 de octubre y ante el escrutinio global por el alto número de muertes de civiles durante la campaña. Según funcionarios de salud de Gaza, más de 24.000 palestinos, muchos de ellos mujeres y niños, han sido asesinados desde el inicio de la guerra.
La integración de las mujeres en las unidades de combate del Ejército ha sido objeto de un prolongado debate en Israel, hogar de uno de los pocos ejércitos en el mundo que recluta a las mujeres a los 18 años para el servicio obligatorio. Durante años, la cuestión de las mujeres que sirven en el frente ha llevado a la confrontación a rabinos ultraconservadores y militares que practican la religión y a feministas, secularistas y críticos de la cultura tradicionalmente machista del país.
Ahora, ese debate efectivamente ha concluido.
Herzi Halevi, general de división y jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, declaró que no tiene caso continuar tales argumentos después de que las militares se apresuraron a enfrentar a los combatientes de Hamas el 7 de octubre, porque su “acción y combate” dice más que mil palabras.
Como otros fundamentos de la vida israelí, muchas de las ideas preconcebidas sobre las mujeres en combate cambiaron el 7 de octubre, cuando cientos de hombres armados liderados por Hamas cruzaron la frontera desde Gaza hacia el sur de Israel y mataron a unas 1200 personas, la mayoría de ellas civiles, según funcionarios israelíes, y secuestraron a 240 rehenes para llevarlos a Gaza.
En los meses que han pasado desde entonces, las necesidades del Ejército han generado el cambio en la sociedad a una velocidad impresionante. La viudez ahora es legalmente reconocida para parejas del mismo sexo de los militares asesinados y al menos un militar trans ha luchado en el frente de batalla en Gaza.
A pesar de años de burla por parte de sectores conservadores de la sociedad israelí, las mujeres que combaten se han convertido en símbolos de progreso y equidad, al aparecer en portadas de revistas y en perfiles de noticias de televisión.
Una encuesta reciente realizada por el Instituto de Democracia de Israel descubrió que entre el público secular, alrededor del 70 por ciento de las mujeres y el 67 por ciento de los hombres indicaron apoyar el aumento del número de mujeres en roles de combate.
En los últimos años, las mujeres han constituido alrededor del 18 por ciento de la fuerza de combate militar.
Idit Shafran Gittleman, directora del programa militar y de sociedad del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, mencionó: “Todo el mundo está usando la frase ‘El debate ha terminado’”. Agregó: “Todos vieron lo que pasó el 7 de octubre. Las mujeres contribuyen a la seguridad, no la disminuyen”.
Las mujeres israelíes fueron enviadas a combatir casi de inmediato el 7 de octubre. Dos equipos de tanques conformados exclusivamente por mujeres, que alguna vez fueron blanco de bromas sexistas, se lanzaron a través del desierto esa mañana para ayudar a repeler oleadas de infiltrados armados provenientes de Gaza.
La comandante de Caracal, un batallón de infantería mixto, lideró una batalla de 12 horas a lo largo de la frontera de Gaza con dos compañías equipadas con misiles Lau y ametralladoras. Junto con los tanques, ayudaron a bloquear el avance de Hamas, con lo que salvaron a varias comunidades del ataque.
La comandante, Or Ben Yehuda, de 34 años, teniente coronel, oficial de carrera y madre de tres hijos, comentó: “Los detuvimos, no nos pasaron” al hablar en la base del batallón en el desierto cerca de la frontera con Egipto, donde su unidad habitualmente es desplegada.
Décadas de peticiones y fallos de la Corte Suprema han desafiado al alto mando militar a equilibrar las necesidades operativas con los principios de igualdad de derechos e igualdad de oportunidades.
El Ejército ha ido abriendo gradualmente el 90 por ciento de sus roles a las mujeres, pero todavía están excluidas de las funciones de combate del frente en las principales unidades de infantería y en algunas de las unidades de comando de mayor élite que tradicionalmente operan del otro lado de las líneas enemigas en tiempos de guerra.
Aunque algunas mujeres sirven en unidades mixtas, las integrantes de los equipos de tanques siguen segregadas por sexo. Esa política estaba destinada a tomar en cuenta las sensibilidades religiosas respecto a que hombres y mujeres estuvieran atrapados durante días en un tanque.
Aun así, las mujeres en el frente afirman que las actitudes están cambiando.
Pnina Shechtman, capitana y comandante de pelotón del batallón mixto Bardelas, normalmente desplegado a lo largo de la frontera sur de Israel con Jordania, opinó: “Es un proceso”. Shechtman habló por teléfono después de un día de operaciones dentro de Gaza.
Shechtman aseguró: “Es un campo de batalla. Ves, oyes y hueles muchas cosas. Todos tus sentidos realmente se agudizan. Necesito estar concentrada; tengo militares a mi cargo. No hay tiempo para emociones”.
Shechtman indicó que había estado al mando de militares practicantes de la religión y que todo era una cuestión de respeto mutuo. Shechtman añadió: “Al final del día, tenemos la misma misión”.
Un reciente día entre semana, después del atardecer, un fotorreportero de The New York Times acompañó al norte de Gaza a Busi y sus camaradas, mientras levantaban nubes de polvo en un lugar desierto y oscuro iluminado solo por la luz de una luna casi llena.
Los edificios a lo largo de la ruta paralela a la costa mediterránea fueron aplanados hasta convertirlos en capas de concreto. No vimos gente, solo unos cuantos perros, hasta que llegamos a un pequeño puesto militar apenas iluminado, formado por tiendas de campaña y contenedores, rodeados de barreras de arena. Escoltados por Busi, teníamos la libertad para recorrer el puesto, pero no para ir más allá.
El Times aceptó un transporte militar para asegurar un acceso excepcional a Gaza en tiempos de guerra, la cual por lo general está fuera del alcance de los periodistas. El Times no permitió que el Ejército israelí revisara la cobertura realizada antes de su publicación.
En la base en Gaza, bengalas iluminaron el cielo. Nadie se inmutó ante el estallido ocasional. Algunos de los militares varones que deambulaban por allí dijeron que durmieron bien porque sabían que Busi y sus tropas custodiaban la base. Uno señaló que se sentía aún más seguro con las mujeres porque tenían que probarse a ellas mismas, no porque fueran mujeres, sino porque era su primera vez en Gaza.
La guerra ha cobrado la vida de unos 200 militares israelíes y miles de palestinos, la mayoría de ellos civiles.
Busi aseveró que el Ejército “hace todo lo posible” para intentar evitar bajas civiles y lamentó la destrucción de tantas viviendas. Sin embargo, aclaró que fue Hamas la que convirtió a Gaza en una zona de guerra.
El frente de batalla en Gaza nunca está a más de unas pocas horas en auto de las viviendas de los militares, un recordatorio de lo cerca que está la guerra.
Busi dijo que permanecería en Gaza tanto tiempo como necesiten de ella.
Busi finalizó: “Realmente espero que el hecho de que estemos aquí, signifique que, dentro de 20 años, mis hijos no tendrán que estarlo”.
© The New York Times 2024