Putin deja brutalmente claros sus planes

El jefe de estado ruso no quiere la paz, sino la ocupación de Ucrania

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El ruso Vladimir Putin observa la presentación sobre el desarrollo de las ciudades regionales en la ciudad de Jabárovsk, en el extremo oriental de Rusia (Reuters)
El ruso Vladimir Putin observa la presentación sobre el desarrollo de las ciudades regionales en la ciudad de Jabárovsk, en el extremo oriental de Rusia (Reuters)

La Nochevieja es una fiesta importante en Ucrania. A finales de diciembre le pregunté a mi hermana cómo lo celebraría este año. “En el refugio antiaéreo”, respondió con naturalidad. Pensaba cocinar sándwiches, que serían más fáciles de bajar al refugio desde el décimo piso si sonaba una sirena antiaérea.

En 2023 hubo más de 6.000 alertas aéreas en Ucrania. Sólo el mes pasado, Rusia lanzó unos 624 drones cargados de explosivos, según fuentes oficiales. El 29 de diciembre, más de 120 misiles y aviones no tripulados rusos atacaron ciudades de todo el país, matando a 44 personas. Fue el ataque más mortífero contra civiles en Kiev desde el comienzo de la guerra.

En todo diciembre, sólo hubo una noche sin ataques.

Los ataques de Rusia aumentaron a medida que se estancaban los intentos de autorizar más fondos para Ucrania en el Congreso de Estados Unidos y en Europa. Desde el otoño, los aliados occidentales de Kiev han estado presionando discretamente para que se celebren negociaciones que pongan fin a la guerra. A finales de diciembre, Vladimir Putin también parecía dispuesto a llegar a un acuerdo.

Un observador político ruso con el que hablé sugirió que estas señales del Sr. Putin estaban calibradas para capitalizar la sensación de pesimismo entre los aliados de Ucrania en Europa y Estados Unidos; para retrasar aún más la ayuda militar cuando Ucrania ya estaba escasa de municiones y vulnerable, y para permitir a Rusia seguir presionando su ventaja.

Pero los ucranianos ya saben que, cuando se trata del Sr. Putin, no hay que fiarse de lo que dice, sino vigilar lo que hace. Desde Kiev está claro que Putin no se dispone a ofrecer nada que los ucranianos puedan aceptar, y él lo sabe. Sus planes son la ocupación, la devastación y la destrucción.

La paz exigiría una auténtica garantía de que el Kremlin no utilizará un alto el fuego simplemente para rearmarse y lanzar un nuevo asalto desde los territorios ucranianos ocupados. Según encuestas recientes, la mayoría de los ucranianos siguen estando en contra de cualquier concesión territorial a Rusia y muchos dicen que cualquier acuerdo de paz también debe devolver Crimea al control de Ucrania, para que la amenaza de invasión no continúe indefinidamente.

Lo que ofrece Putin -según The Times, un alto el fuego que “congela los combates en las líneas actuales”- no es la paz, sino la ocupación, y la ocupación es sólo un tipo diferente de guerra.

El Proyecto Reckoning, que investiga y documenta posibles crímenes de guerra en Ucrania -yo soy uno de sus cofundadores-, ha investigado la muerte de cientos de civiles en ataques contra ciudades alejadas del campo de batalla, ataques contra zonas residenciales, centros comerciales y restaurantes y ataques que utilizaron munición de precisión contra civiles que evacuaban estaciones de tren.

La vida en las partes de Ucrania que ahora están bajo dominio ruso es aún más terrible. En los territorios controlados por las tropas rusas desde 2022, hemos registrado cientos de testimonios que describen desapariciones forzadas y detenciones arbitrarias. Varias personas que fueron detenidas han aparecido muertas desde entonces; entre los supervivientes de la detención hay pautas generalizadas de tortura física y psicológica, como palizas, violencia sexual y electrocución.

Comprendo el cansancio emocional de ver la guerra rusa contra Ucrania desde la distancia. Entiendo cómo una sensación de impotencia puede engendrar decepción y cinismo.

Sin embargo, desde aquí, rumiar la idea de rendirse parece un lujo. Si el ejército ucraniano depone las armas, más personas podrían resultar heridas. Para nosotros, ese simple hecho nos impulsa a seguir adelante en esta guerra. Así que los ucranianos sienten que es su deber persuadir al mundo, y en particular a Estados Unidos y Europa, de que su apoyo no es en vano. Que salva vidas cada día.

El 2 de enero, Rusia lanzó sobre Kiev 35 drones kamikazes, unos 60 misiles de crucero y 10 misiles hipersónicos Kinzhal, que según Rusia son imposibles de derribar. Los sistemas de defensa antiaérea ucranianos lograron derribar la mayoría de los misiles y drones, principalmente con sistemas de defensa antimisiles tierra-aire Patriot, de fabricación estadounidense.

En el ataque, la caída de escombros dañó gravemente un edificio residencial cercano a la estación central de ferrocarril, matando a tres personas e hiriendo a 52. Sin estos sistemas de defensa, todo el barrio podría haber sido arrasado.

Al día siguiente de un ataque, eres más amable con todo el que te cruzas porque sabes que tu vecino, taxista, camarero o colega ha pasado la misma noche en vela. En esos días la norma es empezar cada conversación con: “¿Cómo estás?”. Y ayudar: el apartamento de un hombre discapacitado fue destruido el 2 de enero. Seguí un enlace para donar al fondo para conseguirle un nuevo lugar y vi que ya había recaudado más de su objetivo.

Fui a ver lo que quedaba de una casa casi destruida ese día, el edificio residencial más dañado de la capital en lo que va de guerra. Parecía una enorme herida en el cuerpo de la ciudad. Sus ventanas rotas ya estaban tapadas con madera contrachapada. En una tienda de campaña de voluntarios se servía té caliente y comida, y por todas partes había anuncios sobre cómo solicitar indemnizaciones.

El año pasado, Rusia empezó a atacar con más frecuencia en enero y febrero, cuando bajaban las temperaturas. Utilizó aviones no tripulados para atacar la red eléctrica, convirtiendo el frío en un arma contra la población civil. La gente tenía que utilizar generadores y los cortes de electricidad eran frecuentes. Este año, la red eléctrica es menos vulnerable y la gente ha necesitado menos generadores.

La semana pasada empezó con una sirena antiaérea. Putin está dejando sus planes brutalmente claros. Pero los ucranianos aún son capaces de convertir su ira en acción.

(C) The New York Times.-

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