A finales de 2019, los científicos empezaron a buscar a 10.000 estadounidenses dispuestos a inscribir a sus mascotas en un nuevo y ambicioso estudio sobre la salud y la longevidad de los perros. Los investigadores planeaban monitorear los perros a lo largo de su vida, para recolectar información detallada sobre sus cuerpos, estilos de vida y entornos domésticos. Con el tiempo, los científicos esperaban identificar los factores biológicos y ambientales que mantenían sanos a algunos perros en sus años dorados y descubrir información sobre el envejecimiento que pudiera ayudar tanto a perros como a humanos a llevar vidas más largas y sanas.
En la actualidad, el Proyecto de Envejecimiento Canino ha reclutado a 47.000 perros y los datos están empezando a llegar. Los científicos afirman que apenas es el inicio.
"Pensamos que el Proyecto de Envejecimiento Canino es para siempre, por lo que el reclutamiento es continuo", afirmó Daniel Promislow, biogerontólogo de la Universidad de Washington y codirector del proyecto. "Siempre habrá nuevas preguntas que hacer. Queremos que siempre participen perros de todas las edades".
Sin embargo, Promislow y sus colegas ahora enfrentan la posibilidad de que se pueda limitar la vida misma del proyecto. Alrededor del 90 por ciento del financiamiento del estudio proviene del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA, por su sigla en inglés), una parte de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés), que ha otorgado más de 28 millones de dólares desde 2018. No obstante, según los científicos, ese dinero se acabará en junio y parece poco probable que el instituto apruebe la solicitud reciente de los investigadores para la renovación del subsidio por cinco años.
"Nos han dicho de manera informal que la subvención no va a recibir financiamiento", afirmó Matt Kaeberlein, el otro director del proyecto y otrora investigador en biogerontología de la Universidad de Washington. (Kaeberlein es ahora el director ejecutivo de Optispan, una empresa de tecnología sanitaria).
Un vocero del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento dijo que los NIH no comentan sobre el proceso de toma de decisiones para las solicitudes de subsidios individuales.
El NIA todavía podría optar por otorgar más fondos al proyecto en algún momento, pero, si los investigadores no consiguen más dinero en los próximos meses, tendrán que poner en pausa o reducir el estudio.
"Es casi una emergencia", afirmó Stephanie Lederman, directora ejecutiva de la Federación Estadounidense para la Investigación del Envejecimiento, una organización sin fines de lucro. "Es uno de los proyectos más importantes en el campo en este momento".
Una petición para que los Institutos Nacionales de Salud sigan dando su apoyo ha conseguido más de 10.000 firmas, señaló Kaeberlein, quien organizó la iniciativa.
Sin embargo, los investigadores no cuentan con que la agencia llegue a su rescate y han aprendido cuán difícil es realizar estudios grandes y a largo plazo --los cuales podrían tardar muchos años en dar sus frutos-- cuando los subsidios suelen otorgarse para el corto plazo.
Así que los tres fundadores del proyecto --Promislow, Kaeberlein y Kate Creevy, veterinaria de la Universidad de Texas A&M-- ahora han creado el Instituto de Envejecimiento Canino, una organización sin fines de lucro para recaudar dinero para la investigación. Esperan utilizar la organización tanto para mantener vivo su propio estudio como para financiar a otros científicos interesados en explorar temas similares.
"Los datos llegan rápidos y furiosos", afirmó Promislow. "En todo caso, hemos tenido que reducir la velocidad debido a los problemas de financiamiento. Y es el peor momento posible para detener las cosas, porque ahora es cuando empieza lo emocionante de verdad".
El Proyecto de Envejecimiento Canino nació de dos observaciones. La primera, la gente daría casi cualquier cosa por pasar más años buenos con sus perros. La segunda, los compañeros caninos podrían ser modelos útiles para el envejecimiento humano. Los perros son propensos a muchos de los padecimientos relacionados con el envejecimiento que sufren las personas, como el cáncer y la demencia, y están expuestos a muchos de los mismos factores de estrés ambiental, como la contaminación del aire y el ruido. No obstante, como los perros envejecen más rápido, los estudios del envejecimiento canino pueden arrojar resultados en plazos más cortos.
En su solicitud para el subsidio de 2018, los investigadores estimaron que tardarían al menos tres meses en construir la infraestructura física, digital y humana para el estudio. El proceso terminó siendo de tres años. "No creo que nadie se diera cuenta de cuán difícil iba a ser", comentó Promislow. (La pandemia, la cual cerró o deterioró las clínicas veterinarias, no ayudó, agregó Promislow).
Sin embargo, el proyecto está en marcha. El equipo de investigación, el cual incluye a más de 100 personas de más de 20 instituciones, ha secuenciado los genomas de más de 7000 perros y ha depositado 14.000 muestras en el biobanco del proyecto. Los científicos han sumado más de 36,5 millones de puntos de datos a su base de datos de libre acceso y han empezado a publicar algunos de los primeros resultados. Por ejemplo, han descubierto que una enfermedad llamada disfunción cognitiva canina, también conocida como demencia perruna, es más común en perros sedentarios que activos y que los perros alimentados una vez al día son menos propensos a sufrir diversos problemas de salud que los que comen con más frecuencia. Hay más estudios en curso.
No obstante, cuando los investigadores solicitaron la renovación del subsidio por cinco años el año pasado, su solicitud no obtuvo la puntuación suficiente en la primera ronda arbitrada para pasar a la siguiente fase del proceso de financiamiento. "Los revisores preguntaban cuánto habíamos conseguido en cinco años", explicó Promislow. "Debido al tamaño del proyecto, creo que los revisores se preguntaban dónde están los artículos importantes".
Steven Austad, biogerontólogo de la Universidad de Alabama en Birmingham, quien no es parte del equipo de investigación, comentó que le sorprendió que existiera la posibilidad de que no se renovara la subvención a los investigadores. "La importancia de lo que publican y la profundidad de los detalles aumentarán con el tiempo, pero creo que tuvieron un comienzo muy bueno", opinó. "Un estudio grande como este en verdad merece una oportunidad para madurar".
El perro salchicha miniatura de Austad, Emmylou, está inscrito en el Proyecto de Envejecimiento Canino. No obstante, Austad señaló que, con 2 años, Emmylou "no va a enseñarles mucho sobre el envejecimiento sino hasta dentro de mucho tiempo".
Durante los últimos años, Shelley Carpenter, de Gulfport, Misisipi, les ha proporcionado actualizaciones periódicas e historiales médicos de Murfee, su corgi galés de Pembroke, a los investigadores. (Carpenter también recolectaba muestras de la mejilla para la secuenciación genómica). Carpenter, cuyo corgi anterior murió de una enfermedad neurodegenerativa similar a la ELA, esperaba que el proyecto aportara nuevos conocimientos médicos que pudieran ayudar tanto a los perros como a las personas.
Si los NIH suspenden el financiamiento, estarán "tirando a la basura" años de investigación, comentó Carpenter, quien firmó la petición. "¿Para qué la empezaron si no van a seguir adelante?".