(Science Times) ; (The New Old Age) - Este mes, mientras el paciente yacía anestesiado en una camilla, una cardióloga le hizo una incisión de 1,3 centímetros a través de la piel del pecho. Le quitó un pequeño monitor cardiaco implantado que ya tenía las pilas gastadas y le colocó uno nuevo. Al paciente, como a muchos hombres mayores, le habían diagnosticado una enfermedad cardiaca; el monitor proporcionaría datos continuos sobre la frecuencia y el ritmo cardiacos, con el fin de alertar a sus médicos de irregularidades. La incisión se cerró con cuatro puntos de sutura.
En unas horas, el paciente, un gorila llamado Winston, se reuniría con su familia en su hábitat del Safari Park del zoológico de San Diego. “Winston, a sus 51 años, es un gorila macho muy viejo”, explicó Matt Kinney, veterinario jefe de la Alianza para la Vida Salvaje del zoológico de San Diego, que dirigió al equipo médico durante la intervención.
Con la mejora de la atención sanitaria, las nuevas tecnologías y una mejor nutrición, “vemos que los animales viven más tiempo y, además, están más sanos durante más tiempo”, afirmó. Con “cuidados gestionados por el hombre” (el término “en cautividad” ya no se usa en los zoológicos), los gorilas pueden vivir dos décadas más de los 30 a 40 años que suelen durar en libertad y más que los gorilas de los zoológicos en décadas pasadas.
Sin embargo, como ocurre con sus parientes humanos, el envejecimiento también conlleva enfermedades crónicas que requieren pruebas, diagnóstico y tratamiento. Los gorilas son propensos a las cardiopatías, la principal causa de muerte tanto para ellos como para nosotros. Así que los cuidadores de Winston se plantean preguntas similares a las que se hacen los médicos y los pacientes humanos mayores: ¿cuánto tratamiento es demasiado? ¿Cuál es el equilibrio entre una vida prolongada y la calidad de vida?
Los cuidados geriátricos de los animales salvajes “son cada vez más sofisticados”, afirmó Paul Calle, veterinario jefe de la Wildlife Conservation Society, con sede en el zoológico del Bronx de Nueva York. “Los conocimientos médicos y quirúrgicos de las personas pueden aplicarse directamente”. Se parece más a los cuidados geriátricos humanos. Para mantener sanos a los gorilas, los veterinarios del zoológico no solo recurren a tecnologías y fármacos desarrollados para humanos, sino que consultan con especialistas médicos como cardiólogos, radiólogos, obstetras y dentistas.
Por ejemplo, Winston toma cuatro fármacos cardiacos comunes en las personas, aunque en dosis diferentes. (Pesa 205 kilogramos). El monitor cardiaco que recibió, más pequeño que una memoria USB, también se implanta en humanos. Winston recibió su vacuna anual contra la gripe este otoño y está recibiendo fisioterapia para la artritis.
“Queremos que estos animales se sientan cómodos más adelante”, aseguró Kinney. Eso no sale barato: había casi veinte médicos, técnicos y demás personal en el quirófano cuando Winston recibió su nuevo monitor. Pero la Alianza para la Vida Salvaje del zoológico de San Diego, organización matriz del zoológico y del parque safari, sufraga los cuidados de Winston con su presupuesto operativo anual. Donantes y socios compensan algunos gastos adicionales.
“Ninguno de nuestros animales tiene seguro y nunca pagan sus facturas”, señaló Kinney. Varios de las personas que han cuidado de Winston desde hace tiempo, llamados especialistas en el cuidado de animales salvajes, se han jubilado. Pero Winston, que ha alcanzado el estatus de lomo plateado con la edad, sigue trabajando, dirigiendo su “tropa” de cinco gorilas, manteniendo la paz e interviniendo en las riñas cuando es necesario.
“Es un lomo plateado muy amable, un padré increíblemente tolerante”, comentó Jim Haigwood, conservador de mamíferos del Safari Park del zoológico de San Diego. “A su hija menor aún le permite que le quite la comida de la boca”. El zoológico ha introducido en dos ocasiones hembras con hijos en la tropa, lo que en estado salvaje podría llevar al infanticidio. Pero los cuidadores de Winston creían que los aceptaría, y así fue.
“Crio a esos machos como si fueran sus propios hijos”, señaló Haigwood. (Sin embargo, una vez que se convirtieron en adolescentes revoltosos, los reubicó en su propio hábitat, una opción que los padres humanos podrían envidiar en ocasiones). Winston, un gorila occidental de llanura originario de África central, llegó al zoológico de San Diego en 1984. Gozó de buena salud hasta 2017, cuando sus cuidadores notaron “una ralentización general”, explicó Kinney, que organizó el primer ecocardiograma de Winston La prueba solo mostró “un par de cambios sutiles, nada alarmante”, dijo Kinney. Todo el mundo se sintió aliviado.
Envejecimiento normal.
Entonces, en 2021, toda la tropa contrajo el coronavirus, quizá transmitido por un humano. Como en los pacientes humanos, la edad importaba. “Winston fue el más gravemente afectado”, narró Kinney. “Tenía tos, un letargo bastante importante, falta de apetito”. Empezó a agarrarse a objetos al andar. Tras una infusión de anticuerpos monoclonales, Winston se recuperó. Ahora, toda la tropa ha sido vacunada y recibieron un refuerzo contra el virus. Pero mientras Winston recibía tratamiento, los veterinarios y los médicos realizaron otras pruebas que revelaron problemas de salud preocupantes. El corazón de Winston había empezado a bombear con menos eficacia, por lo que tuvieron que someterlo a un régimen diario de medicamentos para la tensión arterial y el corazón ocultos en su comida, y al monitor implantado. También toma ibuprofeno y paracetamol para la artritis de columna, caderas y hombros. Lo más preocupante fue una tomografía computarizada y una biopsia que mostraron que un tumor canceroso dañaba el riñón derecho de Winston. Esto suscitó el tipo de conversación sobre riesgos y beneficios que debería informar las decisiones sobre tratamientos invasivos para pacientes mayores, una conversación que a menudo se omite en el caso de los humanos.
Algunos aspectos del envejecimiento saludable pueden resultar más fáciles para los primates de zoológico que para las personas; sus cuidadores solo les ofrecen opciones saludables. “No fuman”, afirmó Marietta Danforth, directora del Proyecto Corazón del Gran Simio, una investigación del zoológico de Detroit. “No comen hamburguesas con queso”. Si los médicos, especialistas y cuidadores de Winston llegan a la conclusión, tras un amplio debate, de que una muerte indolora sería preferible a una vida disminuida, “es un proceso muy tranquilo”, señaló Kinney.
Tras una sobredosis de anestesia, dijo, “en cuestión de minutos se produce una parada cardiopulmonar”. Winston “ha tenido años de gran calidad”, dijo Kinney. El gorila también se ha convertido en un personaje mediático muy querido. San Diego llorará su pérdida, cuando sea y como sea. Por ahora, “queremos asegurarnos de que Winston lleve una buena vida, de que se sienta realizado”, concluyó Kinney. “Entendemos muy bien quién es Winston”.
*Paula Span ©The New York Times