La seguridad del presidente ruso Vladimir Putin parece no tener límites.
Animado por el fracaso de la contraofensiva ucraniana y el escaso apoyo occidental, Putin afirma que los objetivos bélicos de Rusia no han cambiado. Dirigiéndose a sus generales el martes, se jactó de que Ucrania estaba tan asediada que los soldados invasores rusos están haciendo “lo que queramos”.
“No renunciaremos a lo que es nuestro”, prometió. Y luego añadió con desdén: “Si quieren negociar, que negocien”.
Pero, en un reciente impulso de la diplomacia a través de canales indirectos, Putin ha estado enviando un mensaje diferente: está dispuesto a llegar a un acuerdo.
Al menos desde septiembre, Putin ha estado enviando señales a través de intermediarios de que está abierto a un alto al fuego que congele los combates en las líneas actuales, muy lejos de sus ambiciones de dominar Ucrania, según afirman dos ex altos cargos rusos próximos al Kremlin y funcionarios estadounidenses e internacionales que han recibido el mensaje de los enviados de Putin.
De hecho, Putin también puso a prueba la idea de un acuerdo de alto el fuego un año antes, en otoño de 2022, según funcionarios estadounidenses. Esa tímida insinuación, de la que no se había informado antes, se produjo después de que Ucrania derrotara al ejército ruso en el noreste del país. Putin indicó que estaba satisfecho con el territorio capturado por Rusia y listo para un armisticio, señalaron.
El reiterado interés del mandatario ruso por un alto al fuego es un ejemplo de cómo el oportunismo y la improvisación han definido su enfoque de la guerra a puerta cerrada. Decenas de entrevistas con rusos que lo conocen desde hace tiempo y con funcionarios internacionales que conocen el funcionamiento interno del Kremlin muestran a un líder que maniobra para reducir riesgos y mantener abiertas sus opciones en una guerra que ha durado más de lo que esperaba.
“Dicen: ‘Estamos dispuestos a negociar un alto el fuego’”, afirmó un alto funcionario internacional que se reunió con altos cargos rusos este otoño. “Quieren quedarse donde están en el campo de batalla”.
No hay indicios de que los dirigentes ucranianos, que han prometido recuperar todo su territorio, vayan a aceptar un acuerdo de este tipo. Algunos funcionarios estadounidenses dicen que podría ser un intento del Kremlin de despistar y que no refleja una voluntad genuina de Putin de llegar a un consenso.
En los últimos 16 meses, Putin se ha tragado múltiples humillaciones —retiradas vergonzosas, el motín de un caudillo cercano— antes de llegar a su actual estado de relajada confianza. Durante todo este tiempo, ha librado una guerra que ha matado o mutilado a cientos de miles de personas, al tiempo que mostraba contradicciones que se han convertido en el sello distintivo de su gobierno.
Mientras estaba obsesionado con la actuación de Rusia en el campo de batalla y con lo que él considera como su misión histórica de recuperar las “tierras rusas originales”, se ha mostrado deseoso de que la mayoría de los rusos sigan con su vida normal. Al tiempo que prepara a Rusia para años de guerra, intenta dejar claro que está dispuesto a ponerle fin.
“En realidad está dispuesto a detenerse en las posiciones actuales”, dijo uno de los ex altos funcionarios rusos a The New York Times, transmitiendo un mensaje que, según cree, el Kremlin estaba enviando con discreción. El exfuncionario añadió: “No está dispuesto a retroceder ni un metro”.
Putin, dijeron funcionarios y exfuncionarios, ve una confluencia de factores que crean un momento oportuno para un acuerdo: un campo de batalla que parece estancado, las secuelas de la decepcionante ofensiva de Ucrania, su debilitado apoyo en Occidente y, desde octubre, la distracción de la guerra entre Israel y Hamás. Los funcionarios hablaron bajo condición de anonimato, al igual que otras personas entrevistadas para este artículo, debido a la naturaleza delicada de las negociaciones.
Respondiendo a preguntas escritas tras rechazar una solicitud de entrevista, el portavoz de Putin, Dmitry Peskov, dijo en un mensaje de voz que “сonceptualmente, estas tesis que usted presentó son incorrectas”. Cuando le preguntaron si Rusia estaba preparada para un alto el fuego en las actuales líneas de batalla, señaló los recientes comentarios del presidente; Putin dijo este mes que los objetivos bélicos de Rusia no habían cambiado.
Ucrania ha estado recabando apoyos para su propia fórmula de paz, que exige a Moscú la entrega de todo el territorio ucraniano capturado, y el pago de daños y perjuicios. El presidente Volodímir Zelenski declaró el martes que no veía señales de que Rusia quisiera negociar.
“Solo vemos una descarada voluntad de matar”, afirmó.
Putin exploró por primera vez las conversaciones de paz durante las primeras semanas de la guerra, pero se vinieron abajo después de que las atrocidades de Rusia en Ucrania salieran a la luz. Luego, en el otoño de 2022, tras la vergonzosa retirada de Rusia del noreste de Ucrania, Putin volvió a enviar mensajes a Ucrania y Occidente de que estaría abierto a un acuerdo para congelar los combates, según funcionarios estadounidenses.
Algunos de los partidarios de Ucrania, como el general Mark Milley, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, animaron a Ucrania a negociar porque había conseguido todo lo que razonablemente podía esperar en el campo de batalla. Pero otros altos funcionarios estadounidenses creían que era demasiado pronto para entablar conversaciones. Y Zelenski prometió seguir luchando hasta que todo el país se hubiera liberado de las garras de Rusia.
En junio, cuando Ucrania lanzó su esperada contraofensiva, Putin se mostró tenso y ansioso por recibir información actualizada sobre el campo de batalla, según explicaron personas cercanas al Kremlin. En público, Putin se convirtió en comentarista en vivo de la lucha, deseoso de reivindicar éxitos graduales.
“El enemigo está tratando de atacar”, dijo Putin el 16 de junio en el escenario de su Foro Económico Internacional de San Petersburgo, describiendo una batalla que está ocurriendo “ahora mismo”. “Creo que las fuerzas armadas de Ucrania no tienen ninguna posibilidad”.
Ese mismo día, una delegación de líderes africanos llegó a Kiev, la capital de Ucrania, con la esperanza de mediar por la paz. En un momento dado, funcionarios ucranianos los metieron a toda prisa en un refugio, advirtiéndoles de un ataque. Al día siguiente, en San Petersburgo, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, preguntó a Putin si realmente había bombardeado la capital ucraniana mientras los líderes africanos estaban allí.
“Sí, lo hice”, respondió Putin, según dos personas cercanas a Ramaphosa, “pero me aseguré de que fuera muy lejos de donde estaban ustedes”.
Una semana después, el caudillo mercenario Yevgeny Prigozhin lanzó su fallido motín.
A finales de verano, los acontecimientos se decantaron a favor de Putin. La muerte de Prigozhin en un accidente aéreo, considerada en general como obra del Kremlin, eliminó a su enemigo interno más peligroso. En el campo de batalla, Rusia ya parecía haber logrado repeler la contraofensiva ucraniana.
Un sábado de octubre, Putin celebró su cumpleaños 71 con los líderes de Uzbekistán y Kazajistán, dos países de Asia Central que han intentado adoptar una postura neutral en la guerra. Cuando llegaron a su residencia en los suburbios de Moscú, Putin se puso al volante de una nueva limusina de fabricación rusa, mostrando una de las formas en que, según el Kremlin, Rusia se está volviendo más autosuficiente.
Una vez en el interior, los tres dirigentes hablaron de un plan para vender gas ruso a Uzbekistán. Una persona presente recordó la serena confianza y el relajado lenguaje corporal de Putin.
“No parece un hombre que esté librando una guerra”, dijo la persona.
Solo después de un almuerzo de cumpleaños se dieron cuenta de la importancia de los acontecimientos en otros lugares. Era el 7 de octubre.
El atentado terrorista perpetrado ese día por Hamás, y la feroz respuesta militar de Israel, resultaron ser una bendición propagandística para Rusia, pues se desvió la atención de Ucrania y permitió a Putin alinearse con gran parte del mundo en la condena del bombardeo de la Franja de Gaza y del apoyo estadounidense a Israel.
“Ve que la atención de Occidente se está desviando”, declaró Balazs Orban, asesor del primer ministro Viktor Orban, que participó en la reunión del líder húngaro con Putin en octubre.
Desde al menos septiembre, los funcionarios occidentales han vuelto a captar señales de que Putin está interesado en un alto el fuego.
Las señales llegan por múltiples canales, incluso a través de gobiernos extranjeros vinculados tanto a Estados Unidos como a Rusia. Emisarios rusos no oficiales han hablado con interlocutores sobre los contornos de un posible acuerdo que Putin aceptaría, dijeron funcionarios estadounidenses y de otros países.
“Putin y el ejército ruso no quieren estirar más su capacidad”, dijo el funcionario internacional que se reunió con altos funcionarios rusos este otoño.
Putin también ha hecho vagos comentarios públicos sobre su disposición a negociar.
Muchos en Occidente se muestran escépticos ante un alto el fuego porque dicen que Putin se rearmaría para un futuro asalto. El presidente Edgars Rinkevics de Letonia argumentó en una entrevista que Putin estaba comprometido con la guerra porque sueña con “restablecer el imperio”.
“Nunca han cumplido ningún acuerdo”, dijo Rinkevics sobre los rusos, “y los han violado de inmediato cuando lo han considerado conveniente”.
(c) The New York Times