No hace mucho tiempo, Akira Armstrong recibió una invitación para aparecer en una nueva competencia de baile para un programa de telerrealidad. Estaba muy emocionada.
Como fundadora y directora ejecutiva de Pretty Big Movement, una compañía con sede en la ciudad de Nueva York para bailarines de tallas grandes, Armstrong alzó la voz para fomentar la diversidad corporal en la danza. Ahora, una plataforma mediática importante reconocía que los cuerpos de mayor tamaño tenían un lugar en esta forma de arte.
Entonces, Armstrong visitó el departamento de vestuario del programa. Al respecto, comentó: "No había nada de mi talla. Y saben que contrataron a una coreógrafa de talla grande. Les di mi talla con antelación. Ellos me seleccionaron."
Incluso aquellas personas que no pertenecen al mundo de la danza están familiarizadas con el estereotipo de la bailarina espiritifláutica. A través de las últimas décadas, muchas compañías, organizaciones y equipos de selección de reparto han buscado de manera consistente artistas con cuerpos extremadamente delgados, por razones estéticas y artísticas.
La tendencia a usar bailarines cada vez más delgados ha generado preocupaciones sobre la equidad y la salud. Además de limitar las oportunidades para los artistas de tallas más grandes, las presiones relacionadas con el tamaño pueden afectar el bienestar de quienes practican el baile. Varios estudios han demostrado que los bailarines tienen tres veces más probabilidades que quienes no lo son de desarrollar trastornos alimentarios.
Pero cuando los cuerpos son arte, ¿qué se considera como discriminación corporal?
Esa pregunta puede ser espinosa en un contexto legal y los bailarines han llevado casos de discriminación a los tribunales en repetidas ocasiones. El mes pasado, dos exbailarines del Ballet de Richmond presentaron demandas al alegar que la compañía, con sede en Virginia, les había exigido que mantuvieran un "peso peligrosamente insano". Una demanda reciente de alto perfil hecha por un grupo de exbailarines de Lizzo exhibe que incluso en los entornos aparentemente inclusivos con el cuerpo puede haber críticas del cuerpo.
El 26 de noviembre, una ley que prohíbe la discriminación basada en el peso o la estatura entró en vigor en la ciudad de Nueva York. En teoría, será una herramienta jurídica útil para todas las personas que buscan un empleo. Sin embargo, en la práctica, es probable que tenga consecuencias más simbólicas que funcionales para los bailarines.
Shaun Abreu, miembro del Concejo Municipal de Nueva York que respaldó el proyecto de ley, afirmó que sus objetivos son simples: "Como esto aplica a los bailarines, la pregunta básica es: ¿puedes bailar? Y si la respuesta es sí, sin importar tu talla, deberías tener una oportunidad justa de convertirte en bailarina".
Muchas personas culpan a George Balanchine, el coreógrafo fundador del Ballet de la Ciudad de Nueva York, por el perdurable culto a la delgadez del ballet. Para él, escribe Jennifer Homans en "Mr. B: George Balanchine's 20th Century", "la grasa o demasiada carne era un obstáculo. Estorbaba para ver".
En los ámbitos comerciales de Broadway y la industria del entretenimiento, el tema encaja con la gordofobia más generalizada. Los musicales y las películas tienden a presentar cuerpos imposiblemente delgados y tonificados; en especial, si esos cuerpos están en movimiento. El ideal de uniformidad estética, como en la famosa línea de piernas alzadas de las Rockettes del Radio City Music Hall, también se ha utilizado para justificar los requisitos de estatura y peso.
Así como la cultura de la dieta convencional ha sido rebautizada como bienestar, el baile ha desarrollado su propia léxico de camuflaje. Ese lenguaje tiende a enfatizar el cuidado personal y el acondicionamiento atlético.
Kathryn Morgan, una exsolista del Ballet de la Ciudad de Nueva York y del de la ciudad de Miami, relató: "Lo he oído decir de todas las formas posibles: 'No estás en forma', 'Estamos preocupados por tu salud', 'No te enorgulleces de tu cuerpo', 'Necesito que mejores tus líneas'. Son tantas pequeñas palabras en clave, pero todo el mundo lo sabe: están hablando del peso".
La ley incluye una exención para cuando la estatura o el peso puedan interferir con los requisitos esenciales de un empleo. Sin embargo, ¿cuáles son los "requisitos esenciales" en el mundo tan subjetivo de la danza?
Los argumentos de que las bailarines deben ser más pequeñas debido a las exigencias físicas del arte son persistentes, aunque a menudo falsos. Morgan expresó: "Se oyen cosas como: 'Las bailarines de ballet tienen que ser delgadas así como los jugadores de baloncesto tienen que ser altos, por mera física'". Añadió que esa forma de pensar ignora las muchas otras variables en juego. Por ejemplo, a veces puede ser más fácil encontrarle pareja para bailar a un bailarín o bailarina más grande, fuerte y con un buen centro (la capacidad de sostener y equilibrar su propio cuerpo).
Los casos de discriminación en general son difíciles de argumentar ante los tribunales. Khiara Bridges, profesora de Derecho en la Universidad de California, Berkeley, y exbailarina profesional, señaló: "Se necesita una prueba irrefutable". La variedad de juicios estéticos involucrados en los criterios de selección y contratación de danza puede hacer que sean especialmente difíciles de analizar.
Bridges precisó: "Si el bailarín alega: 'No me contratas porque soy demasiado grande', es difícil no imaginar a un director artístico que responda: 'No, es porque tu técnica no es lo suficientemente sólida' o 'No, es porque no me gustó la forma en que abordaste al personaje'".
Míchigan y el estado de Washington, así como San Francisco y Washington D. C. han aprobado leyes que prohíben la discriminación por tamaño en los últimos años, aunque no han sido seguidas por ninguna ola de reformas en el ámbito profesional del baile. Aun así, Bridges cree que el creciente impulso legal (Nueva Jersey y Massachusetts están considerando medidas similares) al menos está estimulando conversaciones significativas en la comunidad danzística.
Y el verdadero cambio parece que ya está en marcha.
El Ballet de la Ciudad de Nueva York enfrentó acusaciones de críticas del cuerpo el año pasado, pero ha reconsiderado cómo aborda las preguntas sobre el peso bajo el liderazgo artístico de Jonathan Stafford y Wendy Whelan, cuya gestión comenzó en 2019. Los protocolos ahora promueven la sensibilidad y la confidencialidad durante las conversaciones sobre temas corporales.
Ryan Donovan, un profesor asistente de Estudios Teatrales en la Universidad de Duke y autor de "Broadway Bodies: A Critical History of Conformity", también se siente alentado por los avances en los teatros de Broadway. Donovan manifestó: "Si vas a una obra de Broadway en la actualidad, es más probable que veas un conjunto diverso de cuerpos (cuerpos que coinciden con los varios tipos de cuerpos del público)". Las Rockettes, que declinaron hacer comentarios, el año pasado relajaron ligeramente los requisitos de estatura para sus bailarinas.
Los espacios educativos, donde la mayoría de los bailarines encuentran por primera vez estándares corporales opresivos, también están evolucionando y algunas escuelas de danza ahora emplean personal de bienestar. La compañía de Armstrong, Pretty Big Movement, imparte talleres de capacitación con regularidad en la Escuela Ailey y en otros lugares, lo que crea espacios acogedores para bailarines de cualquier tamaño.
Morgan cree que un mayor enfoque en la salud mental será clave para combatir los ideales corporales que, según ella, persistirán incluso si las presiones externas desaparecen. Morgan concluyó: "Estaba bailando a mi mejor nivel y sintiéndome lo mejor que podía, no en mi peso más bajo, sino cuando estaba en el mejor lugar mentalmente... cuando estaba feliz".
Madz Alexander y otras integrantes de Pretty Big Movement, una compañía de bailarinas de tallas grandes, en un estudio de Nueva York, el 18 de noviembre de 2023. (Jackie Molloy/The New York Times)
Integrantes de Pretty Big Movement, una compañía de bailarinas de tallas grandes, en un estudio de Nueva York, el 18 de noviembre de 2023. (Jackie Molloy/The New York Times)