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El nuevo presidente ha criticado al gobierno de su país durante años. En su primera semana al frente, ha comenzado a reducirlo.
Javier Milei ganó la presidencia de Argentina el mes pasado utilizando una motosierra en sus mítines de campaña para simbolizar los recortes que tenía planeados para el gobierno de la nación.
El martes, dos días después de asumir el cargo, el autoproclamado "anarcocapitalista" dio a conocer profundos recortes en el gasto y una fuerte devaluación de la moneda argentina, sumiendo al golpeado país de 46 millones de habitantes en una etapa de austeridad que, según dijo, traería aún más penurias económicas.
El gobierno de Milei anunció que detendrá nuevos proyectos de infraestructura; despedirá a empleados públicos recién contratados; reducirá subsidios en energía y transporte para los habitantes; disminuirá los pagos a las 23 provincias argentinas; y reducirá a la mitad el número de ministerios federales, de 18 a nueve.
También dijo que devaluaría oficialmente el peso argentino: 1 dólar ahora costará 800 pesos, en lugar de 350, acercando la tasa de cambio gubernamental mucho más al valor de mercado del peso. Es probable que esto genere aún mayores incrementos en los precios en Argentina, que ya sufre una inflación del 140 por ciento.
Milei y muchos economistas han dicho que estas reformas severas son necesarias después de años de gasto público excesivo, pero que llevarían a una mayor dificultad en una nación sumida en una de sus peores crisis económicas, con una moneda colapsada y crecientes tasas de pobreza y hambre.
El paquete de medidas "va a aumentar la inflación, va a hacer caer los ingresos, va a hacer caer la actividad y el empleo y va a aumentar la pobreza", dijo Martín Rapetti, economista de la Universidad de Buenos Aires.
"La pregunta es: ¿cuál es la tolerancia de la sociedad frente a este ajuste?", agregó. "La gente lo va a pagar".
Milei, de 53 años, se hizo conocido entre los argentinos como un economista conservador y comentarista televisivo, que criticaba a los gobiernos e impulsaba un tipo de libertarianismo al que él llamaba anarcocapitalismo y que básicamente dice que la sociedad sería mejor si no hubiera Estado.
Así que muchos argentinos se sorprendieron cuando Milei, cuya campaña presidencial se consideraba poco más que un espectáculo, ganó las elecciones por abrumadora mayoría.
Su estilo combativo e inclinación hacia las teorías de conspiración le han valido comparaciones con Donald Trump, las cuales ha recibido con beneplácito. Por ejemplo, ha calificado el cambio climático como una trama socialista y ha minimizado las atrocidades de la sangrienta dictadura militar argentina de las décadas de 1970 y 1980. Pero muchos votantes pasaron por alto estas políticas de extrema derecha y optaron por Milei por su promesa de un alejamiento marcado de las fallidas políticas económicas del pasado.
Centró su campaña en promesas de eliminar el banco central de Argentina y reemplazar el peso por el dólar estadounidense. Sin embargo, desde que ganó las elecciones, ha señalado que tal cambio tendría que esperar hasta que pudiera estabilizar la economía. Eso, según él mismo advierte, tendrá que hacerse con grandes recortes.
"Sabemos que en el corto plazo la situación empeorará, pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo", dijo en su discurso inaugural el domingo, ante cánticos de "Motosierra" de sus seguidores. "Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina", concluyó.
El martes, le pidió a su nuevo ministro de Economía, Luis Caputo, que ofreciera los difíciles detalles en un discurso grabado de 18 minutos. "Vamos a estar durante unos meses peor que antes, particularmente en términos de inflación", dijo.
Caputo, quien fue banquero de Wall Street, argumentó que las medidas drásticas eran necesarias porque Milei había recibido "la peor herencia de nuestra historia" y agregó que en Argentina "siempre hemos sido adictos al déficit".
Durante décadas, el país ha sido un símbolo de disfunción económica, con episodios de inflación severa, incumplimientos de deudas, corridas bancarias, fluctuaciones monetarias y la posterior inestabilidad política que a menudo ocurría.
Estos problemas acumulativos han sido causados en gran medida por una severa mala gestión económica por parte de gobiernos tanto de izquierda como de derecha. La última crisis económica tiene sus orígenes en las políticas de la expresidenta de izquierda Cristina Fernández de Kirchner, que financió grandes programas sociales y subsidios económicos en parte dilapidando reservas y simplemente imprimiendo más pesos.
Los argentinos eligieron a un presidente conservador, Mauricio Macri, en 2015 para intentar revertir ese gasto público, pero su intento de cambios profundos fracasó ante las masivas protestas de sindicatos y personas pobres, que dependen de la asistencia del Estado. En cambio, el mayor legado del mandato de Macri fue contraer el préstamo más grande de la historia del Fondo Monetario Internacional, que a la postre asciende a 44.000 millones de dólares, cantidad que Argentina ahora tiene dificultades para pagar.
El FMI celebró las medidas de Milei el martes, diciendo que su aplicación "contribuirá a estabilizar la economía y a sentar las bases de un crecimiento más sostenible y liderado por el sector privado".
Alejandro Werner, un exfuncionario del FMI que ayudó a negociar el préstamo de Argentina, comentó que Macri fracasó al tratar de vender las medidas de austeridad como algo indoloro. El gobierno de Milei "no está endulzando nada", dijo Werner, quien ha escrito un libro sobre las luchas económicas de Argentina.
Afirmó que las reformas tienen sentido económico, pero enfrentan importantes desafíos políticos. Milei probablemente esté induciendo una recesión, dijo Werner, o que probablemente pondrá a la opinión pública y a los políticos en su contra.
En un intento por amortiguar el golpe para algunos, el gobierno de Milei dijo que, para las familias más pobres del país, los pagos de apoyo se duplicarían a 50 dólares mensuales y los subsidios de alimentos aumentarían en un 50 por ciento, hasta un máximo de 85 dólares al mes.
El gobierno afirma que las necesidades básicas de una familia argentina promedio, incluyendo alimentos, transporte y ropa, ascienden a 430 dólares mensuales. Más del 40 por ciento de los hogares argentinos ganan menos que eso, lo que los ubica por debajo de la línea de pobreza, según las estadísticas gubernamentales.
El martes, el gobierno dejó muchos detalles sin aclarar, como cuántos empleos estatales se eliminarían y cuánto aumentarían los costos de energía y transporte.
El gobierno dijo que despediría a los trabajadores públicos contratados en el último año. También afirmó que no iniciaría nuevos proyectos de infraestructura y cancelaría los planificados que aún no habían comenzado. Argentina empleó a más de 450.000 personas en proyectos de infraestructura pública este año.
Los subsidios han hecho que la energía y el transporte sean muy económicos para los argentinos. Las tarifas de autobús y tren en Buenos Aires son actualmente de 9 centavos de dólar, por ejemplo. Si se eliminan los subsidios, según el gobierno, el autobús costaría 88 centavos de dólar y el tren 1,38 dólares. Esas tarifas aún se considerarían bajas en países más ricos, pero con la nueva tasa de cambio del gobierno, el argentino promedio gana solo 6300 dólares al año.
Jack Nicas es el jefe de la corresponsalía del Times en Brasil y está afincado en Río de Janeiro, donde lleva a cabo gran parte de la cobertura del diario en Sudamérica. Más de Jack Nicas