La música en vivo regresó de manera provisional en 2021 tras el confinamiento de la pandemia de COVID. Más artistas volvieron a la carretera en 2022, aunque siguieron teniendo problemas relacionados con la pandemia. Pero 2023 ha sido un éxito de taquilla para la música en vivo: Taylor Swift y Beyoncé dieron la vuelta al mundo con espectáculos que acapararon titulares y no fueron la única noticia. Bruce Springsteen, Metallica, Drake, Travis Scott, Ed Sheeran, Morgan Wallen, Maluma y Madonna llenaron arenas y estadios.
Sin embargo, la compra de entradas para conciertos se ha convertido en una tarea cada vez más compleja y cara, pues los costos siguen aumentando y empresas como Ticketmaster y SeatGeek luchan contra los bots y los revendedores. Los aficionados que esperaban asistir a las giras más importantes del año se enfrentaron a un laberinto de registros de preventa, salas de espera digitales y filas de horas. Los afortunados que lograban pasar por caja se encontraban con elevados precios de las entradas --algunos debido a los confusos "precios dinámicos"-- y tasas adicionales.
Pero los oyentes que permanecían en casa no quedaban totalmente al margen: los iPhones, Instagram y TikTok han abierto la puerta a intermediarios que tienden puentes entre el concierto y los admiradores que no tienen el dinero, los contactos o la suerte de pasar por la puerta.
Aunque en 2020 muchos artistas recurrieron a la retransmisión profesional en directo a través de canales oficiales para hacer llegar los conciertos a los fanes atrapados en sus casas, el formato se abandonó en gran medida cuando volvieron los conciertos presenciales. Tres años después, ha surgido un tipo diferente de "livestreamer": camarógrafos aficionados que aparecen con teléfonos pegados a la cabeza y baterías de repuesto preparadas, deseosos de ayudar a cientos --o cientos de miles-- a ver el concierto desde casa.
La creciente sofisticación de las cámaras de los teléfonos, la popularidad de las plataformas con capacidad para retransmitir en directo y el difícil proceso de conseguir entradas para los grandes espectáculos prácticamente han codificado las retransmisiones en directo como una extensión de la experiencia musical actual. "Con el aumento de precios y el fiasco de Ticketmaster, no podíamos conseguir entradas", comentó Kelly Epstein, una admiradora de Taylor Swift que ha asistido (virtualmente) a casi todos los fines de semana de la gira The Eras con sus dos hijas pequeñas. "Las retransmisiones en directo nos permiten sentir que vamos al espectáculo".
Antes de que fuera tecnológicamente factible compartir un concierto en directo, los comerciantes de cintas llevaban equipos a los conciertos en los que se permitía grabar, a menudo por parte de bandas de tocadas, como Grateful Dead y Phish, que veían las grabaciones que circulaban entre los superfanes como un medio inofensivo y no comercial de ampliar su alcance. Los comerciantes de cintas abordaban su afición con la seriedad de los archiveros profesionales: coleccionaban cientos de casetes, a menudo identificables por sus títulos y listas de canciones cuidadosamente escritos a mano, y salvaguardaban los recuerdos y la música durante generaciones.
¿Quién es hoy un "livestreamer"? Algunos pasan minutos casuales con sus teléfonos apuntando al espectáculo, dando a los espectadores que están en casa una idea que podría dejarlos más frustrados que satisfechos. Pero otros tratan cada vez más su papel con la seriedad de un corresponsal en directo. Presentamos a Matthew Serafin, un viajero global que atiende a una base de fanes rabiosos al tiempo que se convierte él mismo en un personaje; a Morgan Lee, una "streamer" espontánea que rescató un importante concierto de la oscuridad;, y a Tess Bohne, una recopiladora en casa dedicada a los swifties.
El guerrero de la carretera
Matthew Serafin tenía que volver a casa en un vuelo internacional, pero estaba demasiado animado para ir al aeropuerto.
La noche anterior, Serafin, de 28 años y originario de Chicago, había retransmitido en directo la apertura de la gira Renaissance World Tour de Beyoncé en Estocolmo. Serafin ya había retransmitido en directo una vez, una parte de un concierto de Adele en Las Vegas en 2022, en el que menos de una decena de personas se unieron a su transmisión. Esperaba obtener los mismos resultados en Estocolmo en mayo, pero vio con asombro cómo Lizzo, SZA y decenas de miles de espectadores se conectaban.
Beyoncé subiría al escenario por segunda vez en menos de doce horas. "Tuve que quedarme", recordó Serafín en una entrevista. Tuvo la suerte de conseguir una entrada para el espectáculo en Ticketmaster y reservó una de las pocas habitaciones de hotel que quedaban en una ciudad que vivía un auge de viajes relacionados con Beyoncé.
Serafin estaba enganchado. Enganchado a Beyoncé ("Mi reina para siempre", aseguró) y enganchado a ser el conducto entre la artista que más amaba y el resto del mundo. "Mi Instagram se inundó de mensajes de gente que me daba las gracias por compartir el espectáculo. Gente de Sudán, Kenia, Noruega, Perú... lugares a los que Beyoncé nunca ha ido de gira y quizá nunca irá", dijo.
Desde el concierto de Estocolmo, Serafin ha asistido a ocho conciertos de la gira Renaissance World Tour y a dos de la gira The Eras de Swift en cuatro países.
Y disfruta del reconocimiento que conlleva ser un "streamer" vital. "Voy a trabajar y no soy más que un tipo en caquis", afirmó Serafin. Pero en los conciertos de Beyoncé, es toda una estrella. "La gente me detiene. La gente me pide fotos. Es una locura".
A medida que ha crecido su audiencia en Instagram, también lo ha hecho su ambición de ir más allá de las megaestrellas. Recientemente, empezó a retransmitir espectáculos de artistas emergentes como Muna y Reneé Rapp. "Quiero presentar a gente que quizá no se conozca", explicó.
El salvador de una ocasión
Morgan Lee llevaba doce horas de pie bajo el sol abrasador del desierto para conseguir una visión casi perfecta de la actuación de Frank Ocean en Coachella como estrella principal del cartel de 2023, una actuación que empezaba a temer que ni siquiera se celebrara.
El artista llegaba con una hora de retraso y YouTube había cancelado la retransmisión en directo de la actuación, la única opción para los fanes que no podían permitirse las entradas del festival, que costaban 549 dólares (impuestos no incluidos). Cuando, por fin, Ocean subió al escenario, Lee, de 18 años y originaria de Carolina del Norte, sacó su teléfono. "Sabía que la gente querría ver esto", dijo.
Al final de la noche, cientos de miles de personas se habían unido a la retransmisión en directo de Lee; en su punto álgido, 125.000 personas estaban conectadas de manera simultánea. Su cuenta de Instagram pasó de 6000 a 60.000 seguidores, su nombre fue tendencia en Twitter y Lee fue coronada heroína por fanes de todo internet.
El momento viral le cambió la vida: en junio, aprovechó su nueva audiencia en las redes sociales para publicar su primer video musical y, semanas más tarde, la sacaron de la lista de espera del Clive Davis Institute of Recorded Music de la Universidad de Nueva York ("lo más parecido a ir a una escuela de estrellas del pop", afirmó).
Aunque no vuelva a retransmitir en directo, está contenta de haber podido ofrecer el espectáculo a sus fanes en casa. "No es un espectáculo accesible", dijo. "La transmisión en directo es lo siguiente mejor".
La directora casera
Tess Bohne, de 32 años, ha pasado los últimos meses ayudando a los swifties, una de las bases de fanes más voraces del mundo, a acceder cada noche a los conciertos de la gira The Eras que ella localiza, organiza y difunde entre sus seguidores.
A diferencia de Serafin y Lee, Bohne no graba los conciertos. Se ha ganado el título no oficial de "reina de las retransmisiones en directo" de la gira The Eras utilizando varios dispositivos para escanear las redes sociales y encontrar las mejores retransmisiones que se producen en cada momento.
Cuando el pasado noviembre inició la preventa de entradas para la gira, Bohne supo que era una de las afortunadas: consiguió dos entradas para la segunda noche de la gira The Eras en Glendale, Arizona. Tras ver el espectáculo en vivo, Bohne resolvió ofrecer "la gira The Eras a todo el mundo".
El resultado fue un centro de mando de transmisión en vivo hecho por ella misma instalado en el dormitorio de Bohne en Salt Lake City, equipado con una computadora, dos monitores, dos iPads y un anillo de luz. Desde entonces, Bohne, de 32 años, ha estado allí durante 39 conciertos de la gira The Eras (y contando), buscando la transmisión en directo de mayor calidad y retransmitiéndola desde su iPad a sus cientos de miles de seguidores de TikTok. En segundo plano, tiene preparadas de una a cuatro copias de seguridad por si se interrumpe la retransmisión.
"Para mí, hacer esas retransmisiones en directo ha sido como un acto de oposición al capitalismo", afirmó. "Es una forma de decir: nos arruinaron, pero no nos van a detener". Como madre que se queda en casa con tres niños pequeños, dice que la transmisión en directo también le ha dado "un propósito fuera de la maternidad".
Ver la transmisión de Bohne es vertiginoso. Los mensajes de texto y los emoticonos pasan zumbando mientras los fanes se comunican a través del chat, alimentándose de la energía de los demás como en los conciertos en vivo. "Es su forma de estar en el concierto con sus amigos", dijo Bohne.
Su transmisión es un acto de amor y trabajo (pone a disposición su cuenta de Venmo para recibir propinas). El trabajo no ha sido lucrativo, pero gana lo suficiente para cubrir sus gastos y, al menos por ahora, justificar las más de 200 horas dedicadas a retransmitir en directo la gira The Eras.
Mientras los aficionados luchan por comprar entradas cada vez más difíciles de conseguir (y cada vez más caras), los retransmisores en directo con teléfonos móviles y baterías ofrecen otra forma de ver el espectáculo. (Tara Booth/The New York Times)