(Science Times) Cuando mi mujer y yo llevamos a nuestro hijo de 7 años a escalar una formación rocosa de 274 metros cerca de nuestra casa en Colorado, nos pareció una buena idea en aquel momento.
El año anterior habíamos hecho una escalada de 183 metros y le había encantado. Esta, llamada la “Ruta Estándar”, subía por la elevación conocida como Third Flatiron de Boulder y era ligeramente más difícil: tenía la forma de un tobogán rocoso y empinado pegado a un “rascacielos”.
En efecto, le dijo a mi mujer la noche anterior, y otra vez esa mañana, que estaba demasiado asustado para hacerlo. A ella le preocupaba que lo presionáramos, pero yo insistí en que lo hiciéramos. Y el niño parecía confiado una vez que todos llegamos al pie de la ruta.
Por desgracia, no salió bien. El ángulo era demasiado pronunciado y tardamos casi dos horas más de lo previsto. Una nube de bichos en la cima era insoportable y el rapel de la parte posterior implicaba un incómodo lío de miembros y cuerdas que inmovilizaban a mi hijo contra la roca.
“Este es el peor día de mi vida”, gritó en un momento especialmente difícil.
No fue nuestro primer percance provocado por papá, y no creo que sea el último. Me educaron para creer que desafiar a un niño es algo bueno: mi padre siempre lo llamaba “forjar el carácter”.
Pero, ¿dónde está el límite entre quedar marcado de por vida y curtirse como para desarrollar resiliencia? Es una decisión que los padres sopesan cada día: cuándo mimarlos si se raspan la rodilla y cuándo darles una dosis de dureza a fin de que se hagan lo bastante fuertes para afrontar el camino que tienen por delante.
Para saber cómo o en qué me he equivocado, le pedí consejo a algunos expertos.
Qué es la resiliencia y cómo se inculca
La resiliencia es un término popular en la psicología moderna que, en pocas palabras, se refiere a la capacidad de recuperarse y seguir adelante tras acontecimientos adversos, fracasos o cambios.
“Ya no lo llamamos ‘carácter’”, comentó Jelena Kecmanovic, directora del Instituto de Terapia de Conducta de Arlington/DC. “Lo llamamos capacidad de tolerar la angustia, capacidad de tolerar la incertidumbre”.
Los estudios sugieren que la resiliencia infantil está asociada a rasgos como la empatía, la capacidad de afrontamiento y la resolución de problemas, aunque estas investigaciones suelen realizarse en niños que viven en circunstancias extremas y quizá no sean ciertos para todo el mundo. Aun así, muchos expertos empiezan a considerar que el fomento de la resiliencia es una forma eficaz de prevenir la ansiedad y la depresión juveniles.
“Creo que muchos niños son muy cautelosos -quizá demasiado- en la actualidad”, señaló Kathy Hirsh-Pasek, psicóloga del desarrollo de la Universidad de Temple, experta en juego y autora de “Convertirse en brillante: lo que nos dice la ciencia sobre la crianza de niños exitosos” (”Becoming Brilliant: What Science Tells Us About Raising Successful Children”). “Vivimos en una sociedad que nos dice de forma bastante sistemática que, si no lo hacemos bien, somos fracasados”.
Una solución, según los expertos, es fomentar la aceptación de riesgos y el fracaso, con algunos límites de seguridad física y emocional. Por ejemplo, es importante que los niños tengan una base afectuosa y de apoyo antes de salir y correr riesgos que desarrollen su resiliencia. Y deben saber que serán amados aunque fracasen.
Como encontrar el equilibrio
Los “retos” son desafiantes solo si son difíciles. Los psicólogos infantiles suelen hablar de la “zona de desarrollo próximo”, el área entre lo que un niño puede hacer sin ayuda y lo que no puede hacer, incluso con ayuda. Mi hijo puede aprender a lanzar una pelota de béisbol, pero quizá no una bola rápida con los dedos separados, aunque su entrenador sea Clayton Kershaw.
“Pon el listón donde él tenga que esforzarse para tomarlo, pero no más allá de su alcance”, explicó Ken Ginsburg, fundador del Centro para la Comunicación entre Padres y Adolescentes del Hospital Infantil de Filadelfia y autor del libro “Felicitaciones, tienes un adolescente” (”Congrats, You’re Having a Teen”). “Si pones el listón por encima de donde él puede alcanzarlo con cierto esfuerzo, se sentirá fracasado y, lo más importante, como si te hubiera fallado a ti”.
¿Cómo encontrar el listón? Ginsburg recomienda preguntarle a tu hijo: “¿Qué crees que esté bajo tu control? ¿De qué te sientes capaz conmigo a tu lado?”.
- Deja que sus intereses te guíen. La mejor manera de desarrollar la resiliencia es hacer algo que te motive, sin importar tu edad. Para los padres, eso significa escuchar atentos lo que entusiasma a su hijo en lugar de obligarlo a hacer lo que a ti te entusiasma.“Quizá tu aventura no sea la suya”, aclaró Ginsburg.
- No les proporciones una solución siempre. Muchos de nosotros recordamos haber odiado los primeros días de campamento de verano, acurrucados en una cabaña mohosa, con tantas ganas de volver a casa que queríamos llorar. Pero después de unos días de teñido de ropa y canotaje, Hirsh-Pasek afirma que se convirtió en una experiencia infantil entrañable. A veces los padres tienen que imponer la ley y obligar a los niños a salir de su zona de confort, añadió. ”Si no perseveras en algo que es un poco difícil, a veces nunca obtienes los beneficios”, dijo.
- Temerle a subir la montaña está bien. Temerle a la comunicación no está bien. Mi pequeña desventura con mi hijo tenía algunos elementos saludables, opinó Ginsburg: estar al aire libre, hacer que mi hijo amplíe sus capacidades más allá de lo que cree que puede hacer y celebrar sus logros. Pero una cosa lo hizo tomar una pausa.
“Lo que no me gustaría es que tu hijo no fuera capaz de expresar que eso es más de lo que puede hacer con comodidad”, advirtió. O que “tuviera que encajar en una caja de presunta masculinidad definida por su padre”.
Ahora que el calvario ha terminado, mi hijo está orgulloso de lo que hizo: todavía presume de ello y sonríe en el auto cuando llega a ver la montaña. Al final, no creo que cambie mucho mi estrategia como padre. Si mi hijo tiene una experiencia realmente enriquecedora por cada debacle, lo consideraré un éxito.
Pero es crucial que le demuestre (y le diga) que, haga lo que haga, no perderá mi amor y mi respeto. Y, a medida que crezca, tengo que asegurarme de que nuestras aventuras sean retos que él quiera conquistar tanto como yo. A mi hijo le encanta el agua, así que puede que la próxima vez intentemos pasar un buen día en kayak.
Muchos expertos empiezan a considerar que el fomento de la resiliencia es una forma eficaz de prevenir la ansiedad y la depresión juveniles, pero ¿dónde está la línea que separa quedar marcado de por vida de estar lo suficientemente incómodo como para fomentar la resiliencia?
*Este artículo apareció originalmente en The New York Times