(News Analysis)
Las principales plataformas de redes sociales, otrora aclamadas por su capacidad de documentar acontecimientos mundiales en tiempo real, enfrentan una crisis de autenticidad que, según sus detractores, es de su propia cosecha.
La guerra entre Israel y Hamás ha engendrado tanta información falsa o engañosa en línea --gran parte de manera intencional, pero no en su totalidad-- que ha opacado lo que realmente está sucediendo.
La gente, a su vez, está recurriendo a fuentes que reflejan sus opiniones, lo cual agudiza las divisiones sociales y políticas. Hay tantas afirmaciones falsas que algunas personas cuestionan las verdaderas. Y esto no solo ocurre en X, antes conocida como Twitter, que ha eliminado muchas de sus filtros de protección en los últimos meses. Los avances recientes en la inteligencia artificial --con programas que pueden producir cantidades casi ilimitadas de contenido-- ya están agravando esa cacofonía digital.
No obstante, la crisis de autenticidad va más allá de las redes sociales que han llegado a dominar el discurso público.
También se ha erosionado la confianza en los medios de comunicación tradicionales, ya que constantemente se les acusa de refractar intereses estatales, corporativos o políticos. Esto ha ayudado a propulsar una abundancia de sitios alternativos en línea. Muchos se apegan a un punto de vista particular, que comparten usuarios de internet y que impulsan algoritmos diseñados para recompensar el contenido impactante o sensible por encima de los matices o el equilibrio.
"Distorsionamos el ecosistema de la información", sentenció Nora Benavidez, abogada principal de Free Press, una organización de defensoría.
Hace no mucho tiempo, las redes sociales eran proclamadas como una herramienta poderosa para democratizar las noticias y la información.
En 2009, cuando un fraude electoral desató protestas masivas en Irán, los manifestantes usaron las redes sociales para romper con el dominio sobre la información que blandían los dirigentes autoritarios del país. Lograron publicar textos, fotografías y videos que desdecían las afirmaciones del gobierno. Hubo quienes la llamaron una revolución en Twitter.
Desde entonces, prácticamente todos los acontecimientos de gran relevancia --desde eventos deportivos hasta desastres naturales, ataques terroristas y guerras-- se han narrado en línea, documentados de manera visceral e instantánea, por medio de los dispositivos que miles de millones de personas cargan en sus manos.
La omnipresencia de las redes sociales en la mayoría de los países del mundo sigue desempeñando ese papel en muchos casos, por ejemplo, como fuente de evidencia para documentar los crímenes de guerra en Ucrania.
Sin embargo, tal como lo ha demostrado el conflicto en Israel, estas mismas herramientas cada vez hacen más para confundir que para clarificar.
En cualquier guerra, discernir entre la realidad y la ficción (o la propaganda) puede ser sumamente difícil. Los antagonistas buscan controlar el acceso a la información sobre lo que ocurre en el frente de batalla. Nadie puede tener más que un atisbo de una idea de lo que está pasando en cualquier momento dado. Pero ahora, videos falsos o engañosos se vuelven virales más rápido de lo que los verificadores de datos pueden desmentirlos o de lo que las plataformas pueden eliminarlos conforme a sus políticas empresariales.
A menudo, el problema reside en los detalles. Hamás asesinó a decenas de israelíes, incluidos niños, en un ataque en Kfar Aza, un kibutz cerca de Gaza. El informe no verificado del corresponsal de un canal de televisión francés que afirmaba que 40 bebés habían sido decapitados en el ataque se hizo viral en las redes sociales como si fuera un hecho comprobado. El informe sigue sin confirmarse. Incluso se filtró en una declaración del presidente Joe Biden en la que afirmó haber visto fotografías de ese suceso horrífico, lo cual instó a la Casa Blanca a atenuar un poco sus comentarios y puntualizar que la información provenía de reportajes periodísticos.
Hamás ha explotado las redes sociales con ingenio para promover su causa, tal como lo hicieron alguna vez Al Qaeda y el Estado Islámico. Utilizó la aplicación de Telegram, que en gran medida no tiene filtros, como canal para difundir imágenes explícitas de celebración por su incursión desde Gaza en redes sociales que han bloqueado a organizaciones terroristas.
Nuestras vidas digitalizadas se vuelven cada vez más parecidas a un campo de batalla por la información, en el que cada bando de cualquier conflicto compite para ofrecer su versión de los hechos. Se reciclan imágenes viejas para defender argumentos nuevos. Al mismo tiempo, imágenes reales se denuncian como falsas, incluso una fotografía sangrienta que Donald Trump Jr., el hijo del expresidente de Estados Unidos, compartió en X.
Los medios de comunicación confiables solían actuar como curadores, encargados de verificar la información y contextualizarla, y siguen haciéndolo. No obstante, hay quienes buscan poner en tela de juicio su integridad como guardas de la información, el más destacado entre ellos Elon Musk, el propietario de X.
El día después de que explotó el combate en Israel, Musk compartió una publicación en X en la que motivaba a sus seguidores a confiar en la plataforma más que en los medios de comunicación tradicionales, y recomendaba dos cuentas que se han hecho de mala fama por difundir aseveraciones falsas. (Musk borró la publicación más tarde, pero no antes de que fuera vista millones de veces).
X enfrenta críticas muy intensas, pero el contenido falso o engañoso ya infectó a casi todas las plataformas digitales. Esta semana, Thierry Breton, funcionario de la Comisión Europea que supervisa una nueva ley que rige las redes sociales, envió cartas que advertían a X, TikTok y Meta, propietaria de Facebook e Instagram, sobre la prevalencia del contenido falso y violento respecto del conflicto.
El jueves, los reguladores europeos tomaron el primer paso para abrir una investigación sobre X bajo esta nueva ley, y citaron la prevalencia del contenido publicado por extremistas, que incluía imágenes cruentas. La directora ejecutiva de X, Linda Yaccarino, quiso desviar la investigación al afirmar que la plataforma, de hecho, había eliminado "decenas de miles" de publicaciones.
Imran Ahmed, director del Centro para contrarrestar el odio digital, que enfrenta una demanda entablada por Musk debido a sus críticas contra la plataforma, declaró que la guerra se había convertido en un "punto de inflexión" para las redes sociales. El aluvión de información que se ha visto desde que comenzó la guerra reveló que las plataformas ya "no son un lugar tan relevante para obtener información" durante un acontecimiento importante.
"Las redes sociales no deberían ser una fuente confiable de información, punto", concluyó. "No puedes fiarte de lo que ves en las redes sociales".
Dos palestinos en el Hospital Al-Shifa en Gaza filmando el bombardeo de la ciudad, el 9 de octubre de 2023. (Samar Abu Elouf/The New York Times).