Un investigador climático pierde su empleo por negarse a volar

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Ir de la ciudad de Kiel, en el norte de Alemania, al Pacífico Sur es una odisea, pase lo que pase. En avión comercial, se necesitan dos días y varios vuelos de conexión.

Sin embargo, Gianluca Grimalda, un científico social italiano, optó por hacer el viaje mucho más largo cuando partió de Kiel a Papúa Nueva Guinea en un viaje de investigación a principios de este año.

Para recorrer los 22.592 kilómetros, tomó cinco trenes, nueve autobuses, dos transbordadores, dos taxis, un auto compartido, un convoy policial y, cuando no hubo más opciones, dos vuelos. Grimalda lo hizo así por consideración con el medio ambiente, queriendo generar el menor número posible de emisiones que calienten el planeta, aunque el viaje completo le llevó 35 días.

Pero dijo que su plan de volver a Kiel de la misma manera le costó el puesto.

El miércoles, Grimalda afirmó que lo despedían del Instituto de Economía Mundial de Kiel, un laboratorio de ideas alemán, tras negarse a tomar vuelos transcontinentales de regreso de Papúa Nueva Guinea.

"Mucha gente me ha preguntado si me arrepiento de no haber tomado un avión para volver", escribió Grimalda por correo electrónico. "Y mi respuesta es no".

"Tengo un compromiso moral con este tipo de viajes", comentó más tarde en una entrevista telefónica desde Papúa Nueva Guinea. "Estar en paz conmigo mismo sabiendo que he hecho lo absolutamente correcto".

Elisabeth Radke, portavoz del Instituto Kiel, aseguró que la organización no haría comentarios públicos sobre cuestiones de personal, pero que apoyaba en gran medida los viajes respetuosos con el clima y no tenía "ninguna reserva general sobre los viajes tardados". También dijo que el Instituto Kiel había apoyado antes los planes de viaje lento de Grimalda.

Sin embargo, el 27 de septiembre, Grimalda dijo que le habían comunicado que tenía hasta el 2 de octubre para regresar a Kiel, o sería despedido. Para él, volar de vuelta era inconcebible. Su investigación incluía los efectos del cambio climático en la población de Bougainville, Papúa Nueva Guinea, que forma parte de la cadena de las Islas Salomón, un archipiélago remoto y con afectaciones económicas que está siendo engullido por la subida de los océanos. Grimalda dijo que había prometido a los residentes locales que su viaje de regreso sería bajo en carbono.

"A los hombres blancos (como se nos conoce aquí) nos suele llamar 'giaman' (mentirosos, estafadores)", escribió en X, la red social antes conocida como Twitter, y añadió que no quería ser giaman.

Grimalda dijo que en 2010 se comprometió por primera vez a no volar siempre que fuera posible, y contó con el apoyo del Instituto Kiel, donde comenzó a trabajar en 2013.

Dijo que su relación con la organización se volvió tensa el año pasado, después de que se uniera a una protesta con Scientist Rebellion, un grupo de científicos comprometidos con el activismo climático, y pegara su mano al suelo de un museo de Volkswagen en Alemania. Grimalda señaló que sus supervisores en Kiel le advirtieron que acciones similares podrían suponer su despido. Al mes siguiente, participó en un breve bloqueo de un aeropuerto privado italiano durante sus vacaciones. Aunque ninguna de esas acciones condujo a su detención, sí atrajeron la atención de los medios de comunicación.

Tanto Grimalda como el Instituto Kiel coincidieron en que contaba con su apoyo cuando presentó su plan de viajar lentamente a Papúa Nueva Guinea en febrero.Sin embargo, Grimalda dijo que su trabajo de campo había durado siete semanas más de lo previsto, en parte debido a una erupción volcánica y a amenazas a la seguridad; relató que fue retenido como rehén por un grupo de bandidos armados con machetes. Tras enterarse de que el Instituto Kiel esperaba que regresara en avión, Grimalda hizo pública su advertencia en redes sociales. "No hay nada que tenga que hacer en Kiel que no pueda hacer mientras viajo", dijo. "Nada".

Grimalda dijo que viajar en avión de Alemania a Papúa Nueva Guinea crearía 5,3 toneladas de emisiones de dióxido de carbono por persona, casi doce veces más que los 420 kilogramos de dióxido de carbono que generaría un viaje lento.

Reconoció que un viaje en avión crearía solo una fracción del total de emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la aviación; los vuelos comerciales son responsables de alrededor del tres por ciento de las emisiones mundiales.

No obstante, Grimalda dijo que había investigaciones que demostraban que los climatólogos que se esforzaban por reducir su propia huella de carbono eran más persuasivos que los que no lo hacían. El jueves, Grimalda seguía en Bougainville, con planes de partir en un carguero y luego viajar en ferry, autobús y tren de vuelta a Kiel, donde apelará su despido.

"Comprendo que no todo el mundo tiene el privilegio de poder viajar 50 días", declaró. Pero esperaba inspirar a otros a hacer más por ayudar a la Tierra.

"Mucha gente me dice que estoy loco, que no voy a cambiar nada", comentó Grimalda. "Para mí es una locura seguir como un rebaño de ovejas hacia el precipicio sin intentar dar la voz de alarma".

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