A estas alturas, la historia de la tutela de Britney Spears y su posterior desmantelamiento es bien conocida: durante años, Spears estuvo atrapada en una situación legal en la que la mayor parte del dinero que ganaba iba a parar a su padre, que controlaba no solo sus finanzas, sino también cosas como sus medicinas, su cronograma de actuaciones y mucho más.
La historia de Spears motivó una revisión de las leyes de tutela, y eso puede haber ayudado a impulsar las recientes evaluaciones de las protecciones --o la falta de ellas-- que están disponibles para los niños influentes.
Al igual que sus homólogos adultos (y a menudo sus padres), estos influentes cantan, bailan, cocinan, actúan y recitan frases; trabajan con grandes marcas, como Walmart y Staples, y ganan dinero a través de publicaciones patrocinadas en sus cuentas de redes sociales.
Sin embargo, en casi todo Estados Unidos, estos trabajadores carecen de protección legal y de garantías de que alguna vez verán algo del dinero que han ganado.
Si esto tiene paralelismos con la tutela de Spears, sus fundamentos se remontan a casi un siglo atrás.
En 1938, un joven de 23 años llamado Jackie Coogan, que había protagonizado "El chico" de Charlie Chaplin cuando era pequeño, se enteró de que su madre y su padrastro se habían gastado los millones de dólares que había ganado como estrella infantil.
Demandó y ganó, y, en respuesta, California aprobó en 1939 un proyecto de ley, comúnmente conocido como la Ley Coogan, para proteger a los niños en papeles similares. En la actualidad, una versión revisada de la ley exige que el 15 por ciento de los ingresos de un artista infantil se destinen a un fondo fiduciario.
Algunos otros estados tienen sus propias versiones de la ley de California, pero, salvo una excepción, estas leyes no se extienden a los niños que se están haciendo famosos en Instagram, TikTok, YouTube o cualquiera de las otras principales plataformas de redes sociales.
"Están trabajando", afirmó Karen North, profesora de redes sociales digitales en la Escuela Annenberg de Comunicación y Periodismo de la Universidad del Sur de California, refiriéndose a los niños influentes. "Se les dice cómo actuar y qué decir y hacer para que sus padres les paguen y obtengan beneficios, pero no hay restricciones como las que habría para una película o un programa de televisión".
Aunque los niños influentes producen sus propios contenidos y no están controlados por sus padres, corren el riesgo de ser explotados por los adultos de su entorno. En las redes sociales más populares, los menores de 13 años no pueden gestionar sus propias cuentas, sino que los padres deben abrirlas y gestionarlas. Y en la mayoría de los estados los niños no pueden abrir una cuenta bancaria de manera independiente hasta los 17 años.
Ahora, los políticos están empezando a ponerse al día, motivados en parte por adolescentes con conciencia cívica que han visto cómo populares blogueras familiares como Machelle Hobson y Ruby Franke han sido desenmascaradas por abusar y explotar a sus hijos, la mayor parte del tiempo entre bastidores, pero a veces delante de las cámaras.
En agosto, Illinois aprobó una ley, la primera de este tipo en Estados Unidos, que obliga a los adultos que utilizan "la imagen, el nombre o la fotografía" de un menor en contenidos pagados en internet a destinar parte de las ganancias a un fondo fiduciario. David Koehler, senador estatal que presentó el proyecto de ley, se inspiró tras recibir una carta de Shreya Nallamothu, una estudiante de secundaria local, en la que le instaba a considerar la posibilidad de establecer protecciones legales para los niños influentes.
La cantidad que los padres deben reservar depende de cuánto aparezca el niño en el contenido. Por ejemplo, si el niño aparece en el cien por ciento de los videos de un influente, debe reservarse al menos la mitad de las ganancias. La ley, que entrará en vigor en julio, no obliga a los padres a informar al estado sobre las ganancias de sus hijos, pero da a los influentes infantiles el derecho a emprender acciones legales.
En el estado de Washington, Chris McCarty, un estudiante universitario de segundo año lleva desde 2021 trabajando con políticos locales para diseñar una ley que proteja a las estrellas infantiles de las redes sociales. La versión actual del proyecto de ley, presentada en enero, exige que los padres reserven el 15 por ciento de sus ingresos; también incluye una disposición según la cual una plataforma de internet tendría que tomar "todas las medidas razonables" para eliminar un video a petición de una estrella infantil mayor de edad si la plataforma pagó a los padres por ese contenido.
Sarah Adams, bloguera que critica la explotación infantil en las redes sociales, dijo que los niños estaban siendo "consumidos como contenido públicamente, a veces a diario, a través de diversas plataformas".
Ser influente se ha convertido en una aspiración para muchos jóvenes. Un estudio realizado por Harris Poll, un grupo de análisis de mercado, y LEGO reveló que los niños de 8 a 12 años están tres veces más interesados en ser yutuberos que en ser astronautas.
La cantidad de dinero que ganan los influentes varía mucho, pero los que tienen más éxito, como Anastasia Radzinskaya, la estrella de 9 años del canal de YouTube Like Nastya, pueden ganar millones de dólares. En videos compartidos con 108 millones de suscriptores, Anastasia pasa tiempo con sus padres y amigos y demuestra los riesgos de comer azúcar en exceso, así como los beneficios de lavarse las manos.
En la misma estratósfera se encuentra Ryan Kaji, de 12 años, que juega con juguetes, realiza experimentos científicos y hace manualidades en su canal de YouTube, Ryan's World. También tiene una línea de juguetes que vende en Target y Walmart.
Aunque esas ganancias inesperadas son poco frecuentes, en Instagram, un usuario con menos seguidores, conocido como nanoinfluente, puede conseguir cerca de 600 dólares por publicación, mientras que las grandes cuentas pueden ganar 10.000 o 20.000 dólares.
"Mucha gente ve estos canales y piensa que todo es diversión y juegos, pero hay estimaciones de que algunas de estas grandes cuentas son la única fuente de ingresos para la familia", señaló McCarty. "Es un complicado conflicto de intereses cuando tus padres también son tus jefes".
Hasta hace poco, muchos legisladores como Koehler no se daban cuenta de la magnitud del sector y de su potencial de explotación.
"Los viejos como yo no prestábamos atención hasta que alguien que tenía 15 años me lo planteó", aseguró Koehler.
Otra parte del problema es que las leyes deben equilibrar el derecho del Estado a proteger a los ciudadanos vulnerables con el derecho de los padres a criar a sus hijos como mejor les parezca, afirmó Stacey Steinberg, directora del Centro de la Infancia y la Familia de la Facultad de Derecho Levin de la Universidad de Florida.
"Muchas de nuestras leyes laborales tratan de modo diverso el empleo de un padre", explicó Steinberg. "Si yo tengo una granja y mi hijo trabaja en ella, puede hacerlo en condiciones mucho más peligrosas que si lo hace en tu granja". La cuestión para los tribunales, dijo, es esta: ¿dónde termina la vida familiar privada y dónde empieza el derecho del Estado a intervenir y proteger a los niños?
Algunos de los influentes más populares pueden amasar pequeñas fortunas antes de los 18 años, pero existen pocas protecciones legales para garantizar que sus ganancias sigan siendo suyas. (Stefhany Y. Lozano/The New York Times)