Cómo Beyoncé y Taylor Swift lograron un nuevo tipo de acuerdo con los cines

The New York Times: Edición Español

Guardar

Poco antes de que la película de concierto de Taylor Swift, “Taylor Swift: The Eras Tour”, superara los 100 millones de dólares en preventas globales de boletos la semana antepasada, la distribuidora, AMC Entertainment, anunció que había llegado a un acuerdo similar con Beyoncé para la gira Renaissance de la cantante. Ambos proyectos siguen el desarrollo de giras de conciertos que se han vuelto fenómenos culturales e impulsado récords de ventas. Además, se espera que las propias películas también se conviertan en éxitos.

Los acuerdos detrás de ellas también son inusuales. La mayoría de las películas de gran presupuesto son distribuidas por un estudio importante. Sin embargo, Swift más bien lo hizo sin un estudio, ella misma produjo la película del concierto y buscó distribución a través de AMC, una cadena exhibidora en lugar de un estudio cinematográfico. Los cines se quedarán con menos de la mitad de los ingresos de los boletos, mientras que se espera que Swift y AMC se repartan el resto. Los precios de los boletos para los adultos comenzarán en 19,89 dólares, un precio que es un guiño al título de uno de los álbumes de Swift y su año de nacimiento.

El acuerdo de Beyoncé para el estreno de su película de concierto en diciembre parece tener paralelo con el trato de Swift.

AMC Entertainment, que obtendrá grandes ganancias, quizá no habría firmado estos acuerdos de no ser por una modificación reciente a la ley antimonopolio.

The New York Times conversó con Makan Delrahim, el exjefe de la división antimonopolio del Departamento de Justicia de Estados Unidos que propuso esa modificación a la ley en 2018, sobre cómo el cambio facilitó los acuerdos de las películas de las estrellas del pop.

El acuerdo de Swift incluye algunos términos que hubieran sido improbables hace algunos años. En 1938, el Departamento de Justicia demandó a los que en ese entonces eran los cinco grandes estudios (MGM, Paramount, RKO, 20th Century Fox y Warner Brothers) por monopolizar la industria fílmica y obligar a los exhibidores a aceptar acuerdos poco favorables. En 1948, los estudios ingresaron a los “decretos de consentimiento de Paramount”, que limitaban su capacidad de poseer o controlar cines. Delrahim explicó que, con el paso del tiempo, estas reglas se convirtieron en el estándar de facto para la industria y Swift y Beyoncé tal vez no hubieran podido lograr los acuerdos que hicieron si los decretos todavía estuvieran en efecto.

Delrahim mencionó que él considera los decretos (que se crearon antes de la emisión en continuo, así como de la televisión abierta y por cable establecieran nuevos tipos de competencia para los cines) como una “forma equivocada de intervención gubernamental en los mercados libres” que “impide la innovación y las prácticas empresariales a favor del consumidor”. Tras un periodo de análisis público, solicitó a un juez federal que disolviera los decretos de consentimiento y la corte estuvo de acuerdo. Delrahim comentó que la expiración de ciertas partes de los decretos ha permitido innovaciones para alcanzar acuerdos sobre películas.

Swift pudo alcanzar un acuerdo con AMC para todos sus complejos y podría lograr tratos con otras cadenas de cines que cubrieran todos sus sucursales. Bajo los decretos de consentimiento de Paramount, la práctica estándar era negociar con los cines de manera individual en lugar de conceder una licencia a un bloque de cines en una sola operación. Sin embargo, debido a que la ley cambió, Swift no necesitó negociar con cines individuales. Solo tuvo que negociar con AMC. Delrahim opinó que el nuevo modo es “mucho más eficiente y permite prácticas innovadoras tales como el acuerdo de Taylor Swift con AMC”.

Otro cambio permitió fijar precios mínimos a los boletos. Antes, un estudio no podía poner el requisito a un cine de mantener los precios por encima de un límite particular. Delrahim afirmó: “Si los decretos hubieran estado en efecto, es probable que el precio específico que Swift puso como requisito para su película próxima a estrenarse, que refleja el año de su nacimiento, no habría sido permitido. Dada la demanda temprana, probablemente está por debajo del precio, pero es algo grandioso para el consumidor y para los admiradores de Swift”. Los boletos para la película de Beyoncé tendrán un precio de 22 dólares, también un precio mínimo que no hubiera sido tolerado en la época de los decretos.

No a todas las personas les agradan las nuevas normas para los acuerdos cinematográficos. Algunas han argumentado que la disolución de los decretos ha hecho las cosas más justas para los estudios grandes que compiten con quienes emiten en continuo mientras dejan que los productores independientes luchen para poder exhibir sus películas y que los exhibidores tengan problemas para llevar ciertas películas a sus cines. Los críticos han señalado que una alternativa más efectiva hubiera sido consagrar las restricciones en regulaciones actualizadas que aplicaran de manera general a todos los integrantes de la industria, incluyendo a los participantes relativamente nuevos como los servicios de emisión en continuo, en lugar de eliminar las normas. Sin embargo, como Swift diría y así ha cantado: “Hubiera, podría haber, debería haber”.

Guardar