Una teoría sobre el impulso maníaco de Elon Musk

Su historia es una de las más antiguas de nuestra civilización: un héroe que emerge de un lugar oscuro para salvar a un pueblo

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FOTO DE ARCHIVO: El fundador de SpaceX, Elon Musk, en una conferencia de prensa posterior al lanzamiento del cohete Falcon 9 de SpaceX desde el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida, el 2 de marzo de 2019 (Reuters)
FOTO DE ARCHIVO: El fundador de SpaceX, Elon Musk, en una conferencia de prensa posterior al lanzamiento del cohete Falcon 9 de SpaceX desde el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida, el 2 de marzo de 2019 (Reuters)

En su biografía de Alexander Hamilton, Ron Chernow escribe que Hamilton siempre tuvo que luchar contra la tristeza residual del hombre impulsivo”. Esa frase se me ha quedado grabada porque también me he dado cuenta de que puede haber algo triste en las personas extremadamente ambiciosas: como si se esforzaran furiosamente por llenar un hueco que les dejaron experiencias traumáticas durante la infancia, y nunca lo hubieran conseguido del todo.

Algunos historiadores y psicólogos se han maravillado de cómo muchas de las figuras más significativas de la historia perdieron a uno de sus padres a una edad temprana, bien por muerte o por abandono: desde George Washington y Thomas Jefferson hasta Bill Clinton y Barack Obama. Son lo que un psicólogo denominó “huérfanos eminentes”.

Es fácil incluir a Elon Musk en esa categoría. Tuvo una infancia miserable en Sudáfrica, marcada por los abusos verbales y físicos de un padre que le decía repetidamente que no valía nada, según la nueva biografía de Musk escrita por Walter Isaacson. No tenía amigos y vivía en un mundo en el que o cometías bullying o te hacían bullying. Un entorno así podría crear una sensación de inseguridad existencial, que podría inducir en algunos una vida de dudas sobre sí mismos o en otros una ambición maníaca por demostrar que los bastardos se equivocaban, por ganarse el amor, la importancia y la seguridad.

Pero el relato de Isaacson sugiere que éste no es el único, ni siquiera el principal, impulso de la ambición extrema de Musk. En medio de esa infancia sombría, Musk se sumergió en la ciencia ficción, los juegos de ordenador y los cómics, y en cierto sentido nunca los abandonó. En ese mundo, Musk parece haber sido atrapado por una historia con el mismo fervor que una persona religiosa es atrapada por un libro sagrado.

Creo que la mayoría de nosotros contamos una historia sobre nuestras vidas y luego vivimos dentro de esa historia. No puedes saber quién eres a menos que sepas contar una historia coherente sobre ti mismo. Sólo puedes saber qué hacer a continuación si sabes de qué historia formas parte. “El hombre es siempre un contador de historias”, observó el filósofo Jean-Paul Sartre. “Vive rodeado de sus historias y de las historias de los demás, ve todo lo que le ocurre a través de ellas, e intenta vivir su propia vida como si estuviera contando una historia”.

La historia que Musk llegó a habitar es una de las más antiguas de nuestra civilización: un héroe masculino de reputación incierta emerge de un lugar oscuro para salvar a un pueblo condenado mediante actos de audacia. Es la historia de Moisés, Jesús, Superman, los westerns de John Wayne, Luke Skywalker, Harry Potter y El Señor de los Anillos.

Mientras otros empresarios luchaban por desarrollar una visión del mundo, él desarrolló una visión cósmica”, escribe Isaacson. El concepto que Musk tiene de sí mismo es que está construyendo empresas para salvar a la humanidad, según Isaacson. SpaceX pretende convertir a los humanos en una especie multiplanetaria, para que podamos escapar a Marte si algo apocalíptico le ocurre a la Tierra. La misión de Tesla es llevar a la humanidad más allá de una economía de hidrocarburos, hacia un futuro sostenible. Su nueva empresa xAI está ahí para ayudar a evitar que la inteligencia artificial se apodere del mundo. Neuralink, que implanta tecnología en el cerebro de las personas, está ahí para ayudar a los ciegos a ver y a los paralíticos a caminar. No se puede ser más salvador.

En Silicon Valley, la gente no suele hablar con un aire tan superheroico, casi homérico”, dijo Peter Thiel a Isaacson.

A veces, la historia que Musk cuenta sobre sí mismo parece tan grandiosa que entra en el terreno del mito épico. Una persona tan consumida por un mito no busca tener un éxito convencional, sostiene Dennis Ford en su libro “The Search for Meaning”; lo que intenta es “ser fiel al patrón mítico”.

Esa persona no ve el mundo que vemos los demás, sino su propio mundo mítico, e intenta reclutar a la gente para su propia realidad. “No paraba de hablar de fabricar un cohete que pudiera ir a Marte”, le dijo a Isaacson uno de los amigos universitarios de Musk. “Por supuesto, no le presté mucha atención, porque pensé que estaba fantaseando”. Décadas después, en su segundo día de trabajo en SpaceX, un empleado asistió a una reunión del consejo de administración y se quedó boquiabierto: “Están sentados discutiendo seriamente planes para construir una ciudad en Marte y qué vestirá la gente allí, y todos actúan como si fuera una conversación totalmente normal”.

Una persona dentro de esta conciencia mítica puede distorsionar fácilmente la realidad, confabular y mentir. Una persona así puede tener la grandiosa sensación de que es indispensable para nuestra especie. La perenne mentalidad de crisis/urgencia de Musk, que le lleva a comportarse como un imbécil crapuloso con la gente que le rodea y le sirve de racionalización cuando lo hace, también encaja.

La gente que ha conocido a Musk a veces dice que es como si no fuera un ser humano completo, sino que parece un personaje interpretando un papel. Una de las fuentes de Isaacson dice: “Conserva un lado infantil, casi atrofiado”. Quizá se deba a que sigue habitando una historia de aventuras.

A veces en la vida la imaginación es tan importante como la inteligencia. El aparente apego de Musk al mito del héroe parece hacer de él una persona intrépida, pero también a menudo una especie de monstruo. La mente mítica es una mente egocéntrica que nunca puede considerar a los demás tan importantes como el propio héroe. De hecho, el almizcle del libro de Isaacson se encuentra en una serie de búsquedas épicas, y es lo suficientemente complejo como para ser simultáneamente héroe y villano.

* Este artículo se publicó en The New York Times.-

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