En una tarde del mes pasado, alrededor de media decena de hombres se reunieron para disfrutar de algunos tragos en el bar del penthouse de uno de los hoteles más ostentosos de Kiev, Ucrania, y discutir el lucrativo negocio de armar a las tropas ucranianas.
El grupo incluía a funcionarios gubernamentales y oficiales militares ucranianos, quienes siempre están en la búsqueda de proyectiles explosivos para usarlos contra los soldados rusos invasores. El centro de atención era su sociable anfitrión Marc Morales, un contratista de armas radicado en Florida, quien los deleitó con historias sobre su nuevo yate de 10 millones de dólares, llamado Trigger Happy, y su búsqueda para conseguir a alguien que administre el portafolio de nueve dígitos de su empresa.
Al grupo se unió un hombre corpulento y barbudo que servía tanto a compradores como a vendedores: Vladimir Koyfman, un sargento primero del ejército ucraniano a quien Morales le paga para agendar reuniones con sus contactos en el gobierno. Ese acuerdo inusual, según afirman los expertos legales, pone a prueba los límites de las leyes de corrupción de Estados Unidos y Ucrania, las cuales prohíben los pagos a funcionarios gubernamentales.
La reunión, descrita por dos personas que asistieron, ofreció un vistazo a un aspecto poco conocido de la estrategia de guerra del gobierno de Biden. La administración ha enviado a Ucrania más de 40 mil millones de dólares en ayuda de seguridad, incluidas armas avanzadas como cohetes HIMARS y misiles Patriot. Pero el Pentágono también necesita a comerciantes de armas poco conocidos como Morales, quienes tienen las conexiones necesarias para conseguir municiones, muchas de ellas de menor calidad o de calibre soviético, de diferentes partes del mundo.
Operan en un comercio de armas muy secreto y exclusivo, una industria que se volvió aún más opaca cuando Ucrania derogó años de reglas anticorrupción. Los comerciantes de armas corrieron al país, respaldados por miles de millones en ayuda extranjera.
Morales es uno de los proveedores más importantes de Ucrania. El Pentágono le ha otorgado a su empresa alrededor de mil millones de dólares en contratos, principalmente para municiones. Los registros muestran que ha construido un negocio paralelo de aproximadamente 200 millones de dólares en ventas directas a los ucranianos.
Además de emplear a Koyfman, Morales contrató a un ex asesor del ministro de Defensa de Ucrania, quien fue despedido recientemente en medio de preocupaciones sobre corrupción y mala gestión. La empresa de Morales ha sido investigada por las autoridades anticorrupción ucranianas por un acuerdo que, según funcionarios del gobierno, no se cumplió.
En ese sentido, los acuerdos con Morales recuerdan el pasado poco controlado de Ucrania, cuando los traficantes de armas forjaban relaciones cordiales con oficiales militares, los contratos se firmaban en secreto y los comerciantes de armas eran frecuentemente investigados. Estados Unidos ha sermoneado a los líderes de Ucrania durante más de una década sobre la necesidad de limpiar ese sistema.
Morales, de 51 años, fue una elección inusual para convertirse en uno de los comerciantes de armas predilectos del Pentágono.
El Departamento de Justicia lo imputó en 2009 con cargos de conspiración y lavado de dinero tras informar que había sido captado en una grabación discutiendo métodos para pagar sobornos a funcionarios extranjeros. “Simplemente hay que ser más listos que el gobierno”, decía Morales en una grabación. (Los agentes del FBI arruinaron el caso y los fiscales, al final, retiraron los cargos).
Pero la guerra cambió los cálculos tanto para los ucranianos como para los estadounidenses. El gobierno de Biden, que busca armar a Ucrania pero se muestra reacia a comprometerse a enviar soldados, necesita personas como Morales, quien en Afganistán y Siria demostró que podía comprar y entregar armas de manera consistente.
Los funcionarios ucranianos, con la supervivencia nacional en juego, volvieron a darle la bienvenida a los comerciantes de armas locales a quienes, antes de la guerra con Rusia, habían trabajado duro para marginar. Al principio de la guerra, que comenzó en febrero de 2022, los funcionarios derogaron muchas normas de transparencia y contratación pública e invitaron a intermediarios privados a competir con compradores gubernamentales. Ahora, tras el despido del ministro de Defensa, Oleksii Reznikov, los funcionarios ucranianos están cuestionando públicamente esta estrategia de conseguir armas a cualquier precio.
Morales se negó a ser entrevistado. Bryan Van Brunt, abogado principal de la empresa de Morales, Global Ordnance, afirmó que la compañía cumplía con la ley. “Al contrario de lo que podríamos ver en las películas, el éxito a largo plazo depende de conocer, respetar plenamente y seguir las reglas de todos los países involucrados”, escribió en un correo electrónico.
Koyfman, un ucraniano-estadounidense con años de experiencia como asesor de la guardia nacional de Ucrania, se alistó cuando comenzó la invasión rusa, según muestran documentos revisados por The New York Times. Sus tareas militares exactas no están claras. Koyfman le dijo al Times que es sargento primero de las fuerzas de defensa territorial de Ucrania, donde supervisa y entrena a un grupo de soldados. “Somos combatientes”, dijo.
Un funcionario del gobierno dijo que Koyfman es una persona clave en materia de armamento, aunque no estaba claro si eso se debía a su posición militar o a su rol en Global Ordnance.
Para Global Ordnance, Koyfman gestiona contratistas en Ucrania y “organiza reuniones entre nuestro personal y el Ministerio de Defensa de Ucrania”, dijo Van Brunt.
Koyfman aseguró que su trabajo militar no es remunerado. Van Brunt insistió con contundencia en que un trabajo no tenía nada que ver con el otro. “Global no paga por acceso”, afirmó. “Ni antes. Ni ahora. Ni nunca”,
Koyfman estuvo de acuerdo. “Todos los años nos capacitamos y firmamos documentos al respecto”, dijo.
Morales contrató a Koyfman a principios de 2021, meses antes de que la empresa firmara un acuerdo con Ucrania para comprar explosivos. Koyfman fue fotografiado junto a él en la firma del contrato. Otras fotografías lo muestran asistiendo a fiestas que Morales organizó en Tampa, Florida, en diciembre y mayo de 2022.
El año pasado, Global Ordnance publicó un video en LinkedIn de Koyfman, en uniforme, junto a lo que dijo era una fosa común. “Necesitamos artillería. Necesitamos cohetes”, afirma Koyfman. No se identifica como empleado de Global Ordnance, compañía que vende cohetes y proyectiles de artillería.
Las leyes estadounidenses prohíben que las empresas les paguen a funcionarios extranjeros para beneficiar sus negocios. La ley no exime a voluntarios como Koyfman. Lo que importa es si tienen influencia, dijo Daniel Richman, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia.
Por lo general, las leyes ucranianas prohíben que los oficiales militares realicen trabajos externos remunerados. Que Koyfman esté cubierto por esa ley depende de sus deberes militares, no solo de su rango. Al principio de la guerra, Koyfman le escribió una carta a Global Ordnance en la que dijo que él “no era un empleado del gobierno”, sino más bien un “combatiente civil”.
Por otra parte, Morales contrató a Denis Vanash, asesor del ministro de Defensa desde hace mucho tiempo. Vanash dejó su cargo al principio de la guerra para comunicarse con el Ministerio de Defensa en nombre de Global Ordnance. Van Brunt dijo que el ministerio había confirmado la legalidad de la contratación.
Los competidores de Morales afirman que tiene una ventaja injusta, pero no por sus vínculos con Koyfman o Vanash, sino por sus nexos con el Pentágono.
Los comerciantes de armas de todo el mundo compiten por un suministro limitado de armamento estilo soviético, en su mayoría de Europa del Este, para luego vendérselo a Ucrania. Con el gran flujo de dinero que llega desde Washington, Morales puede darse el lujo de pagar más que sus competidores, se quejaron varios comerciantes de armas de Europa del Este. Morales cumple sus contratos con Estados Unidos y también compra más municiones por su cuenta para vendérselas directamente a Ucrania.
En varios casos al comienzo de la guerra, por ejemplo, Morales superó las ofertas de sus rivales para comprar proyectiles explosivos de las fábricas de armas búlgaras, contaron dos competidores.
Algunos de los competidores, funcionarios y figuras de la industria armamentística hablaron bajo condición de anonimato, ya sea porque los contratos de armas ucranianos están clasificados o porque no querían verse envueltos en disputas con Morales y el gobierno ucraniano.
No hay nada ilegal en superar las ofertas de los competidores. Pero eso muestra cómo el Pentágono está moldeando el mercado mundial de armas y creando comerciantes de armas ricos y políticamente conectados. Los grupos anticorrupción ucranianos han dicho que los miles de millones de dólares que se vierten en los mercados de armas de Europa del Este podrían moldear la política y los ejércitos mucho después del fin de la guerra.
En cierto modo, las quejas sobre Morales se reducen al hecho de que está haciendo un mejor trabajo que otros. Ha trasladado misiles, proyectiles, granadas y vehículos blindados a Ucrania desde Bulgaria, Egipto, Jordania y Pakistán, según documentos gubernamentales y entrevistas con comerciantes de armas y funcionarios de gobierno. Y Morales está lejos de ser el único traficante de armas que tiene relaciones con el gobierno ucraniano.
La carrera armamentista de Morales casi terminó después de que se revelara su acusación formal en 2010. En una operación encubierta, dijeron los fiscales, un informante lo grabó hablando de un supuesto negocio de armas que involucraba pagos a un funcionario de Gabón, en África occidental.
Morales abandonó la industria y, durante unos dos años, vendió artículos como sofás para la empresa de muebles de exterior de su suegro. “Se tomó el tiempo para reflexionar sobre su vida, su relación con su esposa, familia, y Dios”, afirmó Van Brunt.
En 2012, el caso federal se desmoronó por varias razones, como el manejo que tuvo el FBI de su informante. Un juez reprendió al Departamento de Justicia.
Un año después, Morales fundó Global Ordnance como una consultora de negocios de armas, aprovechando más de una década de experiencia. Adquirió un contratista de defensa y entregó armas al Pentágono para su uso contra grupos terroristas como Estado Islámico. Su red, que abarca Estados Unidos, Europa del Este y Medio Oriente, demostró ser confiable y el Pentágono pronto se convirtió en su mayor cliente. Global Ordnance ganó más de 78 millones de dólares en contratos de defensa entre 2016 y 2019, según muestran los registros públicos.
Semanas antes de que Rusia invadiera Ucrania, el Pentágono le otorgó a Global Ordnance un contrato de cinco años por un valor de hasta 750 millones de dólares para ayudar a armar a los aliados de Estados Unidos. Eso se convirtió en un vehículo para armar a Ucrania. A eso le siguieron cientos de millones de dólares adicionales.
El Pentágono se negó a comentar sobre los contratos con Global Ordnance.
El gran éxito de Morales en Ucrania se produjo al comienzo de la guerra. Tenía un almacén lleno de municiones en Bulgaria que el Pentágono había comprado para usar en Afganistán. El Pentágono aprobó enviarlo en su lugar a Ucrania en enero de 2022. Dependía de Global Ordnance llevarlo allí.
Morales logró que eso sucediera. Koyfman trabajó para redirigir las municiones a Ucrania en su papel como contratista de Global Ordnance, afirmó Van Brunt.
Eso convirtió a Morales en una figura invaluable en los primeros días de la guerra y le hizo ganar el cariño de los funcionarios ucranianos.
A fines del año pasado, el éxito de Morales se hizo evidente en su casa en Tampa. Global Ordnance llevó por avión a sus empleados desde Kiev, la capital de Ucrania, para asistir a una fiesta de Navidad. Morales publicó en Facebook una fotografía en la que salía con sus colegas: Koyfman llevaba gafas de sol envolventes y una camiseta negra con una calavera pintada con la bandera estadounidense. Vanash vestía una camisa tradicional ucraniana bordada con flores rojas y amarillas.
Morales ve un futuro prometedor en Ucrania. El mes pasado, en el bar del penthouse, la conversación giró hacia “grandes contratos que estaban a punto de adjudicarse”, contó Van Brunt. Los funcionarios preguntaron si la empresa iba a poder gestionar nuevos grandes acuerdos.
Morales les aseguró que sí.
© The New York Times 2023