Alrededor de la alberca abandonada se ven trozos de vidrio, bancas deterioradas, azulejos rotos y un colchón sucio. La policía local identificó este espacio solitario como uno de los lugares en que, según su información, dos niñas fueron violadas varias veces por un grupo de sus pares, todos residentes del poblado italiano de Caivano, a las afueras de Nápoles.
Aunque las violaciones de las dos niñas, primas de solo 10 y 12 años, ocurrieron a lo largo de varios meses, captaron la atención nacional la semana pasada después de que el medio noticioso local divulgó la noticia y puso de nuevo bajo los reflectores el tema de la violencia contra las mujeres y las niñas en Italia.
Esos ataques son solo un ejemplo de una serie de terribles delitos que se han visto en las noticias este verano. Hace dos semanas, la atención se centró en un grupo de siete jóvenes varones, entre ellos uno de 17 años, a quienes se investiga por la violación de una mujer de 19 años en Palermo. Antes, circularon noticias sobre mujeres apuñaladas, envenenadas o heridas a balazos por su pareja u otro conocido.
Estos casos han generado debates en Italia acerca de las áreas abandonadas, las actitudes machistas que con frecuencia se adoptan hacia las mujeres y el peligroso papel amplificador de las redes sociales. También han expuesto divisiones profundas en cuanto a la persistencia del problema de la violencia contra las mujeres y cómo solucionarlo.
El jueves, el pueblo de clase trabajadora de Caivano recibió a la primera ministra Giorgia Meloni, seguramente en la primera visita de un mandatario a este lugar de 37.800 habitantes, donde se ve a los adictos inyectarse a plena luz del día. Meloni, la primera mujer y la primera persona de la extrema derecha que ha ocupado el poder en Italia, no abordó ninguno de los numerosos temas sobre las mujeres, sino que prefirió concentrarse en la ley y el orden y se refirió a los delitos como sucesos “bárbaros”.
“Este territorio se limpiará y pronto verán los resultados de nuestra presencia aquí”, afirmó, con respecto a los problemas de “ilegalidad y drogas”. Se comprometió a reabrir el centro deportivo, construir una nueva biblioteca multimedia y enviar más maestros a las escuelas de Caivano.
“No es posible que haya zonas apátridas en Italia”, aseveró, en un discurso pronunciado en el patio de la escuela local. “Y les digo esto a todos los caivanos de Italia”.
Las dos primitas crecieron en viviendas públicas en el distrito Rione IACP, en familias con dificultades, según la descripción de varios vecinos. Un tribunal juvenil decidió trasladarlas a un hogar de acogida. Su caso se encuentra en investigación y todavía no se presentan cargos.
“Ahora que las niñas están seguras con las autoridades competentes, necesitamos pensar en los demás niños que viven aquí”, señaló Bruno Mazza, presidente de A Childhood to Live, organización que ofrece las únicas actividades disponibles por las tardes para los niños en ese vecindario. “No podemos sacar a todos; debemos comenzar aquí y ahora”.
Algunos grupos defensores de la mujer indicaron que no es que los casos de violencia contra las mujeres y las niñas vayan en aumento, sino que reciben más atención sensacionalista durante los meses de verano, cuando los ciclos de noticias son lentos.
Las estadísticas en Italia, donde el 27 por ciento de las mujeres afirman haber experimentado violencia, se encuentran aproximadamente en línea con las de otros países europeos, según algunos expertos.
“Se trata de casos que resuenan, pero, por desgracia, no es nada nuevo”, comentó Antonella Veltri, presidenta de la red de Mujeres Contra la Violencia, que opera refugios en todo el país. “Es un fenómeno cultural, muy arraigado en una sociedad plagada de machismo por décadas”.
“Ahora está dando un nuevo giro, incluso más horrible, con las redes sociales, que funcionan como un megáfono”, explicó.
Veltri se refería a la sensación creada por otro caso reciente de violaciones cometidas por un grupo de jóvenes en Palermo, que todavía se encuentra en investigación. Este verano, siete jóvenes se reunieron con una mujer de 19 años en un club del centro. Según la policía, convencieron al cantinero de servirle varias bebidas, la invitaron a fumar marihuana y, luego, la llevaron a un almacén aislado, donde la violaron, la golpearon y grabaron el ataque.
En un cuadro de video de seguridad que apareció en los medios noticiosos, se ve a los jóvenes cargándola por las calles, como si apenas pudiera caminar. En otra toma, se ve que la depositan en el suelo mientras van a un deli cercano.
Varios periódicos italianos publicaron supuestos extractos filtrados de mensajes y conversaciones de WhatsApp de los jóvenes. En uno de ellos, se refirieron a esa noche como “100 gatos encima de una perra”. En una conversación intervenida, se informó que uno de los violadores expresó repulsión porque había “demasiados” sobre ella, pero dijo como justificación: “La carne es la carne”.
A fin de cuentas, se hizo público el nombre de los acusados en el caso, así como sus direcciones, y sus cuentas de redes sociales se llenaron de insultos. Pero lo mismo pasó con la cuenta de Instagram de la mujer. En una entrevista para un periódico italiano, la mujer dijo tener pensamientos suicidas. Más tarde, las autoridades decidieron llevarla a un refugio.
Según un informe reciente del Instituto Nacional de Estadística, conocido por la sigla ISTAT, en Italia todavía persiste la idea generalizada de que las mujeres violadas tienen cierta culpa y se buscaron la agresión.
Esa actitud se hizo evidente la semana pasada en Andrea Giambruno, conductor de televisión en un canal comercial nacional, quien además es pareja de Meloni y padre de su hija.
Afirmó que tenían todo el derecho a divertirse y hasta emborracharse, pero si las mujeres no se emborracharan, quizá evitarían “que las encontrara el lobo”.
Este comentario provocó revuelo entre los políticos de izquierda y varios activistas. En su defensa, Giambruno les recordó a sus críticos, con cierta antipatía, que en la misma transmisión había dicho que los violadores eran unas “bestias” y calificado sus actos de “abominables”.
Meloni no ha hecho ninguna declaración pública acerca de esos comentarios.
La idea de que las acciones o la ropa de las mujeres pueden provocar violencia ha permeado incluso los tribunales en Italia, donde todavía muchas veces no se hace ninguna diferencia entre la sexualidad y la violencia sexual.
Este año, un tribunal de Florencia exoneró a dos varones de 19 años acusados de violar a una joven de 18 años en una fiesta, pues determinó que había existido una “percepción equivocada de consentimiento”, ya que la chica había tenido relaciones con uno de ellos en el pasado.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos y las autoridades de las Naciones Unidas con frecuencia han condenado a los tribunales italianos por el uso de lenguaje ofensivo en las decisiones de casos de violación: en una de ellas, que exoneró al acusado, se dijo que estaba “fogoso” y a otra víctima se le calificó de “nada inhibida”.
Este trato hace que las mujeres no quieran presentar denuncias, explicó Ilaria Boiano, abogada de la asociación femenil Differenza Donna, que opera el número nacional de emergencia para las víctimas de violencia.
“Por desgracia, los casos más recientes son solo la punta del iceberg”, se lamentó. “Muchas mujeres ni siquiera hacen la denuncia”.
© The New York Times 2023