(Dubai Dispatch)
DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos — Los niños pequeños gritaban, el mar rugía y por un altavoz portátil olvidado en la orilla sonaba una canción de amor. Encaramado en un gigante perro caliente inflable, un niño remaba por las aguas poco profundas.
Esta podría haber sido cualquier playa en cualquier lugar durante un fin de semana de verano, si cerraras los ojos lo suficiente como para bloquear la luz de la luna. Pero esto sucedió una medianoche de un lunes reciente. Los socorristas trabajaban en el turno de noche y focos brillantes apuntaban al agua, tiñéndola de un misterioso y luminiscente color turquesa.
Incluso a esta hora, la temperatura estaba a 32 grados Celsius, con un 79 por ciento de humedad. Eso es agradable, relativamente hablando, para el verano en Dubái, una ciudad de relucientes rascacielos y bulliciosos puertos en los Emiratos Árabes Unidos, un centro de inmigrantes donde los ciudadanos son la minoría.
“Hace tanto calor que no podemos ir a la playa durante el día”, dijo Ramshah Ahmed, una profesora paquistaní de 36 años que había viajado a Dubái para asistir a una boda y había pasado la mayor parte de sus días dentro de centros comerciales con aire acondicionado. Le encantó encontrar una playa abierta por la noche para que sus hijos pudieran gastar un poco de energía. Nuevas personas seguían llegando a la arena mientras ella y su hijo golpeaban un volante de bádminton rosa de un lado a otro.
“No he visto esto en ningún otro lugar”, dijo. “Es muy único”.
Cada año, cuando comienza a llegar el calor sofocante del verano, las playas de Dubái se vacían progresivamente. Un clima que constituiría una ola de calor mortal en Europa o Estados Unidos es la norma en la península arábiga, y en agosto, Dubái se siente como un baño de vapor. Sin embargo, la costa cobra vida mucho después de la puesta del sol, cuando aparecen corredores y ciclistas y las familias preparan pícnics en mesas plegables.
A medianoche o incluso a las 4:00 a. m. de un día cualquiera, la playa de Umm Suqeim —un vecindario lujoso de la costa de Dubái— está llena de vida. Es la favorita de varios lugares que el municipio de Dubái ha designado como “playas nocturnas”, donde se permite nadar las 24 horas del día y hay focos que iluminan el agua.
Los horarios nocturnos son una de las muchas adaptaciones culturales al calor extremo que algún día podrían extenderse a lugares como Los Ángeles y Miami a medida que el cambio climático siga trastocando vidas en todo el mundo. Los Emiratos Árabes Unidos, anfitriones de la COP28 de este año sobre el cambio climático, son un importante exportador de petróleo con unas de las emisiones per cápita más altas del mundo. Pero también es uno de los lugares más vulnerables a medida que aumentan las temperaturas.
Cuando Kristina Dovhanchyna, de 26 años, se mudó a Dubái desde Ucrania hace cuatro meses, el calor la impactó. “Era mayo y me estaba muriendo”, recordó. Hizo todo lo posible por permanecer bajo techo tanto como pudo. Luego, a medida que hizo nuevos amigos de todo el mundo, comenzó a adaptarse a las peculiaridades y los ritmos de la ciudad.
Cuando Dovhanchyna llegó a la playa ese lunes, al final de la tarde, estaba casi vacía. Ahora, por la noche, estaba tan absorta en una conversación con un amigo mientras se recostaba en la arena, apoyada en los codos, que apenas notó la conmoción que la rodeaba.
Con el sonido de las olas de fondo, los niños llamaban a sus padres en árabe, urdu, inglés y ruso. El aire olía a sal marina y a humo de cigarrillo. Un hotel cinco estrellas con forma de vela de barco gigantesca brillaba a lo lejos, iluminado de azul.
“Dubái por la noche es muy hermoso”, afirmó Mamadoto Momo, un salvavidas senegalés de 32 años que trabaja en la playa desde las 6 p. m. hasta las 6 a. m.
Hace décadas, antes de que Dubái hiciera metástasis y se convirtiera en una metrópolis en expansión, Umm Suqeim era un tramo lejano costero donde la ciudad enviaba a sus enfermos a convalecer, afirmaron los emiratíes. El nombre de la zona se traduce aproximadamente como “Madre de la enfermedad”. Desde que la rápida expansión de la ciudad la devoró, la antigua zona de cuarentena se ha convertido en un vecindario lujoso donde esteticistas y cirujanos plásticos hacen negocios junto a casas con ventanas de cristal espejado y grandes portones.
Las ordenadas calles están casi desiertas durante los días de verano, cuando las temperaturas de 37 grados Celsius o más se combinan con una alta humedad en una mezcla peligrosa. La forma en que la gente lidia con el calor depende en gran medida –como ocurre en el resto del mundo– de su clase social.
Los trabajadores migrantes sudan a través de empapan de sudor sus overoles azules y se tumban en las medianas cubiertas de hierba para descansar, en busca de preciadas franjas de sombra. Quienes trabajan en oficinas se protegen tanto como pueden, moviéndose entre casas, automóviles y gimnasios con aire acondicionado. Los ricos compran bloques de hielo para lanzarlos en sus piscinas al aire libre. Muchos de ellos simplemente se van y se trasladan a Londres o Europa durante semanas o meses.
El calor extremo de Dubái no es necesariamente la razón por la que se crearon las playas nocturnas. En un estilizado video promocional, el municipio afirmó que el gobierno las estaba estableciendo porque “en una ciudad vibrante”, también las playas “nunca duermen”. Los funcionarios las han descrito en términos generales como una iniciativa para aumentar la calidad de vida de la ciudad.
Pero el calor se ha convertido en la razón por la que muchos residentes las utilizan, como Falhad Mohammed, una somalí de 32 años que se mudó a los Emiratos Árabes Unidos cuando era adolescente. Debido a que trabaja como supervisora en una escuela de niñas, tiene los veranos libres y cambia su horario por completo para lidiar con el calor.
“Durante el día, todo es dormir”, dijo Mohammed, burlándose de sí misma con un fuerte ronquido. “Y por la noche tenemos el día”.
Algunos bañistas regresan a casa después de unas horas, pero muchos se quedan toda la noche. A las 4:30 a. m., la luna color naranja cobrizo, casi llena, flotaba sobre el horizonte. Un grupo de amigos pateaba un balón de fútbol. Un hombre se reía incontrolablemente mientras tomaba fotografías de un amigo enterrado en la arena, del que solo sobresalía la cabeza. La marea había bajado, formando riachuelos en la arena. Y el calor finalmente había desaparecido. La temperatura había llegado al punto más bajo de todo el día: 30 grados Celsius.
Grandes focos iluminan la playa nocturna de Umm Suqeim en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, el 3 de agosto de 2023. (Andrea DiCenzo/The New York Times)
Una familia en la playa nocturna de Umm Suqeim en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, el 31 de julio de 2023. (Andrea DiCenzo/The New York Times)