¿Será que este mazo de cartas puede lograr que tu pareja haga más tareas domésticas?

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Si le preguntas a Eve Rodsky por qué el resentimiento se está filtrando en tu relación, quizá ella te pregunte: “¿Cómo llegó la mostaza a tu refrigerador?”.

No quién la compró en el supermercado, sino quién se dio cuenta de que el recipiente estaba casi vacío. Y quién añadió mostaza a la lista, no cualquier tipo de mostaza, sino la que tu hijo de 8 años decidió que necesita en sus perros calientes.

Rodsky, una autora que ha entrevistado a cientos de parejas de 17 países, aseveró que en la mayoría de las relaciones heterosexuales son las mujeres las que se dan cuenta y añaden la mostaza, incluso cuando son los hombres los que van al supermercado. Y para muchas mujeres, esa mostaza es solo la punta de un iceberg de citas con el dentista, tarjetas de agradecimiento y reparaciones del refrigerador.

Según la Encuesta sobre el Uso del Tiempo en Estados Unidos (American Time Use Survey), esta labor de planificar y recordar se denomina trabajo invisible o cognitivo o carga mental, y muchas mujeres la realizan además de las tareas más obvias de cuidado y domésticas, que ya realizan en mayor medida que los hombres.

Rodsky, abogada formada en la Universidad de Harvard y especializada en gestión organizacional, experimentó esta disparidad en su propio matrimonio. Dada su experiencia, se sintió en una posición única para desarrollar una solución. Tras siete años de investigación y pruebas, presentó Fair Play (Juego limpio), un sistema que pretende ayudar a las parejas a compartir las tareas domésticas de manera más equitativa. Empezó en 2019 con un libro del que se han vendido más de 250.000 ejemplares y pronto le siguió una baraja de cartas que les indica a las parejas cómo repartir hasta cien tareas visibles e invisibles.

Josh Sundloff, padre de cuatro hijos en Utah, compró el audiolibro y las cartas de Fair Play en 2021, después de que un influente mormón las recomendó en Instagram. En ese momento, Sundloff y su esposa tenían roles muy “tradicionales”, relató. “Mi esposa tenía algo de resentimiento (ella diría que mucho) y yo pensaba: ‘Tenemos que cambiar algo aquí’”.

Después de repartir las cartas, Sundloff se encargó de lavar la ropa y los platos, pero dijo que el mayor cambio se produjo en su perspectiva: por fin, comprendió cuánto había estado haciendo su esposa. “Ella se encargó durante muchos años”, afirmó.

Fair Play no podía haber llegado en mejor momento. Aunque la conversación sobre el trabajo invisible se había estado cociendo a fuego lento entre amigos y en internet durante años (y en ciertos círculos durante mucho más tiempo), el libro de Rodsky apareció solo unos meses antes de la pandemia de coronavirus. Su obra fusionó el popular nicho de los consejos sobre relaciones con las modernas preocupaciones feministas en el preciso momento en que los desequilibrios domésticos se convertían en el centro de atención nacional.

En la actualidad, el imperio Fair Play es propiedad conjunta de Rodsky y Hello Sunshine, una empresa de medios de comunicación cofundada por Reese Witherspoon y el esposo de Rodsky, Seth. Este incluye un documental en Hulu; un plan de estudios de economía doméstica actualizado, patrocinado por Dawn y Swiffer, y un instituto sin fines de lucro que, entre otras iniciativas, capacita a facilitadores del Fair Play.

Aunque el libro de Eve Rodsky recibió un impulso gracias a su conexión con Witherspoon (fue elegido por el Club del Libro de Reese el mes de su publicación, lo que lo llevó a la lista de los más vendidos de The New York Times durante dos semanas), la popularidad del sistema de boca en boca sugiere que ha aprovechado un elemento del espíritu de la época. Muchos aficionados afirman que se enteraron de la existencia de Fair Play a través de amigos o de las redes sociales, y las ventas semanales del libro ya triplican las de 2020.

El “costo de oportunidad mental”

En palabras de Allison Daminger, profesora adjunta de Sociología en la Universidad de Wisconsin-Madison, quien estudia el trabajo cognitivo y la desigualdad de género en las familias: “Cada vez se reconoce más que gran parte de la experiencia doméstica no se refleja en nuestra manera habitual de concebir las tareas tradicionales”.

Daminger dijo que las mujeres que hacen tareas que implican anticipación y seguimiento se enfrentan a un “costo de oportunidad mental”. “Los humanos tenemos un ancho de banda limitado”, explicó. “No puedes idear simultáneamente un plan de apoyo para el cuidado de los niños mientras te concentras en alguna tarea importante para tu trabajo”. (Llevar la carga mental también provoca estrés crónico).

En 2012, tras el nacimiento de su segundo hijo, Rodsky sentía esta presión en carne propia.

Todo llegó a su punto álgido un sábado en el que asistió con unas amigas a una marcha contra el cáncer de mama. En cuanto finalizó, empezaron las preguntas de los esposos: ¿dónde está el regalo para la fiesta de cumpleaños de fulanito? ¿Los niños tienen que almorzar? Rodsky hizo un recuento de las comunicaciones: 30 llamadas y 46 mensajes de texto. Para diez mujeres. Más de 30 minutos.

Rodsky empezó a leer sobre la división sexual del trabajo y a preguntarles a las mujeres qué hacían fuera del trabajo. Envió mensajes de texto a algunas amigas, que a su vez enviaron mensajes a otras, y al final habló con más de 200 mujeres y creó una hoja de cálculo con mil tareas no remuneradas divididas en 98 categorías.

No obstante, pronto descubrió que tener una lista sin un plan de acción solo generaba más resentimiento. Así que Rodsky tomó ejemplo de su trabajo diario, en el que a menudo utiliza tarjetas de apoyo para las reuniones difíciles.

Escribió cada una de las 98 categorías, desde mascotas hasta viajes, en una ficha y las dividió con su esposo en función de las responsabilidades de cada uno (ella: muchas; él: casi ninguna). Luego, las repartieron de manera más equitativa.

Una de las reglas más importantes de Rodsky, que también tomó prestada de su experiencia en gestión de proyectos, es: quien tenga una carta es responsable al cien por ciento de cualquier tarea dentro de esa categoría, desde la concepción (darse cuenta de que el pelo del perro está desaliñado) hasta la planificación (llamar al peluquero) y la ejecución (llevarlo a la cita). Rodsky lo denomina “CPE”: concepción-planificación-ejecución; la economista y experta en crianza Emily Oster utiliza una estrategia similar llamada “transferencia de responsabilidad total”.

Repartición de las tareas

Rodsky reclutó a una decena de personas más para que empezaran a jugar con sus propias cartas. A medida que a la gente se le ocurrían preguntas, a ella se le ocurrían reglas. ¿Hay que quedarse con una carta para siempre? No. ¿Qué hago si tiene la carta para lavar la ropa, pero no lo hace con la frecuencia suficiente? Determina una norma mínima de cuidado, por ejemplo: las sábanas y toallas se tienen que lavar una vez a la semana, los cestos deben vaciarse siempre que estén llenos. ¿Y si mi pareja no lo entiende? Discútanlo en una reunión de verificación semanal obligatoria.

El libro tiene un tono claro de mujer a mujer, con expresiones como “determinadella” en lugar de “predeterminado” y “espacio unicornio” para los proyectos apasionados. Las cartas son menos imaginativas y describen tareas obvias (tintorería, cuidado del césped, cenas entre semana) y ocultas (control de natalidad, tarjetas de festividades, planes sociales). Incluso hay una tarjeta de “seres mágicos” para quien se encargue de dar vida al Ratón de los Dientes, entre otros.

En los últimos dos años, Bryn Martinez Zavras, psicóloga y facilitadora certificada de Fair Play en Cincinnati, ha observado un aumento de clientes que preguntan por el Fair Play, en su mayoría mujeres.

Zavras, quien también utiliza Fair Play en casa, dice que agradece la naturaleza física de las cartas. “Para muchos clientes, el mero hecho de verlas ha sido alucinante y revelador”, afirmó.

Disculpa, pero ¿limpiar es una carta?

Para quienes no se ajustan al molde de pareja heterosexual con hijos, hay quien dice que el lenguaje del libro Fair Play y de los canales de las redes sociales puede resultar un poco constreñido. Summer Roger, una madre de Phoenix y doula de posparto quien utiliza Fair Play con su pareja mujer, desearía que el tono de la marca fuera más inclusivo.

A las parejas del mismo sexo o que no tienen hijos, Roger les recomienda empezar por las cartas, más que por el libro, ya que son completamente personalizables y se centran menos en la historia personal de Rodsky. “Hay cartas como las de ser anfitrión y de quién va a administrar el dinero”, comentó. “Eso siempre va a ser relevante, seas homosexual, heterosexual o lo que sea”.

No a todas las parejas les ha funcionado Fair Play. Eve Ahrens, una terapeuta que vive en Utah con su esposo y sus cinco hijos, compró el libro y las cartas después de oír hablar de él a amigos y colegas. “Lo recomiendan en todas partes”, relató.

Pero al leer el libro se sintió desanimada. “Mucho de lo que se dice refuerza lo que intentas deshacer, es decir, que gran parte del trabajo recae en la esposa, que debe leer el libro, asimilarlo y gestionar las emociones de su pareja”, explicó. “Parece una enorme cantidad de trabajo mental y emocional para poner en marcha el proyecto”.

Ahrens también discrepó con la manera de clasificar algunas cartas. “Disculpa, pero ¿limpiar es una carta?”, preguntó. “¿En qué mundo vives donde eso se equipara a los regalos de cumpleaños?”.

Rodsky respondió que las cartas son para iniciar una conversación, no una herramienta para acumular puntos.

De hecho, esa es precisamente la razón por la que Rodsky cree que Fair Play ha tenido tanto éxito. “No es normativo”, afirmó. “Vive tu vida como quieras, pero debes saber que estas tareas no remuneradas se tienen que hacer”.

Las cartas de Fair Play, que incluyen actividades como lavar la ropa, lavar los trastes y tareas más extrañas como encargarse de los “seres mágicos” en Los Ángeles, el 7 de agosto de 2023. (Kendra Frankle/The New York Times)

Eve Rodsky con su juego de cartas Fair Play en su casa de Los Ángeles, el 7 de agosto de 2023. (Kendra Frankle/The New York Times)

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